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Rodrigo Guerra

Pontifica Comisión para América Latina

Entrevista a Rodrigo Guerra

El secretario de la Pontificia Comisión para América Latina: «Vemos pérdida de fieles, pero no más ateos»

El hombre fuerte del Vaticano al otro lado del atlántico es laico, con un discurso fresco, capaz de diagnosticar las virtudes y problemas a abordar por parte de la Iglesia católica en estos territorios

El secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, el mejicano Rodrigo Guerra, lamenta que disminuya el número de católicos en la región, pero recuerda que no aumenta el ateísmo. La experiencia religiosa sigue siendo fuerte en el Nuevo Continente. Entre sus grandes proyectos está el Jubileo Guadalupano, en 2031. Asegura que la Virgen de Guadalupe fue el fenómeno que en el siglo XVI reconcilió a dos pueblos enemistados, cuando indios y españoles se arrodillaron ante al misma imagen. A partir de ahí, la Comisión trabaja de cara a los 500 años de las apariciones de la Virgen como un Jubileo que ayude a reconstruir el tejido social en la región, siempre desde una conversión cristiana.

¿Qué tipo de iniciativas promueve la Comisión para América Latina?

–Nuestra principal tarea es estar atentos a las necesidades reales y expresadas por los obispos de América Latina. Nuestras estrategias no son otras que las que vienen de las Conferencias Episcopales y se confirman por parte del Papa Francisco. La estrategia principal del Pontificio Consejo está en el eje y el corazón de Aparecida. Tal y como se escribió en ese encuentro, la clave es «recomenzar desde Cristo». En otras palabras no hay nada más renovador y transformador que anunciar el Evangelio, declarando que Jesús no es una metáfora, no es un taumaturgo del pasado, sino que es un acontecimiento presente y personal que podemos verificar en la experiencia a través de una compañía, que es la Iglesia. Cuando esto sucede se repropone la dimensión comunitaria de la Iglesia, la necesidad de construir comunidades de discipulado misionero en toda América Latina y de atender el cambio de época. Todo esto, en el año 2022, significa estar atentos a las nuevas pobrezas y a las nuevas realidades que han emergido tras la pandemia. Con estas premisas en la cabeza respaldamos proyectos que tengan un fuerte impacto evangelizador en América Latina. No todos los que quisiéramos, pero sí algunos que resulten emblemáticos y fortalezcan las diócesis.

¿Puede poner algún ejemplo?

–Tenemos cerca de 100 proyectos. Algunos pequeños, otros muy grandes. Lo hacemos de manera discreta, sin tener protagonismo, con la reparación de un seminario, una diócesis en apuros... Un caso singular es el apoyo a la Iglesia en Haití, que ha sufrido desastres naturales y sociales. El Santo Padre ha querido apoyar a los obispos, con ayudas directas en Haití.

Rodrigo Guerra conversando con nuestro corresponsal en el Vaticano

Rodrigo Guerra conversando con nuestro corresponsal en el VaticanoR.R.

Un diario norteamericano destacaba hace pocos días el declive de la Iglesia Católica en América Latina...

–Lo que publica el Wall Street Journal es en parte una realidad y en parte ofrece elementos que merecen una matización. Partimos de que se está dando un cambio en la demografía de la Iglesia Católica en América Latina. Sin embargo, el desgaste no es homogéneo, ni responde a las teorías convencionales de la secularización. Quienes piensan que a mayor urbanismo, mayor educación, mayor ciencia y tecnología, menor interés por la religión. Eso en América Latina nunca se ha dado. Hoy podemos ver como pobres, ricos y élites ilustradas vivimos de manera diversa la experiencia religiosa con gran intensidad. Nunca se vivió, ni siquiera en los países que hicieron más campaña militante para extirpar la religiosidad lo han logrado. Lo podemos ver claramente en la isla de Cuba, donde la experiencia religiosa aparece y reaparece con gran fuerza. Hoy vemos cómo el pueblo latinoamericano recupera la experiencia religiosa, a veces por vías que no son católicas. Vemos pérdida de fieles en la Iglesia Católica, pero no para sumar a las filas del ateísmo o el agnosticismo. Las personas cambian a otras modalidades de pertenencia religiosa, a veces tipo iglesia pentecostal, a veces para no pertenecer a ninguna, pero considerándose personas con un sentido espiritual y religioso de la vida.

¿Qué papel tiene en ello la religiosidad popular?

–Ahí es donde una socióloga mexicana importante, René de la Torre, evalúa un caso como el mexicano. Cuando estudiamos los resultados de un censo del 2020 se presenta un deterioro de la pertenencia a la Iglesia Católica de medio punto porcentual por año. Hay deterioro, pero muy constante desde hace 20 años. No dramático y no afectado por los grandes escándalos de abusos que ha habido en México. Ella se pregunta por qué ese tipo de escándalos han generado un deterioro grande en Chile, pero no en México. La respuesta que ella arriesga es la religiosidad popular. Se trata de una especie de colchón que permite que siga habiendo experiencia de pertenencia a la fe católica en México y en otros países de América Latina. En gran parte del siglo XX en la Iglesia Católica la religiosidad popular se tomaba con precauciones. La actitud de los obispos en Aparecida, en el año 2007, y hoy el Papa Francisco reconocen explícitamente que hay frutos del Verbo y del Espíritu en la religiosidad popular. Se reconoce como camino de santificación, necesitado de evangelización explícita y catequesis formal y no como una experiencia espiritual de segundo nivel, para iletrados.

