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Entrevista al nuevo arzobispo castrense

Juan Antonio Aznárez: «Pondré todo de mi parte para que la relación con la ministra Robles sea buena»

Sobre su nombramiento, los retos de este arzobispado tan singular, el trabajo de los capellanes militares y los retos para el presente curso le preguntamos al nuevo arzobispo castrense en su visita a El Debate

El pasado 9 de enero de 2022 tuvo lugar en la catedral castrense de Madrid la toma de posesión de Juan Antonio Aznárez Cobo como arzobispo castrense, ordinariato militar de la Iglesia Católica para las Fuerzas Armadas de España. Su nombramiento ha tenido lugar un año después del fallecimiento del anterior arzobispo, don Juan del Río Martín por coronavirus.

El sustituto de Juan del Río se ha hecho esperar más de lo contemplado en un inicio. El hecho de que en este nombramiento tomen parte el Ministerio de Defensa, la Casa Real, la Conferencia Episcopal Española y la Nunciatura Apostólica ha dilatado en el tiempo un cargo sensible y con una relevancia, todavía hoy, de vital importancia en el trabajo de la Iglesia española, al ser el máximo representante institucional ante los 121.000 militares, 78.000 guardias civiles y 68.000 policías que conforman los cuerpos de fuerzas y seguridad del Estado.

Conversamos con el nuevo arzobispo castrense. 

Juan Antonio Aznárez, nuevo arzobispo castrensePaula Argüelles

–¿Cuáles son los principales retos que tiene por delante?

–En primer lugar, conocer a fondo esta realidad. Estar con las personas y conocer el trabajo que se hace con el Ejército de Tierra, de Mar, de Aire, con la Guardia Civil, la Policía Nacional… La prioridad es escuchar mucho. Eso a título personal. Luego, como objetivo fundamental, tengo claro que es el mismo en todas las diócesis. Evangelizar. Tenemos demasiados bautizados no evangelizados. Tenemos que ayudar a esta tarea de todas las maneras posibles. Espiritualmente, por supuesto, pero también materialmente. Ahí está ese hermoso trabajo de Cáritas castrense, que, aunque tiene poco tiempo, están muy bien y creciendo.

–Cerca del primer aniversario de su efeméride, ¿qué legado ha dejado en este arzobispado Juan del Río y qué esperar obtener de él?

–Se le ha apreciado mucho porque ha trabajado mucho y bien. Entre otras cosas, potenció mucho la Cáritas castrense. Ha dejado una gran herencia. Yo aún estoy en mantillas. Necesito tiempo para ir conociendo la riqueza de su contribución. Mi fin es sumar, al igual que todo sacerdote u obispo que llega a un nuevo destino. Cada uno tiene su personalidad, sus prioridades, pero todo nos lleva a sumar. Estepa, monseñor Pérez González, monseñor Juan del Río, han ido sumando y yo confío en poder hacer lo propio, aunque sea un poco.

–Su nombramiento, al igual que el de otros colegas en la Iglesia española, se ha demorado algo más de lo esperado. El que haya tantos agentes implicados -Gobierno, Casa Real, Conferencia Episcopal o Nunciatura- ¿ha tenido algo que ver?

En este aspecto, tengo poco que decir porque yo sólo conozco el resultado. Sí que es cierto me ha llegado un eco de que el nombramiento podría haber salido antes, pero tampoco es algo que me haya interesado. Es el Santo Padre me ha pedido este servicio. Yo lo acepto y ya está. No me molesto en más disquisiciones.

–¿A qué cuestiones debe atender el arzobispo castrense en su día a día?

–Bueno, pues las de todo obispo, que es el escuchar, atender, cuidar a todos y muy especialmente a los que cuidan a otros, es decir, a los capellanes, a los vicarios… Hay que pastorear. Ser pastor y padre, con todo lo que conlleva. En algunas ocasiones, agradecer, en otras, felicitar, y en algunas, corregir. Un padre si es padre también, aunque no sea agradable, también toca, a veces, corregir.

El arzobispo castrense junto al presidente de ACdP, Bullón de Mendoza, y el director de El Debate, Bieito Rubido en la redacción del periódicoPaula Argüelles

–¿Ha detectado algo que haya que corregir en su nuevo cargo o es simplemente una figura retórica?

–No. De figura retórica, nada. Aún es pronto, pero me baso en mi experiencia previa, pues llevo 9 años de obispo auxiliar de Pamplona y Tudela y es así. A veces te toca quedar con personas, con sacerdotes, y decirle: «mira, esto no es así». No es agradable, pero lo haces obviamente para ayudar, para ayudar a la persona concreta y a los que de alguna manera dependen de él, a los que pastorea él.

