Audiencia General en el Vaticano
Duras palabras del Papa: «Fomentar en los jóvenes el desprecio de los ancianos produce cosas horribles»
Francisco reúne en la Plaza de San Pedro a más de 20.000 fieles para honrar a los mayores como pilar fundamental de las familias y la sociedad
Esta mañana se retomaba el ciclo de catequesis en la audiencia general. Bajo el título El amor por la vida vivida, el Papa Francisco reflexionó a propósito del cuarto mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre.
El Santo Padre abordó el rol que tienen los ancianos en la sociedad actual e hizo especial hincapié en la dignidad, muchas veces obviada, de aquellos que se ven superados, frágiles, desilusionados e incluso abandonados por sus familiares, tachando esta realidad de «pecado grave».
La vida vivida
La soledad se puede manifestar a lo largo de todas las etapas de la vida, pero en especial, la vejez es un momento donde la vulnerabilidad se hace especialmente palpable. A pesar de la creencia común de que la tercera edad es, al menos así está concebida en occidente, un momento de sosiego, de descanso por toda una vida de entrega y sacrificios, el Papa ha querido remarcar que esto no siempre es así, y por ello recuerda la importancia de arropar y reconocer a los mayores que conforman nuestras familias. Amor, ternura y respeto son las palabras que más han resonado hoy entre los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro.
Francisco no ha querido dejar de lado una realidad objetiva: que todos pasaremos por una situación de dependencia en algún de nuestra vida. Y ha interpelado, de forma especial, a los jóvenes y la educación que reciben en casa y en las escuelas a este propósito. «Cuando la debilidad es reprendida, e incluso castigada, como si fuera una culpa. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en una apertura para la burla y la agresividad. Puede ocurrir incluso en el hogar, en residencias de ancianos, así como en oficinas o en los espacios abiertos de la ciudad. Fomentar en los jóvenes, aunque sea indirectamente, una actitud de condescendencia -e incluso de desprecio- hacia los ancianos, sus debilidades y sus precariedades, produce cosas horribles.
«No se trata sólo del propio padre y de la propia madre. Se trata de la generación y las generaciones precedentes, cuya despedida también puede ser lenta y prolongada, creando un tiempo y un espacio de convivencia a largo plazo con las otras edades de la vida. En otras palabras, se trata de la vejez de la vida», señalaba el Sumo Pontífice durante la audiencia.