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Joseba SeguraDiócesis de Bilbao

Entrevista a Joseba Segura

El obispo de Bilbao: «Hay un problema de claridad a la hora de contabilizar los recursos de la Iglesia»

Conversamos con el obispo de Bilbao sobre algunos de los principales asuntos de la diócesis

Desde hace dos años y medio, Joseba Segura es obispo titular de la diócesis de Bilbao. Tras la salida de Mario Iceta a la archidiócesis de Burgos, Segura ha tenido que lidiar con una pandemia que ha forzado a que la labor asistencial de la diócesis se haya disparado en los últimos años; además de atender a las singularidades de esta parte de la Iglesia en el País Vasco.

La conversación con él discurre de forma fluida, algo apurada por los problemas de conexión y los compromisos que hay por delante. Hombre de ideas claras, Segura repasa con El Debate la actualidad de su diócesis y algunos de los asuntos que han copado las portadas en las últimas semanas en relación a los abusos en las estructuras eclesiales, las cuentas en la Iglesia y el trabajo de reconciliación tras ETA.

En relación a años anteriores, hemos visto un incremento muy notable en materia caritativa por parte del obispado de Bilbao para atender las necesidades que ha traído consigo la pandemia. ¿Cómo han gestionado esa ayuda?

–Han crecido los grupos más vulnerables, como madres con niños a cargo, ancianos, personas que sufren la soledad. También la precariedad laboral o los menores no acompañados, que una vez han cumplido la mayoría de edad, se quedan en la calle. Aquí hemos querido incidir, especialmente en materia de vivienda, apoyando a estos chavales, ayudándoles también en escuelas profesionales que dependen de la diócesis. Es reseñable el trabajo que hace Cáritas en este aspectos porque, a pesar de la escasez de recursos, hemos podido atender a muchas personas que lo necesitaban. Y esto, por su puesto, no se habría podido dar sin la generosidad de tantos fieles que han sumado con donativos y compartiendo su tiempo, acompañando en la integración de aquellos que lo requerían.

–Como obispo responsable del secretariado para el sostenimiento de la Iglesia y miembro del consejo de Economía de la Conferencia Episcopal Española, le quería preguntar por la diferencia existente de un año a otro en lo que corresponda a las memorias de actividades. En algunos casos hay saltos significativos. ¿A qué obedece esta cuestión?

–Hay una preocupación sobre los procedimientos de contabilidad de las realidades económicas y de recursos humanos en las diócesis. Es una cuestión que no está consolidada todavía. Ha habido en un momento determinado de hacer las cosas «a ojo» que diríamos. Ahora se están definiendo mucho más y cada vez vamos, progresivamente, proporcionando unos datos que son más reales, más contrastados. Ante la gran diversidad y procedimientos de contabilidad, desde la CEE se quiere promover una unificación de criterios para saber la evolución de la diócesis en cuestión. Pero sí. Hay un problema de claridad a nivel de procedimientos y criterios para elaborar contabilidades con cierta consistencia.

Joseba Segura, obispo de Bilbao, en una imagen de archivoD.B.

–El otro día, desde la CEE, se señalaba la «total disposición de la Iglesia» para que se investiguen los casos de abusos que puedan haber ocurrido en su seno, al mismo tiempo que se incidía en la importancia de ver qué está pasando en la sociedad, en el ámbito familiar, sobre está cuestión. Parece, sin embargo, que determinadas formaciones políticas y medios de comunicación está subrayando solamente lo que pasa en la Iglesia. ¿Qué opinión le merece esta situación?

