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Andriy ZelinskyyVatican Media

Andriy Zelinskyy, el cura que lleva a Cristo a las trincheras de Ucrania

«También en la guerra, la Palabra de Dios puede encender la esperanza», dice el capellán militar de la iglesia greco-latina en una guerra que empezó en 2014 y que se ha cobrado 14.000 víctimas

Una de las tareas pastorales más complejas y menos publicadas es la de los capellanes militares. Sus parroquias itinerantes, a veces a pocos kilómetros del frente, atendiendo a soldados confrontando su fe con su profesión, muestran la máxima evangélica de «ir al mundo entero a predicar», sin importar las circunstancias en las que se encuentre su rebaño. 

Lo conocimos en la frontera de Polonia con Bielorrusia, donde el presidente de la comisión de migraciones del episcopado polaco, Krystof Zadarko, narraba cómo la situación vivida durante lo peor del conflicto migratorio «es algo que afecta a los soldados». «Son los capellanes militares los que están atendiendo a las fuerzas armadas y del orden. Son los que les ayudan a enfrentar estas situaciones. Aparentemente, los militares tienen prohibido hablar de lo que ocurre en la frontera, pero tenemos conciencia de que es algo que les afecta», decía Zadarko en su momento.

Nos lo contaba de primera mano el nuevo arzobispo castrense en España, Juan Antonio Aznárez, hace tan solo unas semanas: «Hay que pastorear. Ser pastor y padre, con todo lo que conlleva». «Las misiones en el extranjero, sobre todo en algunas que entrañan dificultades especiales o peligro para la vida misma, nuestro trabajo es crucial. Son situaciones de tensión, de cansancio… Entonces, en esas situaciones, esa palabra cercana, esa escucha discreta, esa fe, es muy valiosa. Y ahí lo de ejercer de padre, pero en todos los ámbitos, en el ámbito, por supuesto, de la predicación, de la celebración de los sacramentos, pero también en el acompañamiento personal y en el estar siempre disponible».

Esta es la realidad que lleva años viviendo Andriy Zelinskyy. Con su cruz de madera sobre el chaleco antibalas, el barro de las trincheras bajo las botas y el Evangelio en un bolsillo del traje de camuflaje. No es fácil ser capellán militar en Ucrania cuando soplan los violentos vientos de la guerra, tal y como cuenta Federico Piana en Vatican News. «Nuestra misión es estar al lado de los soldados y llevarles un trozo de Cielo para que no se vea mermada su capacidad de elegir el bien, de buscar la verdad, de proteger la justicia e incluso de contemplar la belleza», explica el padre Zelinskyy.

El padre Andriy Zelinskyy, capellán militar de la Iglesia greco-católica en UcraniaVatican Media

Tratando de llevar consuelo desde 2014

El sacerdote jesuita de la Iglesia greco-católica ucraniana siente un profundo dolor por la escalada de tensión en la frontera oriental del país. Desde que comenzaron los primeros enfrentamientos armados en el 2014, ha tratado de llevar consuelo y amor –narra Piana– a las zonas más afectadas, como Pisky, Scerokino, Avdiyivka y Vodiane. 

«En ocho años, hemos perdido 14.000 personas. Esto puede llamarse realmente una guerra híbrida, una guerra que, de hecho, ya está ocurriendo pero que muchos han querido ignorar», cuenta Zelinskyy.

Este sacerdote cuenta cómo en las trincheras, esa trituradora humana, se puede comprender mejor el valor de la vida humana. Entre las zanjas cavadas por los soldados ucranianos, se puede sondear el corazón de los hombres. 

«Con el tiempo he comprendido que no hay respuestas fáciles que dar a quienes han perdido un hermano, un amigo o un camarada, en un conflicto que el mundo no puede ver. Hay que saber escuchar e intentar que se encuentre al Señor de la paz través de la oración común». 

Entre la sinrazón de la guerra,  apunta Zelinskyy que «la fe ayuda a las personas a encontrar su camino en la oscuridad de la violencia. Incluso en la guerra, la Palabra de Dios puede encender una luz de esperanza». 

A lo largo de su conversación con Federico Piana, este sacerdote del rito greco-latino ha agradecido que el Papa Francisco haya dedicado una jornada de oración por la paz en Ucrania, tal y como recordaba en el día de ayer en la acostumbrada Audiencia General de los miércoles. 

«Sentimos una profunda gratitud por todo lo que el Papa está haciendo por Ucrania. Nos hemos dado cuenta de que no estamos solos y esto nos provoca una rica y profunda emoción. Todos debemos rezar junto al Santo Padre por la paz, no sólo para nuestro país, sino para el mundo entero y para cada corazón humano».