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Jolanta Kafka, la máxima autoridad de las religiosas en el mundo, analiza la realidad de la IglesiaVatican Media

Entrevista a Jolanta Kafka

La máxima autoridad de las religiosas en el mundo: «La guerra nos ha hecho renunciar a lo superfluo»

La presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales conversa sobre los horrores de la guerra en Ucrania, sobre el camino sinodal de la Iglesia y sobre el papel de la mujer en la institución

La religiosa polaca Jolanta Kafka preside actualmente la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), que agrupa a cerca de 1.900 congregaciones femeninas de todo el mundo, con casi 600.000 religiosas. En este momento están celebrando una asamblea general que coincide con el Sínodo y con la guerra en Europa.

A su juicio, este conflicto «nos ha hecho renunciar a lo superfluo y compartir con quienes carecen de lo esencial», algo útil a la hora de pensar en el Sínodo sobre la sinodalidad. Eso sí, partiendo de que la guerra produce «un dolor atroz, que nos lleva a pensar en cuánto odio quedará después y cuánto odio tendremos que sanar cuando acabe la guerra».

–Estamos en plena asamblea de la Unión Internacional de Superioras Generales. ¿Cuál es la novedad de esta edición?

–Los temas de este año son esencialmente dos: la vulnerabilidad y la sinodalidad. Queremos abrazar la vulnerabilidad y realizar un camino sinodal con la Iglesia.

–¿Cuál es el enfoque de la vulnerabilidad que se plantea?

–Partimos de la fragilidad humana. La fragilidad de la familia humana que estamos viviendo, que la covid ha puesto en evidencia. Pero abordamos también nuestra vulnerabilidad, la de la vida religiosa. No cabe duda de que estamos atravesando un tiempo frágil, de dificultad, de crisis. A partir de ahí, se trata de abrazar la fragilidad, tocándola, no dejándola como algo no deseado, sino como una realidad en la que Dios nos habla sobre cómo releer la vocación, los carismas y la presencia de la vida religiosa en la Iglesia, desde lo femenino. Son los dos enfoques. Primero, hacia dentro de la vida religiosa y después hacia fuera, como la humanidad sufriente. Pero en el fondo es una llamada que se escucha no solo en la vida religiosa, sino también en el mundo. Se trata de reconocer la humanidad no en su ‘Yo soy Dios’, ‘Yo soy el patrón del mundo’, sino en su condición de criatura. Se trata de disponernos a reconstruir la humanidad desde lo que somos de verdad, que somos criaturas vulnerables, y desde allí abrazar el proyecto de Dios sobre la humanidad.

Ninguna congregación religiosa, por muy grande que sea, puede decir que es autosuficiente

–Las órdenes religiosas han estado tradicionalmente asociadas al cuidado y atención de los demás. ¿Cuál sería la novedad de hoy?

–Por un lado reconocer que no hay carisma, que no hay familia religiosa que no haya nacido con la idea de escuchar los clamores de la humanidad, de acudir a los más necesitados y frágiles. El modo en que nos ponemos ante el que es frágil es también importante. Jesús se hace hombre, se hace uno de los demás y nos enseña que la mejor manera de transformar es poniéndonos con los otros. Muchas veces nos hemos situado no solo al lado de los necesitados, sino desde una posición de poder. Esa es la novedad. Reconocer que también nosotros necesitamos compasión, misericordia, conversión, ser conscientes de nuestras heridas, de nuestros pecados. Creo que este es un matiz específico. Otro matiz es que la condición de vulnerabilidad nos pone en relación. Por lo tanto, ‘yo no tengo todo, necesito del otro’. Y este manifestarnos también necesitados de los demás, que estamos interconectados, es algo a redescubrir en el seno de la vida religiosa. Ninguna congregación religiosa, por muy grande que sea, puede decir que es autosuficiente.

Jolanta KafkaUISG

–¿Hay alguna receta para atender mejor esa vulnerabilidad o enfocarlo de manera adecuada?

