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El filósofo de la ciencia Alfredo Marcos MartínezInstituto CEU de Humanidades Ángel Ayala

I Congreso sobre Vulnerabilidad

Del descarte del síndrome de Down a los «enfermos de belleza»: la bioética de la vulnerabilidad

La segunda sesión del I Congreso sobre Vulnerabilidad del CEU abordó las relaciones entre la fragilidad humana y los retos bioéticos presentes en todas las etapas de la vida

«La pandemia tal vez no nos ha enseñado nada, pero nos ha recordado algo muy importante: nuestra vulnerabilidad». El profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Valladolid Alfredo Marcos abrió así el segundo bloque del I Congreso sobre Vulnerabilidad, un evento interdisciplinar que se celebra hasta el martes en la Universidad CEU San Pablo, organizado por el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, con la colaboración de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y el departamento de Pastoral y Voluntariado del CEU.

La tarde del lunes estuvo dedicada a las relaciones entre la fragilidad humana y los retos bioéticos presentes en todas las etapas de la vida. Marcos dio el pistoletazo de salida con una reflexión filosófica: «Si la ciencia -se preguntaba- habla en condicional y la tecnología convive con el riesgo, ¿qué puede guiar la acción humana?». Y se respondía: «La fidelidad a la naturaleza humana».

Público asistente al eventoInstituto CEU de Humanidades Ángel Ayala

El debate, continuaba el profesor, estriba en qué se entiende por esta naturaleza. Marcos criticó el enfoque filosófico de Peter Singer, que considera al hombre un animal más y, por tanto, carente de dignidad -«la vida de un recién nacido tiene menos valor que la de un cerdo o un perro», escribió el australiano-, y puso como ejemplo a seguir al pensador escocés Alasdair MacIntyre, heredero de la tradición aristotélica.

El ponente destacó que la ética de MacIntyre -que plantea «un cuidado sin condiciones, del ser humano como tal»- está planteada desde el reconocimiento de la propia fragilidad. «La actitud correcta ante la vulnerabilidad es -primero- reconocer que nos afecta a todos, y -segundo- tratar de paliarla mediante el cuidado», concluyó Marcos.

«Enfermos de belleza»

«Hoy en día hay gente que está enfermando de belleza», defendía el doctor en Teología Moral y profesor Adjunto de Bioética en la Universidad Cardenal Herrera CEU Emilio García Sánchez. En su intervención, el también vicepresidente segundo de la Asociación Española de Ética Médica y Bioética (AEBI) reflexionó sobre un nuevo tipo de vulnerabilidad: la que afecta a las personas agobiadas por su imagen física y entregadas a los retoques estéticos.

García Sánchez bautizó a este colectivo como «vulnerables cosméticos», personas sin ningún defecto a nivel terapéutico que experimentan incomodidad con su físico, lo que les lleva a desarrollar miedo a la exclusión social o al fracaso. El investigador enumeró diversas «patologías de la belleza» -como la depresión estética, el trastorno de personalidad narcisista o la selfitis-, y apuntó a indicadores sociales como el aumento de cirugías estéticas invasivas o la avalancha de estímulos estéticos en publicidad y redes sociales.

«Se ha generado una nueva normalidad estética, con unos rasgos muy definidos sobre qué es ser guapo o guapa, y se envía el mensaje subliminal de que, si lo eres, triunfas, y si no, fracasas», explicaba García Sánchez. También apuntó algunas controversias éticas relacionadas con este campo, como los consentimientos informados deficientes, operar a pacientes sin un diagnóstico claro de buena salud mental o el hecho de que se lleven a cabo operaciones de alto riesgo por parte de médicos no especialistas.

Emilio García Sánchez, profesor de la Universidad CEU Cardenal HerreraInstituto CEU de Humanidades Ángel Ayala

Los humanos más vulnerables

De la búsqueda de la belleza al inicio de la vida: el catedrático de Biología Celular en la Universidad de Murcia Luis Miguel Pastor dedicó la siguiente intervención a «los más débiles de los seres humanos», los embriones. «La explotación más radical, que ni se advierte ni se detecta, es la de los embriones humanos en los procesos de producción in vitro», reflexionó, y criticó que en estas cadenas se genera «un proceso de esclavitud, de dominio y descarte, sobre muchos seres humanos inocentes»

También se centró en el origen de la vida la profesora de la Universidad Villanueva Teresa Vargas, que abordó la contradicción existente en la atención a las personas con síndrome de Down: antes de nacer se les trata de eliminar y después de nacer todo son ayudas y ley de dependencia. «Pesa mucho el aborto y muy poco el respeto a las personas con discapacidad», advirtió la investigadora, asociada a la Cátedra de Bioética de Jérôme Lejeune.

Vargas criticó la presión social que lleva a muchas mujeres a abortar a sus hijos en cuanto conocen un diagnóstico de este tipo, y lamentó la «falsa paternidad responsable»: «Casi parece que hay que pedir perdón porque nazca un niño con discapacidad», ironizó. La ponente pidió establecer protocolos a la hora de dar el diagnóstico que sean equilibrados, que no arrastren connotaciones negativas y conduzcan al aborto como opción preferente.

Luis Miguel Pastor, catedrático de la Universidad de MurciaInstituto CEU de Humanidades Ángel Ayala

Acompañar el final de la vida

La sesión concluyó en el otro extremo de la vida: Jacinto Bátiz, médico paliativista en el Hospital San Juan de Dios de Santurtzi, pidió a los médicos no abandonar la vulnerabilidad mientras llega la muerte. Frente a la eutanasia, el también director del Instituto para Cuidar Mejor hizo una apuesta por los cuidados paliativos, y llamó a atender las cuatro dimensiones de la vulnerabilidad al final de la vida: física, emocional, social y espiritual.

«El enfermo necesita nuestro acompañamiento personal, individualizado, necesita que nos preocupemos más por la persona que por su enfermedad y que le escuchemos para conocer sus deseos», detalló Bátiz, que abordó cuestiones como la soledad de los enfermos, la sedación paliativa o la dificultad de cuidar a personas con Alzheimer durante la pandemia. «Nuestra sociedad -concluyó- necesita profesionales capaces de prevenir, curar y, si no es posible, paliar el sufrimiento total, aliviándolo hasta que legue la muerte a su debido tiempo».