Entrevista
Borja Barragán: «Para un cristiano, invertir con coherencia va más allá de la huella de carbono»
El fundador de la empresa de 'faithful investing' Altum critica que los criterios de sostenibilidad que suelen emplearse en el mundo de la inversión se quedan cortos para el inversor católico
A su manera, la preocupación ética se abre paso en bolsa. Las cuestiones de sostenibilidad e igualdad pesan cada vez más a la hora de elegir las acciones de una u otra empresa, una tendencia que se concreta en los llamados criterios ESG. Son las siglas en inglés de Environmental, Social and Governance; es decir, el cuidado del medio ambiente, el impacto en el entorno social y el gobierno corporativo de la empresa.
Hace cuatro años, Borja Barragán dejó el banco en el que trabajaba para fundar Altum, una empresa de asesoramiento financiero que basa todas sus decisiones en el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. Para él, que se estén considerando los criterios ESG es un buen comienzo, pero –advierte– no es suficiente para el inversor católico que quiera ser coherente con su fe.
–¿A un cristiano no le basta con eso que llaman «inversión ética»?
–La cuestión es quién define lo que es 'ético': para un inversor cristiano, una empresa que no tenga emisiones de CO2 y presuma de paridad en su junta directiva pero que luego limite la libertad religiosa o fomente el aborto… Esa no será una opción ética. Los criterios ESG están bien como primer paso –es muy positivo pasar de no hacer nada a hacer algo–, pero se suelen quedar cortos.
–¿Los criterios ESG se miden igual en todas las compañías?
–No, no son consistentes ni coherentes. La inversión socialmente responsable –así se conoce también– tiene un componente subjetivo tremendo, porque depende de la vara de medir que se use y de quién lo esté midiendo. Cada compañía lo interpreta como más le conviene.
–¿Hay alternativa?
–Sí. En inglés le llaman faithful investing, «inversión coherente con la fe». Esto implica basar tu manera de invertir en virtudes inmutables, en valores del magisterio de la Iglesia que no cambian y son siempre buenos: la vida, la familia, la dignidad humana y la protección de la creación. Teniendo en cuenta, claro, que invertir en base a criterios de fe no implica sacrificar rentabilidad.
–¿La faithful investing no supone una desventaja competitiva a la hora de invertir?
–Es verdad que añades un filtro más, pero pongamos la situación en perspectiva: hay más de 15.000 compañías invertibles en el mundo. En Altum, sin ir más lejos, somos capaces de generar carteras de inversión ajustadas al riesgo de cada cliente y que responden igual o mejor que las convencionales. Lo que sí exige este enfoque es un trabajo de entrar hasta la cocina de cada empresa y ver si sus actividades entran o no en conflicto con el magisterio de la Iglesia.
–Si los criterios ESG son un primer paso, ¿la inversión coherente con la fe debe incluirlos y partir de ellos?
–No nos confundamos: la inversión ESG tiene que ver más con temas de sostenibilidad, y la faitfhul investing, con el campo de la moralidad. El problema que encontramos en muchos casos –como en los famosos Objetivos de Desarrollo Sostenible– es que se empiezan a entremezclar ambos campos en formas que pueden entrar en contradicción para un cristiano.
Invertir en base a criterios de fe no implica sacrificar rentabilidad
–¿Hay algún tema que cueste sacar a colación?
–Como somos una entidad independiente, podemos hablar con parresía de muchos temas que las grandes multinacionales no se atreven a sacar por ser políticamente correctos. Nosotros podemos hablar con las compañías sin tapujos de objeción de conciencia, de ideología de género, de instrumentalización de la procreación… Todo el mundo habla de lo fácil –sostenibilidad, huella de carbono…– pero hay muchas otras cuestiones que deben ser tenidas en cuenta para invertir con coherencia.
–Transhumanismo, cuestiones de bioética… ¿Cómo abordan los debates que están todavía en curso?
–Estamos obligados a estar constantemente al tanto. Tenemos un comité ético al que trasladamos estas preguntas. Estudiamos los temas polémicos internamente, contando con expertos de primer orden, y después lo implementamos en las políticas de la empresa. Con todas las cuestiones nuevas queremos ser siempre fieles a la Doctrina Social de la Iglesia, y muy pulcros.
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–No vale pintar con brocha gorda...
–No, eso sería lo más cómodo. Existen ahí fuera fondos de inversión que se dicen católicos y dicen «nosotros no invertimos en farmacéuticas». Pues eso puede ser un tremendo error, porque podrías estar invirtiendo en la empresa que encontrará la cura de la malaria. La diferencia entre lo moral y lo inmoral está en los detalles.
–¿El mundo anglosajón nos ha adelantado en este campo?
–Allí está más extendida la noción de ser coherente con la fe en todos los ámbitos de tu vida. En Europa está empezando a desarrollarse, y es cierto que los protestantes se han movido de forma mucho más rápida y eficiente… Aunque hace pocos meses la Conferencia Episcopal de EE.UU. publicó unas nuevas guías de inversión que coinciden con buena parte de los criterios que empleamos en Altum.
–Por último: tras una entrevista hablando de dinero, ¿qué le dirá a los que estén pensando en el camello y el ojo de la aguja?
–Que en esa visión hay mucho de caricatura, porque cuando Jesús habla del ojo de la aguja, se refiere a dónde está el corazón, si en las riquezas o en Dios. No hay que caer en la hipocresía: todos sabemos que para realizar buenas obras es necesario tener bienes materiales. Dios nos ha dado una serie de dones, materiales y espirituales, y tenemos la obligación de gestionarlo de la mejor manera posible, para que den fruto. Al final, el dinero no es un bien ni un mal en sí mismo; todo depende de cómo lo utilices… y de cómo lo obtengas. En esto sí hay que ser muy cauto y pulcro.