–Esto es lo que va a ocupar el espacio de nuestras reflexiones. ¿Qué implica acoger esta conciencia renovada? Tal vez reconocer la necesidad de conversión desde la debilidad. Y esto habla de las actitudes con las que vamos hacia el otro en nuestra comunidad, en nuestra congregación, en la Iglesia... Esto habla también de cómo nuestras redes de comunión eclesial deben reconocer que construimos juntos, que necesitamos unos de los otros. Debemos traducirlo en formas de colaboración, en la Iglesia local, con el pueblo de Dios. La otra manera concreta es revisar nuestro modo de ejercer la autoridad, nuestro modo de llevar a cabo la misión. No llevamos nosotros la misión. Es Dios quien la lleva y nosotros estamos al servicio de la misma misión de la Iglesia. Y eso no es solo un principio teórico, sino que debería llegar a nuestra espiritualidad y al modo de llegar a los demás. Es algo que se une al camino sinodal. Se nos llama a ponernos en camino sin que nadie considere que sabe dónde vamos a llegar. Todos estamos en una búsqueda compartida.

–¿Hay algún alguna demanda que las mujeres religiosas quieren transmitir especialmente?

–Justo en estos días está reunida en Roma una comisión que elabora las aportaciones de la vida religiosa al Sínodo. Hemos acogido esa invitación tanto las congregaciones masculinas como femeninas. Esa comisión está tejiendo cómo son los ecos. El tema de la mujer no solo lo planteamos nosotras. Hay una expectativa en la Iglesia cada vez mayor. En cada momento de la historia hay un equilibrio que obedece a la situación histórica, va evolucionando... Las mujeres quisiéramos compartir más la vida de la Iglesia, de modo más visible. No como una reivindicación, aunque haya grupos que lo planteen así, sino como un trabajo para que la presencia de la mujer sea significativa, de calidad y reconocida.

–¿Qué significa una presencia de calidad?

–Para poder colaborar en diversos aspectos y tareas de la Iglesia hace falta una adecuada preparación. Es algo que debemos cuidar. La vida religiosa femenina ha ido creciendo en el valor que se da a la formación teológica, bíblica, pastoral...

–La presencia de la mujer en la toma de decisiones es cada vez más clara en este pontificado, ¿no?

–Sí. Es algo visible. Son pasos que se van dando desde esa toma de conciencia cada vez mayor que empezó con Juan Pablo II al hablar de que «el genio femenino de la Iglesia necesita su expresión visible».

Jolanta Kafka, durante la entrevista con el corresponsal de El Debate en el VaticanoR.R.

–¿Cómo se vive un camino sinodal en plena guerra en Europa?

–Estamos golpeados fuertemente en nuestro ánimo, en el sentir con el pueblo que sufre. Pero el Sínodo no puede ser algo abstracto. Hay un camino sinodal que abraza esa realidad. Estamos en plena emergencia de acogida, de ayuda, de tantos esfuerzos por el diálogo para evitar la escalada de armamentos...

Pienso que en estos momentos quienes están directamente o indirectamente afectados por la guerra nos ponemos la pregunta sobre lo esencial de la vida. Sobre lo esencial y lo superfluo. Este planteamiento vale también para el Sínodo, sobre el camino de la Iglesia con el Pueblo de Dios. Viendo la generosidad de la gente que se ha desencadenado en la acogida a los refugiados, en el envío de dinero, en la solidaridad... Creo que es un mensaje muy fuerte y bonito de la calidad humana que hay en el fondo de nuestro pueblo, en nuestra Europa en este momento.

La generosidad humana, de los religiosos, de los creyentes y de las personas, siempre genera vida

–¿Ha cambiado mucho la vida religiosa en estos meses de guerra?

