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¿Es el patriarcado algo a promover?

Al desmantelar el patriarcado, hemos perdido algunas cosas de valor: el padre protector, el hombre responsable, la actitud paternal de cuidado y compasión

No es fácil de imaginar para nosotros, españoles, que vivimos oprimidos bajo la bota de un despiadado patriarcado. Aquí, tal y como nos recuerda continuamente el Ministerio de Igualdad (20.000 millones dan para mucho), los varones gozan del privilegio de leyes penales «solo para hombres» más permisivas que les permiten ir dando mandobles por doquier sin consecuencia alguna, cobran un plus de «masculinidad» en cualquier trabajo y tienen reservados por ley los puestos de mayor relevancia tanto en la administración como la empresa privada. Eso sin contar el compromiso no escrito, pero ineludible, de colocar en toda película o serie un personaje, varón y paradigma de la masculinidad, que sistemáticamente encarna al héroe del film. O esos otros mil detalles, «micromachismos» les llaman, que están fuertemente arraigados en nuestras costumbres, como ceder el asiento en el autobús a los varones o considerar de buena educación que estos escupan al entrar en un bar o eructen ostentosamente tras una buena comida. Así es España, señores.

Pero hagamos un ejercicio de imaginación y trasladémonos, aunque solo sea mentalmente, a esos lugares donde han conseguido erradicar el patriarcado. Como en los Estados Unidos, donde bajo el liderazgo de Hollywood, Alexandria Ocasio-Cortez, Madonna, Lady Gaga, el movimiento Me Too, Judith Butler y la administración Biden han conseguido acabar con esta plaga y llevar por fin la libertad y la felicidad a sus compatriotas.

Por ejemplo, según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, han conseguido que 1 de cada 4 niños viva sin padre: ni biológico, ni adoptivo, ni siquiera con la pareja de la madre (algunos neorrancios sostienen, con datos, que este fenómeno está en el origen de numerosas disfunciones sociales, fracaso escolar o tasas de delincuencia, pero es porque, por mucho que lo intenten disimular, son unos carcas). También han tenido éxito en representar sistemáticamente a los varones como lo que son, humanoides groseros y peligrosos que, o bien son incapaces y patéticos, o bien son violentos, alcohólicos y siempre listos para abusar de mujeres y niños.

Esto ha dado lugar a una sociedad horizontal y competitiva que se adapta muy bien al capitalismo de consumo

Pero como siempre hay eternos descontentos, una tal Nina Power, escritora y filósofa (también debe de ser una neorrancia al estilo de nuestra Ana-Iris Simón, porque escribe en The Guardian), viene a echarnos un jarro de agua fría: el fin del patriarcado, la indistinción de tareas y roles entre hombres y mujeres, no trae el paraíso en la tierra, sino que «como anunció Mitscherlich, un psicólogo alemán, el colapso de la función paterna da lugar a un creciente Estado niñera burocrático». Cada vez más gente está encantada de que una tecnocracia impersonal ejerza el rol paternal. Y continúa con una sugerente idea: «como dijo MacCannell, una académica feminista, «lo que tenemos en lugar del patriarcado es el Régimen del Hermano». Bajo este régimen la diferencia sexual es eliminada, hombres y mujeres por igual son asimilados a un ideal masculino de fraternidad. Se espera que las mujeres trabajen, piensen, actúen y amen como los hombres. Mientras tanto, la tendencia fraternal «a ejercer el poder sin responsabilidad» ha sustituido cualquier rol paternal… Vivimos en la era del hermano dominante y hedonista que pretende borrar la diferencia sexual y, por tanto, a las mujeres. Los verdaderos padres y madres quedan postergados... La diferencia sexual ha sido recodificada como una «identidad» desvinculada de la biología».

¿Y qué concluye Powers? Pues que «al desmantelar el patriarcado, hemos perdido algunas cosas de valor: el padre protector, el hombre responsable, la actitud paternal de cuidado y compasión. Esto ha dado lugar a una sociedad horizontal y competitiva que se adapta muy bien al capitalismo de consumo, en la que no hay poder fuera del mercado y del Estado. Quienes se oponen a la injusticia deberían pensárselo dos veces antes de denunciar el patriarcado».

Ya ven, siempre hay gente que se queja por todo y que, además, no ven a Jordi Évole. ¡Serán descarados!