Teresita, la pequeña misionera madrileña que camina hacia la santidad
El pasado 7 de marzo de 2021, Teresita Castillo de Diego falleció a la edad de 10 años por culpa de un tumor cerebral en el Hospital Universitario de La Paz. Murió siendo una de las misioneras desde su cama más jóvenes del mundo
no hay antídoto más eficaz para el olvido que la memoria viva de aquellos con los que nos hemos tropezado por el camino, dejándoles algo nuestro pero que no era de nosotros. Así lo hizo Teresita Castillo de Diego, la misionera española más joven de nuestro tiempo.
«Con muchísima prudencia he decir que hay signos de santidad. Y hablo por mí, sin ser para nada santero. Pero si la historia de Teresita dentro de unos meses sigue estando presente, habrá que pensárselo. En Roma dan muchísima importancia a la santidad de los niños», dijo para la revista ECCLESIA el vicario episcopal de la Vicaría VIII de la archidiócesis de Madrid, el agustino Ángel Camino Lamela.
Fue a través de una carta que Camino Lamela envío a sus sacerdotes que la historia de la pequeña misionera atravesó el mundo con su testimonio de fe, despertando una cadena de oración e intercesiones importantes.
A continuación, reproducimos la conversación que mantuvieron Camino y Teresita y que quedó reflejada en la misiva cuando la pequeña misionera ya estaba en fase terminal.
–Me traes a Jesús, ¿verdad?
–Sí -le respondo-, te traigo a Jesús y la fuerza del Espíritu Santo con la Unción.
–¿Sabes una cosa? Yo quiero mucho a Jesús.
Lo oye su madre y dirigiéndose a su hija le dice:
–Dile a Ángel lo que tú quieres ser.
Mira fijamente a su madre y le dice:
–¿Se lo digo de verdad?
–Tú verás.
–Yo quiero ser misionera.
Me impacta tanto su respuesta, totalmente inesperada para mí, que cogiendo fuerzas de dónde no tenía, por la emoción que me produjo su respuesta, le digo:
–Teresita, yo te constituyo ahora mismo misionera de la Iglesia, y esta tarde te traeré el documento que lo acredita y la cruz de la misionera.
–P. Ángel, ¿sabes una cosa? Yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús.
A continuación le administro el sacramento de la Unción, le doy la comunión y la bendición apostólica del Papa Francisco. Fue un momento de oración, sumamente sencillo pero profundamente sobrenatural. Se unieron a nosotros algunas enfermeras que espontáneamente nos hicieron unas fotos, para mí totalmente inesperadas, y que quedarán como un recuerdo imborrable. Nos despedimos mientras ella con su mamá se quedaba rezando y dando gracias.
«Asumir la cruz es lo más espectacular»
Paula Alió es prima de la madre de Teresita. Trabaja en la editorial EDICE, dentro de la Conferencia Episcopal Española, y así lo contaba a ECCLESIA durante su conversación para la revista de los obispos. «Ha sido algo especial que nos ha llevado a una transformación profunda. Hemos estado rezando mucho por ella y todo lo que ha ocurrido nos hace mirar de forma distinta la vida. Es algo que va más allá, es la Gracia de Dios».
A la pregunta por el dolor, la incomprensión de la muerte de una niña, señala que «la pena y el dolor humano sigue estando. No estamos anestesiados pero vivimos con una paz profunda porque nuestro corazón ha cambiado». Sobre cuál fue su mayor consuelo durante aquel momento, Alió dice: «La fe absoluta de que Teresita está en el cielo. Ella ha vivido esto en paz y goza del cielo. Así lo experimenta su familia más cercana».
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«Ser más niño»
El refranero español, como tantas veces, acierta cuando dice aquello de «cuando seas padre... etcétera». Hay marcos de la realidad que solamente se pueden entender y soportar entre iguales. La paternidad espiritual a la que remiten los sacerdotes de la Iglesia católica -de ahí que sean tan lacerantes sus tropiezos- no es solamente de carácter de filiación, sino también de referencia en todos los órdenes.
De ahí que las palabras del vicario resuenen con especial contundencia cuando dice al otro lado del teléfono: «No puedo seguir siendo el mismo. Quiero ser más auténtico, más niño y dar testimonio».
«La Gracia actúa a su antojo hasta en ambientes totalmente adversos. Llevo 44 años de sacerdote y puedo decir, sin ningún género de dudas, que detrás de esto hay una familia -indica el sacerdote Camino-. Si no, es imposible. Esto ocurre porque hay un entorno familiar donde resulta espontáneo decir algo de esta naturaleza. Yo no conozco a esta familia de nada pero sé que la historia de Teresita es fruto de toda una vida de autenticidad. Que no se nos olvide que la fe se transmite por contagio». Continúa Camino: «Nosotros podemos predicar desde el púlpito lo que queramos pero el auténtico testimonio es el de los padres en el día a día, en su vivencia de los sacramentos».
No hay mundanidad que opaque el duelo por la muerta de una niña enferma. Hay serenidad ante lo que solamente se puede entender desde categorías que remiten a Dios, a su paz, a su saber esta ante la lógica biológica de ser creaturas.
«Hay algunos que te miran con incredulidad al vivir esto con serenidad. Para ellos es como si estuvieras mal de la cabeza –dice Paula Aibó– pero quien mira desde la fe, sabe que la muerte es una esperanza hacia la vida eterna. Desde ahí se vive con consuelo. El que no es capaz de verlo, pues te mira con algo de envidia. También hay muchos que se preguntan cómo se vive esta situación y yo solamente puedo decir que se puede».
Camino hacia la santidad
Desde la archidiócesis de Madrid, en palabras para la revista de los obispos, están muy atentos a todo lo que remite a la misionera Teresita, que como la doctora de la Iglesia, se encontró en unas escaleras con el Niño Dios y la santa abulense fue interrogada: «¿Quién eres tú?», a lo que Teresa respondió: «Soy Teresa de Jesús, ¿y tú?». Y el Niño Dios le contestó: «Soy Jesús de Teresa». Así se urde una historia imperecedera. Desde el amor y la sapiencia primigenia, divina, de los niños y humildes de corazón.