–Toda la Iglesia ha cambiado. Respecto a la acogida inmediata hemos tenido noticia de los países fronterizos donde comunidades religiosas y centros parroquiales han abierto las puertas. Incluso en la misma Ucrania, donde casas religiosas se han dedicado a acoger desplazados, porque la mayoría de los desplazados son internos. Es algo de lo que se habla poco, pero de lo que recibimos noticias a través de contactos directos. En Rumanía, en Polonia y en muchos otros países como Irlanda o Inglaterra... No hay lugar donde no haya tocado. Y también está el reajuste. Hemos debido ahorrar y renunciar a cosas que son superfluas y que estamos compartiendo con quienes no tienen lo esencial. Esto nos saca de nuestros egoísmos, de nuestro confort, de que aquí no nos falta nada, pero allí falta todo.

–En un periodo así, de mayor entrega y generosidad, ¿esperan más frutos en la vida religiosa?

–Me gusta pensar que la generosidad humana, la generosidad de los religiosos, de los creyentes y de las personas simplemente siempre es un movimiento que genera vida. Es verdad que no nos gustan noticias del drama. Nos duele ver, por ejemplo, fotos de personas muertas en las calles. Es un dolor atroz y pensar cuánto odio quedará después de esta guerra. Cuánto odio habrá que sanar de nuevo. Es una llaga sobre nuestra vida. Pero es también una noticia hermosa de quienes creen que compartiendo dan vida.

Es muy preocupante el tráfico humano de niños y también de mujeres, que son la mayoría de quienes huyen

–¿Hay alguna actitud o compromiso que le haya emocionado especialmente estos días?

–He escuchado el testimonio de una casa religiosa de varones y varios de hermanas de Ucrania misma. Allí las extranjeras no han abandonado el territorio. Algunas de Polonia, otras de Eslovaquia o Rumanía que no han abandonado, que pasan semanas en los refugios subterráneos para sostener a los demás, de la población. Eso me toca en el corazón. También me ha impresionado el testimonio del obispo de Mariúpol que ha dado en el santuario de Czestochowska, hablando de la unión de la Iglesia greco católica, de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica romana. Que en estos momentos de crisis se fomente la unión es algo bonito.

Jolanta enumera los retos de las religiosas en el contexto actualR.R.

–Una guerra aumenta también el peligro de la trata de personas. ¿Hay miedo de que empeore la situación?

–Las hermanas que acompañan directamente en Talitha Kum nos comunicaron que están en contacto con diversas organizaciones de la zona. Están recogiendo datos de transito de niños sin padres. Se han creado centros especiales de acogida. Hablamos de datos alarmantes. Hay unos tres millones de niños desplazados dentro de Ucrania. Es muy preocupante el tráfico humano de niños y también de mujeres, que son la mayoría de quienes huyen.

–La periferia de la Iglesia trae buenas noticias a la Iglesia. ¿También a la vida religiosa?

–La resiliencia, el hacer frente a situaciones de vulnerabilidad siempre ayuda. Nos ha sorprendido el número de comunidades religiosas de Asia y África que han respondido a los cuestionarios del Sínodo. Hay una participación entusiasta. En estas periferias, donde en la vida cotidiana se convive con situaciones difíciles se manifiesta la entrega de la vida religiosa a los últimos y más necesitados.

Estamos viviendo un periodo de Primavera

–¿Cómo percibe la situación actual de la Iglesia?

–Tenemos que dar gracias a Dios por el tiempo en que vivimos en la Iglesia. Son procesos cíclicos de renovación. Pero en este momento estamos viviendo un periodo de Primavera y en la vida religiosa femenina, también masculina, vivimos con mucha esperanza los procesos de transformación de la Iglesia, en la que nos sentimos parte. Creo que es una buena notica para agradecer.

–Pocos se atreven hoy a hablar de Primavera en la Iglesia...

–Sí. Y damos gracias a Dios por ello y a nuestro Papa Francisco que nos anima en este camino. Y como la Primavera es periodo de que la vida salga de su Invierno, pues lo estamos viendo, con diferentes ritmos, pero lo estamos viendo y esperamos ver los frutos de este florecer.