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Entrevista a Federico Lombardi, jefe de comunicación de tres papas

«Francisco no hace más que actualizar el mensaje que ha mantenido la Iglesia durante veinte siglos»

Federico Lombardi ha sido el responsable de comunicación de Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco. Desde Roma, conversamos con él

El padre Federico Lombardi ha gestionado la comunicación de los tres últimos papas. Con Juan Pablo II desde Radio Vaticana y el Centro Televisivo, y con Benedicto XVI y Francisco desde la Sala Stampa, como responsable de la Comunicación. Acaba de publicar un libro titulado Papas, Vaticano y Comunicación, en el que defiende la necesidad de adaptarse y saber gestionar los dones de cada pontífice. Frente a la actitud más espontánea y abierta de Juan Pablo II y de Francisco, Lombardi destaca la importancia de los escritos de Benedicto XVI. «Es una Comunicación clara y ordenada de la doctrina cristiana en relación con la cultura moderna que perdurará en el tiempo, más allá de sus polémicas».

–Usted vivió el gran cambio en la comunicación del Vaticano con Juan Pablo II. ¿Se ha mantenido esa cercanía con los medios de entonces?

–Es difícil hacer juicios de carácter general. Con Juan Pablo II, gracias a su fuerte personalidad, a lo largo del pontificado se logró establecer una relación nueva con los medios de comunicación. Con anterioridad era difícil que un periodista hablara directamente con el Papa y menos para una televisión. Esta actitud, así como sus fuertes mensajes sobre la paz en el mundo, han creado un amplio consenso, una aceptación general incluso en el mundo de los medios informativos. Y eso que el inicio fue complicado, porque al venir de la católica Polonia era una persona incómoda para muchos periodistas de izquierdas. Pero la fuerza de su mensaje y la capacidad de comunicación le dieron una autoridad extraordinaria.

–¿Muy distinto a su predecesor en esta relación con los medios?

–Benedicto XVI comenzó con un prejuicio muy negativo, que partía de haber sido el Prefecto de Doctrina de la Fe, que se asocia a una figura de ‘inquisidor’, de alguien que tenía que controlar a quien se desviaba de la doctrina. Es un prejuicio para quienes no le conocían, pero es una premisa que le ha creado problemas de comunicación. Han hecho que algunas crisis se hayan agrandado y han tenido consecuencias duras. Pero al margen de esas crisis o polémicas, hay algo de la comunicación de Benedicto XVI que durará más tiempo. Ha sido capaz de elaborar una comunicación clara y ordenada de la doctrina cristiana en relación a la cultura moderna. Ha mantenido una actitud de diálogo que perdurará en el tiempo. Es una contribución histórica a la relación entre el cristianismo y el mundo moderno.

Federico Lombardi, durante el simposio internacional Laudato si´ en Costa Rica, 2017EFE

–¿No se ha valorado suficiente la profundidad del Papa Benedicto?

–Cuando se habla de comunicación se debe tener una mirada más amplia. No te puedes quedar en la anécdota del día o en quién habla más alto en un determinado momento. Forma parte de la comunicación el generar argumentos y contenidos que duren, que permitan profundizar y reflexionar. Si uno desprecia esa parte de la comunicación se pierde lo más importante y permanente. Y en esto Benedicto XVI ha sido un gran comunicador. Su estilo claro y ordenado al hablar sobre temas extraordinariamente complejos es único. También es admirable su síntesis entre cultura y espiritualidad o las catequesis que hacía los miércoles, que son insuperables, a mi juicio.

Juan Pablo II tuvo la valentía de mostrar públicamente su enfermedad y su debilidad, ofreciendo un testimonio de fe

–Hay gestos de los Papas, como el encuentro de Juan Pablo II con quien intentó matarlo, Ali Agca, que han hecho historia. ¿Cómo se gestiona un evento así?

–No pude estar en ese encuentro en la cárcel directamente. Lo que analizo sobre el pontificado de Juan Pablo II es que tuvo la valentía de mostrarse al mundo, de mostrarse a través del objetivo de las cámaras, que permitieron a millones de personas acercarse a él de un modo directo y cercano. Y ese fue su estilo. No se escondía. Fue valiente en situaciones en que uno podía dudar sobre si era oportuno o prudente manifestarse a través de las cámaras. Es un dilema que a mi juicio tiene dos momentos característicos. El primero, el encuentro con quien le ha disparado. Es algo que para mí, incluso como sacerdote, tenía una fuerte componente privada y espiritual. Yo me pregunto si era oportuno mostrar en una imagen de televisión ese encuentro. El hecho de que él no haya tenido miedo a ese encuentro, comportándose con total desenvoltura le da la razón. De esta forma ha dado una imagen concreta, sincera y profunda de qué significa el perdón y la búsqueda de la reconciliación, incluso tras hechos gravísimos. Se trata de la imagen más importante de perdón que he visto en mi vida. Y creo que es así para tantísima gente. Ha quedado como una imagen histórica, una referencia histórica del perdón y la reconciliación.

–¿Y cuál es el otro momento clave?

–Y otro elemento que pasará a la historia es el de la enfermedad. Juan Pablo II se ha mostrado y ha querido explícitamente ser visto, incluso durante años de enfermedad, y de un enfermedad como el párkinson, que no es algo que uno pueda esconder. Es algo que no solo ha aceptado, sino que lo ha querido. Me parece un testimonio extraordinario de valentía humana y espiritual. Un testimonio de fe al manifestarse a los demás con las propias debilidades, delante de Dios y delante de los hombres. Compartirlo con la comunidad cristiana y humana ha promovido también una participación espiritual, de oración, que no se olvidará nunca. Es algo que lo ha acompañado durante sus últimos años de enfermedad. Esta disponibilidad y voluntad de mostrarse a través de los medios para estar cerca de un infinito número de telespectadores que han compartido su enfermedad.

