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El profesor del CEU aborda los entresijos de la cultura wokePaula Argüelles / Paula Andrade

Entrevista

Jorge Soley: «La mentalidad de los canceladores es pseudorreligiosa, se imaginan en una cruzada»

El presidente de European Dignity Watch firma el manual de la campaña de la ACdP Cancelados y reflexiona sobre las implicaciones de la corrección política

«Combatir la cultura de la cancelación es la gran batalla de nuestro tiempo», asegura, contundente, el profesor Jorge Soley. El también presidente de European Dignity Watch ha escrito el libro que acompaña la última gran campaña de la Asociación Católica de Propagandistas, Cancelados.

Titulado Manual para comprender y resistir a la cultura de la cancelación, el ensayo se puede descargar gratuitamente desde la página web de la campaña. Por sus páginas desfilan cancelados y canceladores para dar respuesta a preguntas como «¿solo un mongol queer vegano menor de veinte años puede traducir a otro mongol queer vegano menor de veinte años?».

–Hablamos de corrección política, ¿empezamos definiendo los términos?

–La corrección política es una corriente que nació en el ámbito intelectual y ha invadido todos los ámbitos de la vida. Va más allá de la censura y la autocensura: es un fenómeno que restringe enormemente lo que se puede decir para –así– restringir enormemente lo que se puede pensar. Es, en definitiva, una lucha por transformar el sentido común.

–¿Cómo?

–Decía el intelectual comunista Antonio Gramsci que la revolución no triunfaría mientras exista el sentido común, porque está cargado de supuestos previos. Por ejemplo, hoy el canibalismo es algo inconcebible, es algo que no tiene sentido. Los impulsores de la corrección política pretenden que –por ejemplo– asignar sexo a un niño al nacer sea igualmente impensable.

Jorge Soley, en el último Congreso Católicos y Vida Pública sobre la corrección políticaPaula Argüelles

–¿Qué objetivo se persigue con este cambio?

–Eliminar los últimos vestigios de la civilización cristiana, que para los seguidores de la corriente woke es la raíz de toda una serie de opresiones. Es un retorno al mesianismo secular, quieren instaurar una utopía en la tierra. Aún así, por mucho que el hijo se rebele, se sigue pareciendo al padre: de ahí que los canceladores se entreguen a su tarea con entusiasmo pseudorreligioso, porque la conciben como una cruzada.

–Un concepto recurrente en su libro es la figura de la víctima, ¿qué papel juega en esta liza?

–Hoy, presentarse como víctima es el gran negocio. De nuevo, tengamos en cuenta que vivimos en un mundo post-cristiano. Antes, la víctima era el derrotado, el apestado… pero Cristo la transformó en portadora de justicia, en alguien con legitimidad. Alguien con derecho a reparación. Por eso, la dinámica de la corrección política es buscar a toda costa colectivos victimizados –sea esta condición real o no–, hacerles conscientes de su situación y generar una dinámica de lucha para que avance la historia.

Una de las viñetas de El libro de los cancelados, por Jorge SoleyACdP

–El manual enumera «términos que hacen saltar las alarmas», como etnocentrismo o cisnormatividad. ¿Por qué decidió incluir esta lista?

–Porque hay quien piensa –con buena fe– que se pueden acoger algunas reivindicaciones woke e interpretarlas de forma correcta. Yo pienso que no, porque esas palabras van cargadas de significado que no escogemos. Me parece contrabando ideológico: un caso clarísimo es la Agenda 2030, que cuela cuestiones propias de esta revolución junto a aspectos que nadie rechazaría, como combatir el hambre en el mundo.

–¿Cómo ve el futuro en lo relativo a esta cuestión?

–No sé si soy optimista o pesimista, pero sé dos cosas. Primero, sigo creyendo que existe una verdad, y que los ataques a la realidad tienen un recorrido limitado. Segundo, me da esperanza ver las contradicciones internas que surgen en el entramado de lo políticamente correcto. Tal vez lo más evidente sea la contradicción entre feminismo y la llamada revolución transgénero, pero van a aflorar cada vez más. Mientras, lo que pienso es que tenemos que ser valientes y animarnos –como nos decía Aleksandr Solzhenitsyn– a no mentir nunca, a decir siempre la verdad.