–¿Qué tiene que decir la Iglesia ante situaciones comprometidas, crisis diplomáticas, o trabajo en capellanías en misión fuera de España que sean complejas?

–Hablo por aproximación, porque aún no he tenido la oportunidad de visitarles, pero por lo que me cuentan, insisto en lo de antes: tenemos que ser padres. Las misiones en el extranjero, sobre todo en algunas que entrañan dificultades especiales o peligro para la vida misma, nuestro trabajo es crucial. Son situaciones de tensión, de cansancio… Entonces, en esas situaciones, esa palabra cercana, esa escucha discreta, esa fe, es muy valiosa. Y ahí lo de ejercer de padre, pero en todos los ámbitos, en el ámbito, por supuesto, de la predicación, de la celebración de los sacramentos, pero también en el acompañamiento personal y en el estar siempre disponible.

El trabajo de los capellanes es crucial en las misiones militares en el extranjero

Juan Antonio Aznárez, arzobispo castrensePaula Argüelles

–¿Qué misiones va a atender en los próximos meses?

La primera actividad pastoral que tenemos es el próximo jueves, donde tenemos confirmaciones aquí en Madrid. Tenemos también la visita ad limina a la vuelta de la esquina. En febrero los ejercicios espirituales para los obispos… Y a partir de ahí iremos concretando la agenda.

–Sobre el encuentro con el Papa Francisco, ¿qué espera del mismo?

No es mi primera visita ad limina, porque ya estuve en la primera que hicimos. No es algo nuevo para mí, aunque sí lo es el hecho de ir como arzobispo castrense. Es un privilegio, es un regalo el poder estar con otros obispos, convivir con ellos, pasar por los distintos dicasterios y, por supuesto, estar con el Papa. Lo vivo como eso: un regalo.

–El presidente de la comisión de Migraciones en Polonia contaba la problemática que se podía dar en la frontera con Bielorrusia entre los soldados creyentes. Entre cumplir su misión sin desatender su fe. ¿Cómo se aborda este tipo de situaciones?

–Hay que salvar siempre a la persona, ver caso por caso, circunstancia por circunstancia… En cualquier caso, te respondería con la oración atribuida a San Francisco de Asís: «Haz de mí, Señor, instrumento de tu paz; donde haya odio, que yo ponga amor; donde hay discordia, que yo ponga bondad», etc. Poner el Evangelio. Recuerdo que el otro día, en la toma de posesión del cargo, el nuncio Aúza uso una expresión que me gustó mucho y que me parece atinada: «Mostrar a Cristo». Y es que es eso. Llevar a Cristo, mostrarlo, en tus actos, en tus palabras, con tus actitudes, en tu forma de tratar a los demás, en la acogida…

Margarita Robles, ministra de Defensa; Carlos Osoro, cardenal y arzobispo de Madrid, y Aznárez, arzobispo castrenseA.C.

–¿Qué opinión le merece el que desde las cuentas oficiales del Ministerio de Defensa, Ejercito, Estado Mayor, Policía y Guardia Civil no se hicieran eco de su nombramiento?

Ese tema lo desconozco y tampoco le doy mayor importancia. La señora ministra me llamó por teléfono para felicitarme y estuvimos hablando. Me dijo que iba a hacer una visita a la Cáritas castrense y aprovechamos esa circunstancia para encontrarnos. Y luego, por supuesto, nos vimos en el Ministerio de Defensa. Ella apreciaba muchísimo a don Juan del Río y la relación ha sido, hasta donde yo sé, muy buena. Confío en que siga siendo buena. Yo, por mi parte, pondré todo lo que está de mi parte.

–¿Qué mensaje le mandaría a la ciudadanía, a los feligreses, sobre el trabajo de la Iglesia en el arzobispado castrense?

–Mi invitación es a arrimar el hombro, a alimentar la fe. Alimentar nuestra relación personal con el Señor, también en el plano comunitario, y cuidar, cultivar, esa relación. De ahí viene todo y viene todo a través de la Palabra, los sacramentos, los hermanos, la vida de fe... Eso es lo fundamental, porque eso es lo que regenera a la persona, lo que regenera el matrimonio, lo que hace posible la familia cristiana, las vocaciones y que el mundo vaya conformándose más con el proyecto de Dios, que es lo mejor de lo mejor.

Monseñor Aznárez durante la entrevista en El DebatePaula Argüelles