–Hay determinadas personas que tienen una agenda donde consideran que este es un punto débil que tiene la Iglesia, y que tiene muchísimo impacto en la sociedad y que busca, claramente, debilitar la institución eclesial. En cualquier caso, en lo que me gustaría incidir es que a mí la agenda no me tiene que hacer nadie. Como Iglesia, tenemos una responsabilidad histórica a lo que se ha hecho en este caso, sea mucho o poco. Como obispo, mi deber es asumir lo que la Iglesia ha hecho en un momento determinado y donde no se abordó adecuadamente. A mí no me ayuda que haya este problema en otro lado. Si ha habido personas, especialmente niños, con los que se ha tenido un comportamiento inaceptable, en total contradicción con el Evangelio y la persona, lo mínimo que se merecen es respeto. Yo quiero que todos los casos salgan, que no haya opacidad y que seamos conscientes de que ya no controlamos los medios ni la comunicación, como en otro momento. Por tanto, por mi parte, que salga todo. Ahora bien. ¿Hasta qué punto este es un problema de la Iglesia o es un problema que también tiene la Iglesia? Hay otros ámbitos en los abusos es un problema muy serio.

–¿Cuál es el rol de la Iglesia vasca en el proceso de reconciliación tras décadas de violencia?

–Hay una cuestión que es crítica. Que es la perspectiva que unos y otros puedan tener sobre el papel que ha tenido la Iglesia vasca durante aquel periodo. Se ha dicho que aquí el problema era que había una Iglesia nacionalista. Ahora, si uno ve las nuevas vocaciones, los últimos 20 sacerdotes que se han ordenado aquí en Bizkaia, se da cuenta de que esa idea describe una realidad que ya no es y que no es del futuro, porque el carácter, el espíritu incluso la inclinación política de las nuevas generaciones del clero es diferente que sí que han vivido los sacerdotes más mayores, que vivieron con Franco, que no podían usar su lengua... Estas cuestiones ya no están. Lo que hay es el deseo de transmitir la experiencia del Evangelio y atender al proceso tan marcado de secularización que se está viviendo en el País Vasco, al igual que en otras zonas como Cataluña.

Hay que subsanar aquellas cosas que no hemos hecho del todo bien

Aquí, hace dos generaciones, todos estaban en la Iglesia. Ahora hay una distancia muy grande y no es porque los curas no sean cercanos, serviciales, buenos. No. Hay que ver qué está pasando. Queremos construir una comunidad que, aunque sea relativamente pequeña, no puede justificar la ilegitimidad que se ha vivido, o justificar lo que ha pasado por razones políticas. Tenemos que estar cercanos a las personas que han sufrido. Ahí está la reconciliación: en subsanar aquellas cosas que no hemos hecho del todo bien y también desterrar esa idea de que la totalidad de la Iglesia vasca ha apoyado la violencia, porque es algo muy débil sin argumentos históricos.

–Como miembro de la comisión episcopal de Misiones y Cooperación entre Iglesias, y ahora que acabamos de celebrar la Jornada Mundial de la Vida Religiosa, le quería preguntar por la pérdida por goteo de este tipo de vocación y por las `suspicacias´ ante el crecimiento de comunidades religiosas y vocaciones en otras partes de Asia o África.

–En Europa tenemos el peligro del eurocentrismo. Vivimos en un mundo enormemente complejo, con una cantidad de desafíos tremendos y donde la experiencia de Dios o la experiencia de la fe es distinta. Lo que aquí se protege y mengua, en otros sitios se persigue y crece. Tenemos que ser prudentes cuando se vierten críticas sobre las nuevas vocaciones en otro países. Cómo puedo juzgar lo que está pasando en África o en la India cuando nosotros hemos vivido situaciones simulares no solamente en los últimos 50 años sino durante siglos. ¿Cuál era la razón de mucha gente que entraba a la vida religiosa? ¿Era pura su intención? Pues no necesariamente. Había multitud de situaciones. Por eso tenemos que tener mucho cuidado a la hora de juzgar a los demás. Esto es Evangelio puro: «no juzguéis y así no os juzgarán tan duramente». En efecto que debe haber una preocupación por el discernimiento en las comunidades de origen pero qué duda cabe que la vida religiosa está cambiando de color. Por eso hay que discernir, ayudarlos a vivir las dimensiones de una vida de Iglesia que ahora está debilitada, a que vengan a formarse, por ejemplo, aquí, en España, por los motivos adecuados y que estén centrados en lo que se supone que tenemos que estar centrados: en la experiencia de Dios y la libertad que llega con el Evangelio.

El obispo de Bilbao, junto a los fieles de la diócesisD.B.