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Benedicto XVI desmiente las acusaciones de Múnich y pide perdón a las víctimas

El Papa emérito ha acompañado el escrito de desmentido de las acusaciones con una carta abierta en la que asegura la culpa y la vergüenza con la que siempre ha mirado a las víctimas

El equipo de colaboradores de Benedicto XVI ha desmentido con precisión las acusaciones en el informe de Múnich, donde era acusado de no haber actuado correctamente en cuatro casos de abusos cuando era arzobispo. Pese a ello, el Papa emérito insiste, en una carta abierta, en la actitud que tuvo siempre en sus encuentros con víctimas de abusos: «me avergüenza profundamente, me duele y les pido sinceramente perdón».

«Joseph Ratzinger no conocía el hecho de que el sacerdote X fuese un abusador, ni que se le había encomendado una actividad pastoral. Los datos muestran que en la reunión del 15 de enero de 1980 no se decide el encargo del sacerdote X para una actividad pastoral». Es el primero de los desmentidos que afectan a cuatro sacerdotes en total y que contribuye a dar luz sobre la responsabilidad del que fue arzobispo de Múnich.

No conocía los abusos

Con respecto a los otros tres casos en los que se atribuye un comportamiento erróneo a Ratzinger, el informe presentado hoy por su equipo es definitivo. «En ninguno de los casos analizados por los peritos, Joseph Ratzinger conocía los abusos sexuales cometidos o la sospecha de abusos sexuales cometidos por sacerdotes. El informe no aporta ninguna prueba en caso contrario». Aseguran que no hay ningún elemento que corrobore la acusación de «comportamiento erróneo o de participación en copertura de abusos».

Junto a ello, el informe acusa a Ratzinger de «minimizar los actos de exhibicionismo». La respuesta del equipo del Papa emérito es que esta acusación está fuera de contexto, ya que Ratzinger explicitamente los califica de «terribles», «moralmente reprobables» e «irreparables». Su objetivo era diferenciarlos de otros delitos de abuso, ya que en el Derecho Canónico vigente en aquella época el exhibicionismo no se presentaba como delito propiamente dicho, como tampoco en la normativa penal de aquel tiempo. Por ello, en ningún caso «minimizaba el exhibicionismo, sino que lo condenaba clara y explicitamente».

La reunión del 15 de enero de 1980

También aclara el equipo de colaboradores de Benedicto XVI el error sobre su asistencia a una reunión el 15 de enero de 1980. Desmienten que se trate de «haber declarado en falso y mentir», ya que en otras ocasiones, incluso por escrito en uno de sus libros, sí se refiere a esa reunión. Explican en su equipo que se trató de un error de transcripción y citan con nombre y apellidos a la persona que cometió el error en su trabajo.

De cualquier forma, el Papa emérito ha acompañado este escrito de desmentido de las acusaciones con una renovada petición de perdón a todas las víctimas. Asegura que «en todos mis encuentros, sobre todo durante tantos viajes apostólicos, con las víctimas de abusos sexuales de sacerdotes he mirado a los ojos las consecuencias de una grandísima culpa y he aprendido a entender que nosotros mismos estábamos siendo arrastrados por esta culpa cuando la descuidamos o cuando no la afrontamos con la necesaria determinación y responsabilidad, como sucede a menudo».

Benedicto XVI muestra su «vergüenza»

Por este motivo, Benedicto XVI afirma que «como en aquellos encuentros, de nuevo solo puedo expresar ante todas las víctimas de abusos sexuales mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi más sincera petición de perdón». El Papa emérito asegura que «he tenido una gran responsabilidad en la Iglesia Católica. Por ello es aún más grande mi dolor por los abusos y los errores que han tenido lugar durante el tiempo de mi mandato en distintos lugares. Cada caso concreto de abusos sexuales es terrible e irreparable. A las víctimas de abusos sexuales va mi profunda compasión y mi amargura por cada caso particular».

Benedicto XVI termina esta carta abierta con la confesión de que «muy pronto me encontraré ante el juicio final de mi vida». Frente a ello se encuentra con «el ánimo sereno porque confío firmemente en que el Señor no es solo un juez justo, sino al mismo tiempo el amigo y el hermano que ha padecido él mismo por mis insuficiencias».

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