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Vidriera de san Patricio

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San Patricio, de esclavo a evangelizador de Irlanda

Del cuidado de una piara de cerdos a llevar la Buena Nueva de Dios a la isla del trébol. Repasamos la historia y recovecos de la vida de Patricio, el misionero del norte que enfrentó a los druidas y reyes

Hoy es el día de san Patricio de Irlanda. Sin él, ni los monjes irlandeses hubiesen salvado la civilización occidental en la alta Edad Media ni tendríamos el Trinity College ni estaría la isla limpia de serpientes, como luce hoy. Para milagros, pues, los de este santo que llevó la Buena Noticia a los irlandeses y se llevó las serpientes a otro sitio que no conocemos. Ríanse del flautista de Hamelín con las ratas.

Nuestro santo nació en Britania, seguramente cerca del Muro de Adriano. Antonio Rivero Taravillo dice en su precioso En busca de la isla esmeralda. Diccionario sentimental de la cultura irlandesa (Fórcola, 2017) que pudo ser en el año 493. Hoy no vamos a soliviantar a un enamorado de Irlanda así que demos por buena la fecha. En todo caso, fue durante el fin de dominio romano.

Naturalmente, los descendientes de César no se marcharon de un día para otro. Muchos se quedaron y mantuvieron viva la llama de la cultura latina. Sin embargo, el tiempo de los bárbaros había llegado. Cuando tenía quince años, a Patricio lo secuestraron unos piratas –otros dicen que eran bandidos– y se lo llevaron a Irlanda como esclavo. El propio santo contó su historia en un relato de vida titulado Confessio, cuyas resonancias agustinianas no pasarán desapercibidas al lector humanista. Trabajó cuidando cerdos hasta que pudo huir al cabo de cinco años de hambre y penurias. Supo que iba a escapar cuando escuchó una voz que le decía: «Tu hambre se ha visto recompensada: vas a ir a tu casa». Como Frossard muchos siglos después, Patricio conoció una amistad que no era de la tierra. Con Dios nunca se sabe. A este santo, la voz le dijo: «Mira, ya está lista tu barca». Así pudo nuestro joven recobrar la libertad.

Sin embargo, la tripulación de la barca, que lo ayudó en su fuga, no lo condujo a Britania, sino a algún lugar de la Europa continental. Cahill (De cómo los irlandeses salvaron la civilización, Debate, 1998) conjetura que tal vez pudo ser la Galia durante el tiempo en que la asolaron los germanos que cruzaron el Rin helado. Famélicos, en medio del páramo desolado, los marineros se revolvieron contra Patricio reprochándole el abandono de Dios, pero nuestro santo les respondió con fe. «Desde el fondo de vuestros corazones, volveos confiadamente al Señor, mi Dios, porque para él nada hay imposible. Y hoy os enviará alimento para vuestro viaje hasta que os saciéis porque él tiene abundancia por todas partes». Entonces, sigue Cahill, apareció una piara de cerdos al trote. Dios no escatima sus dones y a estos hambrientos les envió una matanza entera.

Un hombre disfrazado de san Patricio el día de su conmemoración como patrón de Irlanda

Un hombre disfrazado de san Patricio, el día de su conmemoración como patrón de IrlandaE.P.

El misionero que le «imprimió carácter»

Así, Patricio logró llegar a buen puerto, estudiar, ordenarse sacerdote y regresar a Irlanda para evangelizar a sus habitantes. No fue el único misionero que recibió la isla, pero sin duda le imprimió un carácter único. Se enfrentó a los druidas y a los reyes. Abogó por la libertad de los esclavos. Como buen discípulo, temió por su vida, mas sabía de quién se había fiado: «Todos los días estoy dispuesto a ser asesinado, traicionado, esclavizado… lo que sea. Pero no tengo miedo a ninguna de esas cosas a causa de las promesas del cielo; porque me he puesto en manos de Dios Todopoderoso». Ahí están los frutos de su misión.

Por eso, no debe sorprendernos que esta fiesta sea en Irlanda no sólo religiosa, sino también patriótica e identitaria. Uno celebra san Patricio porque es irlandés y basta. Así que hoy no se repriman. Vayan a Misa para dar gracias a Dios que suscitó y suscita misioneros y, después, atrinchérense a alguna taberna para cantar y beber en honor de San Patricio de Irlanda.

Que la fiesta les sea propicia.

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