¿Cómo se va a promover este activo de la Iglesia?

–El Papa ya ha comenzado a señalar que en el año 2031 en América Latina viviremos un gran Jubileo Guadalupano, con motivo del Quinto Centenario de las apariciones de la Virgen. Estos primeros anuncios que ya ha hecho el Papa son importantes porque marcan un derrotero y una agenda evidente. En el acontecimiento guadalupano uno encuentra opción por los pobres, evangelización inculturada, sinodalidad y, claramente, anuncio explícito de la centralidad de Jesucristo. Son cuatro ejes que forman parte de la agenda pastoral de América Latina que se verán favorecidas por esta preparación. María de Guadalupe, en su mensaje al indio Juan Diego nunca atemoriza, nunca amenaza, nunca señala desastres. Aconseja con ternura, compasión y misericordia. Y lo invita a ser él, Juan Diego, el protagonista del anuncio del Evangelio ante el obispo. El obispo será evangelizado por San Juan Diego, en un verdadero ejercicio sinodal. No solamente es acercarse al obispo, sino es anunciar a Jesucristo. Y el obispo discierne y pide las pruebas necesarias. Ese es un gran mensaje para la América Latina de hoy.

En América Latina no tendremos grandes recursos económicos pero sí contamos con personas que desde la pobreza y la marginación colaboran colaborar a la expansión del Reino de Dios

Sinodalidad sin comunión es populismo eclesiástico. Comunión sin sinodalidad se puede prestar a rigideces indeseables. Ambas cosas, sinodalidad y comunión, deben caminar de la mano. La sinodalidad es para la comunión. Eso en Guadalupe es clarísimo. Además, el acontecimiento guadalupano nos recuerda que Dios escoge a los últimos, a los más débiles, a quienes se sienten incapaces, para ser más explícito que es Dios quien actúa para cambiar el mundo. Todo esto es pura pastoral para América Latina, donde quizá no tendremos grandes recursos económicos pero sí contamos con personas que desde la pobreza y la marginación pueden descubrir que pueden colaborar a la expansión del Reino de Dios.

¿Cómo puede ayudar esta devoción en el mundo de hoy?

–María de Guadalupe en el siglo XVI fue el factor fundamental, a nivel empírico, de manera sociológicamente demostrable, que ayudó a reconciliar a dos pueblos enemistados. Hoy, y es nuestra gran apuesta, María de Guadalupe no es solo una devoción privada. Es un programa para reconstruir el tejido social. Para ayudar a que desde el fondo del corazón, con conversión cristiana, podamos contribuir a que nuestra sociedad encuentre caminos de desarrollo. Hay que recordar que una clave de la integración entre indios y españoles arranca en el momento en que se arrodillan juntos ante la misma imagen de la Virgen.

¿Hasta qué punto se ha extendido la ‘cultura de la cancelación’ en América?

–Tanto las leyendas negras, como las leyendas rosas en América Latina han resultado incorrectas. Se cometieron excesos indeseables en la conquista y evangelización. Pero al mismo tiempo hubo testimonios extraordinarios, que desde un punto de vista humano podríamos calificar de heroísmo y desde un punto de vista cristiano es santidad. Todo merece ser reconsiderado críticamente. Es verdad que los Católicos a veces hemos lastimado a nuestros hermanos indígenas. Es algo que el Papa Francisco ha reconocido en determinados momentos, al igual que san Juan Pablo II o Benedicto XVI. Es bueno pedir perdón, por la conciencia de que ser cristiano no es anunciar la propia coherencia, sino anunciar que algo más grande que nuestra incoherencia nos ha redimido. Lo que anuncia hoy día la Iglesia en América Latina no es que hemos sido inmaculados, sino que una Iglesia que ha traicionado o herido a otros, reconoce que Jesús nos perdona a todos y nos invita a vivir una nueva humanidad reconciliada. Así que el dolorismo de algunas peticiones de perdón que sacan de la ecuación el tema de la reconciliación, del abrazo, de la acogida de nuestra herencia tiene que ser corregido y madurado por la Iglesia.

¿Y ese problema se acentúa por el populismo?

–En América Latina, en los años 80 y 90 parecía que habíamos encontrado el camino de la Democracia. Parecía que había una cierta madurez. Cuando uno mira la calidad de la Democracia vemos que esos anuncios de finales del siglo XX no se cumplieron. La democracia electoral nunca es suficiente, hace falta una cultura democrática, que va más allá de contar votos en una urna. La falta de esa cultura democrática ha hecho que lleguen al juego democrático líderes autoritarios, con fenómenos de regresión democrática. La interpretación que hace la Iglesia es que los valores que sostienen al democracia, como bien planteaba Joseph Ratzinger, provienen de la familia, de la escuela y de las iglesias. Allí es donde se construyen los valores de la Democracia. La Democracia vive de valores pre-políticos. Por eso la contribución de la Iglesia a la construcción de la Democracia es esencial.

Rodrigo Guerra y Antonio Olivié desde Roma

Rodrigo Guerra y Antonio Olivié, en RomaR.R.

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