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La primera comunión es uno de los momentos en que el cristianos toma conciencia de su feCathopic

De comuniones civiles y otros dislates respecto a una de las celebraciones religiosas más importantes

El número de primeras comuniones ha disminuido desde 280.654 en 2010 hasta 204.618 en 2019, un rito que no encuentra sustitutos, a pesar de la existencia anecdótica de «comuniones civiles»

La primera comunión es una de las celebraciones religiosas más significativas de la infancia. Junto con la Navidad y la primera confesión, supone el momento en que el niño cristiano toma conciencia de su fe. Meses de preparación, de catequesis, de profundizar en la devoción y de indagarse la propia alma. Y en una España en que la práctica religiosa decae: en 2007 se celebraron 256.587 primeras comuniones, dato que creció hasta 280.654 en 2010, pero que desde entonces mengua. En 2011 hubo 250.916 primeras comuniones; es decir, un descenso del 12 % en solo un año. En 2017, se celebraron 229.602 ceremonias de este tipo; en 2018 la cifra fue de 222.345, y en 2019 –los últimos datos antes de la pandemia– bajó hasta 204.618 ritos. De modo que, a lo largo de la década pasada, las primeras comuniones disminuyeron un 37 %, guarismo que no se puede achacar únicamente al descenso demográfico.

Al mismo tiempo que se evidencia esta alteración en el compromiso religioso, ha surgido –de forma muy minoritaria, casi anecdótica– una especie de alternativa: la «comunión civil». Ciertas personas echan de menos algún tipo de ceremonia que, en mitad de la niñez, marque cómo se dan los primeros pasos en la vida social, cómo se camina desde la primera infancia hacia la pubertad. En este sentido, se pueden encontrar paralelismos en otras religiones, como la circuncisión en el islam –por lo general, en torno a los siete años–, o el Bar Mitzvah judío –que se celebra cuando el niño cumple los trece años; doce años, en el caso de las niñas–, cuya ceremonia se denomina Bat Mitzvah. Los niños y niñas de la Antigua Roma también pasaban por rituales de este tipo; los chicos abandonaban su ropa infantil y sus amuletos ante el altar familiar.

Por parte de varios puñados de familias sin credo confesional se siente la necesidad de algún rito con connotaciones similares, ya sea en el nacimiento o en mitad de la infancia. No debe olvidarse que los festejos asociados a la primera comunión suponen un desembolso similar al de los bautizos, y aproximadamente la mitad que las bodas. Un momento, pues, que merece la pena conmemorar. De acuerdo con datos de la Conferencia Episcopal, en 2015 las bodas católicas acarrearon un gasto de 1.331 millones de euros; las primeras comuniones, 589 millones; y los bautizos, 516 millones. Por otra parte, en contextos de fuerte secularización o descristianización, han proliferado los rituales que imitan el bautizo o la primera comunión, como sucedió durante el III Reich, o durante la época más radical de la Revolución Francesa. Se trata de ceremonias de «bienvenida» del bebé o del niño dentro de la comunidad política. En España se vienen celebrando «bautizos civiles» en ayuntamientos desde 2004. Igualada (Barcelona) fue la primera ciudad que adoptó esta alternativa laica, seguida de Rivas–Vaciamadrid (2007), localidad regida por Izquierda Unida desde 1991 de manera ininterrumpida. En Madrid ciudad, este ritual lo inauguró el entonces concejal del PSOE Pedro Zerolo, quien ofició la ceremonia laica de Leo, hijo de la actriz Cayetana Guillén Cuervo.

Los orígenes la «comunión laica»

En España comenzó en el ayuntamiento malagueño de Rincón de la Victoria en 2016, a solicitud de Dolores Díez, vecina del municipio y atea declarada que deseaba para su hija de ocho años una ceremonia, con regalos y fiesta, similar a la primera comunión. Al año siguiente se ofició la segunda «comunión civil» en esta localidad. En Getafe también se procedió a implantar este tipo de actos en 2017, dentro de un ambiente similar: un consistorio fuertemente dominado por partidos como PSOE, Podemos y formaciones de mismo corte ideológico, así como alguna petición puntual de un vecino. El acto, tal como se ha diseñado en Getafe, consiste en la lectura de una serie de artículos legislativos, a cargo del alcalde o un concejal, además de otros textos como la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas o extractos de la Constitución Española. También pueden intervenir los padres del niño, y la ceremonia incluye la firma de algún documento simbólico, como la «Carta Municipal de Ciudadanía del Niño y la Niña».

A pesar de estas nuevas ceremonias paganas, sigue sin haber un reemplazo mayoritarioCathopic

En cualquier caso, y tras seis años de existencia, parece que la demanda social de «primeras comuniones civiles» es más bien nula. El descenso de primeras comuniones no se está viendo compensado con otro tipo de ceremonias, como sí podría suceder con la gran disminución de bodas católicas frente a bodas civiles; hoy uno de cada cinco casamientos se oficina en la iglesia. Según el conocido sacerdote jesuita José María Rodríguez Olaizola, no hay ceremonia alguna que pueda sustituir a la primera comunión, de manera que lo que urge es «recuperar lo que de verdad sí es una comunión religiosa». En su opinión, «las comuniones religiosas se han convertido –en un porcentaje muy alto de los casos– en una celebración de tontería paterna y exaltación al menor, agasajado con infinidad de regalos y arrumacos; una celebración donde se está a todo menos a lo que de verdad se celebra, y, para muchos, la primera comunión es la última». Esta reflexión, tras las limitaciones de la pandemia, puede extenderse a los adultos, y a los enfermos que necesitan de atención sacramental en casa.