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Cine con sentido

'Llegaron de noche': el film sobre el asesinato de los jesuitas en El Salvador

Sorprende muy positivamente que una película que no está producida ni dirigida por nadie del ámbito cultural católico ofrezca en los tiempos que corren una imagen positiva de la misión de la Iglesia

la última película de Imanol Uribe director de Días contados o Bwana lleva a la gran pantalla un acontecimiento que precipitó los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra civil salvadoreña. Se trata precisamente de del asesinato en noviembre de 1989, por parte del Ejército, de seis jesuitas en la UCA, una universidad católica que regentaba la Compañía de Jesús en San Salvador. En la noche de sucesos fue asesinada la mujer del servicio y su hija de 15 años.

El guion de Daniel Cebrián se centra en el interrogatorio que sufrió Lucía Barrera, la única testigo de la matanza, a manos de agentes del FBI y de un coronel salvadoreño. El objetivo de esas interminables y humillantes sesiones era que ella se retractase de su testimonio y declarara no haber visto nada mientras un grupo de jesuitas trataban de protegerla a toda costa.

En aquellos años muchos jesuitas de Latinoamérica simpatizaban con distintas versiones de la teología de la liberación, llamada así por su incorporación teórica de métodos de análisis marxistas. Uno de los intelectuales más relevantes de ese grupo fue el padre Ignacio Ellacuría -interpretado por Karra Elejalde-, Rector de la UCA, empeñado personalmente en el proceso de paz. Su asesinato, junto a los otros cinco profesores, propició -debido entre otras cosas a su impacto internacional-, que se aceleraran las negociaciones entre Gobierno y la Guerrilla, conocida como FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Finalmente, la paz se firmó en 1992.

Un film al servicio de la paz

La película pasa de puntillas por la espinosa cuestión de la teología de la liberación, y se centra con acierto en la implicación de Ellacuría y sus compañeros en la búsqueda de la paz y el rechazo de la violencia. En cualquier caso, la verdadera protagonista es Lucía, interpretada por Juana Acosta, una mujer humilde que está llena de agradecimiento a todo lo que los jesuitas han hecho por ella y su familia. Su sencilla adhesión a la verdad se va a convertir en su peor pesadilla, al enfrentarse al poder, en el sentido más abyecto y radical de la palabra.

La película traslada una imagen muy positiva de la Iglesia y de la Compañía de Jesús, como una realidad de gente de fe, al servicio de la paz y de los más necesitados. Los jesuitas que aparecen en el film son hombres que rezan, de actitudes moderadas, predispuestos al servicio a los demás y prudentes en su acción política.

La puesta en escena cuenta con una estimable producción de Gerardo Herrero, y se mueve entre las salas de interrogatorios, los exteriores de los pueblos afectados por la guerra, y la Universidad. No falta naturalmente la recreación de lo que pudo ser exactamente la operación militar que acabó con los jesuitas muertos en un patio del jardín en el pabellón de viviendas de la Universidad.

Sorprende muy positivamente que una película que no está producida ni dirigida por nadie, digamos, del ámbito cultural católico, ofrezca en los tiempos que corren una imagen eminentemente positiva de la misión de la Iglesia en el mundo, en este caso a través de la Compañía de Jesús, sin caer en la típica dicotomía que presenta una iglesia buena y otra mala, la de los pobres y la de los ricos. Nada de esto aparece en esta interesante y ponderada película. Una indudable alegría.