–En su libro asegura que se reconocerá en el futuro la forma en que Benedicto ha sabido afrontar y comunicar los abusos sexuales en la Iglesia. ¿Qué es lo que cambió?

–Todo el pontificado de Benedicto XVI estuvo acompañado por la cuestión de los abusos sexuales en la Iglesia. Ya conocía esta problemática como prefecto de la Doctrina de la Fe. No es algo que le cogiera desprevenido. Pero fue capaz de acertar con la estrategia de respuesta de la Iglesia, comenzando por la escucha. Es un pontífice que supo enseñar, con su comportamiento y con su implicación personal, cuál debía ser el enfoque apropiado ante este problema por parte de toda la comunidad cristiana. Escuchó personalmente los relatos de las víctimas. En todos los países que visitaba, y donde los obispos le pedían que lo hiciera, se puso a su disposición. Ha sido un ejemplo de escucha personal, que es el punto de partida necesario y correcto para afrontar esta crisis. A partir de ahí supo elaborar los documentos y directrices importantes, tanto del punto de vista jurídico, como del punto de vista pastoral. Quería que la comunidad cristiana mantuviera una actitud de escucha, acogida y solidaridad con las víctimas de abusos y sus familias. También promovió la formación de los agentes pastorales y del clero, tanto en seminarios como en las diócesis. Toda una serie de intervenciones que han abierto una vía amplia y responsable para afrontar estos crímenes. A mi juicio, esta actitud de afrontar el problema de cara, sin negar o minimizar los abusos, aceptando las críticas en primera persona, ha sido notable. Le preocupaba más la verdad que la propia imagen o de la institución. Ha puesto las bases para reconstruir la justicia.

El Papa Francisco no quiere una comunicación diseñada en los despachos, improvisa y se adapta a cada situación

–Usted vivió el cambio de Comunicación con el Papa Francisco. ¿Cómo explica que sea tan incomprendido en algunos ambientes?

–Los motivos de críticas en el pontificado pueden ser diversos. Hay personas que aplican prejuicios o que están aferradas a posiciones muy limitadas. También hay gente que no entiende ese estilo personal, de cercanía, de contacto directo con las personas. El hecho de dejar el papamóvil o el apartamento papal para estar más en contacto con la gente le han acercado a muchas personas, pero también hay quienes son partidarios de formas de comunicación y relación más solemnes y reservadas. Es comprensible que a algunos les cause desconcierto. En cuanto a quienes critican el contenido de algunos de sus mensajes, me parece que no son conscientes de cómo sus postulados, en cuanto a la inmigración, por ejemplo, no hacen más que actualizar el mensaje que ha mantenido la Iglesia durante veinte siglos. Me parecía increíble que el Papa tuviera que repetir al principio de su pontificado que «no soy más que un cristiano que sigue el Catecismo de la Iglesia Católica», que es la síntesis de las enseñanzas de la Iglesia. Este es el punto de referencia de Francisco, aunque en ciertos temas haya dado pasos adelante, como es en el tema de la pena de muerte, donde ya había un consenso que se ha consolidado con el tiempo. Es un paso adelante, pero con continuidad con la línea de la Iglesia.

Lombardi junto al Papa FranciscoEFE

–No debió ser fácil pasar de la formalidad de Benedicto a la espontaneidad de Francisco en pocos días. ¿Cómo lo vivió en la Sala Stampa?

–Se trata de entender bien el estilo de comunicación, el significado y el valor. Esta ha sido mi experiencia. Con tres papas diferentes, uno debe entender el modo mejor de servir y dar valor a cada uno. Francisco tiene un carácter de espontaneidad y libertad que debe ser entendido por su entorno. Tienes que aprender ese nuevo estilo, que desea tener un espacio de libertad en una comunicación que no se establece previamente en un despacho. Su carácter pastoral, de encuentro con la gente, le lleva a adaptarse en cada circunstancia. Quien trabaja en la Comunicación con él debe aprender a gestionarlo y saber cómo aprovechar esa capacidad, sin vivir contrariado porque haya gestos o declaraciones imprevistas. Es el riesgo, pero también la oportunidad de una libertad en los esquemas de la comunicación para que sea más directa y próxima. Cada personalidad tiene un modo diferente de acercarse y tratar a los fieles. Cada uno tiene que ser entendido por sus dones y acompañado en su particularidad.

–En su libro habla de la dificultad de gestionar ‘la constelación’ que acompaña a cada Pontífice. ¿Es más complicado trabajar con quienes le rodean que con el Papa?

–Hay determinadas personas a las que cada Papa encuentra en el Vaticano y a otros los elige. Son muchos colaboradores, con funciones diferentes. La comunicación se sitúa dentro de este grupo de personas, que son el Papa y sus colaboradores. Hay algunos geniales para la comunicación y otros que no tienen esa capacidad. En esa diversidad hay una diferencia de papeles. Francisco es un comunicador personal muy fuerte. Cataliza sobre su persona y sus gestos gran parte de la atención. Su papel como guía de la comunicación en esta fase es evidente, mientras que con Benedicto él era menos protagonista en primera persona. Con todos hay que saber adaptarse. 

Lombardi y Antonio Olivié conversando para El DebateR.R.