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Jornada Oración por las Vocaciones

Cada quince días muere asesinado un misionero en el mundo

A día de hoy, 10.893 misioneros españoles, de los cuales el 54 % son mujeres, están en 135 países del mundo con el fin de llevar la Buena Nueva. La Iglesia reclama atención a estos apóstoles en tierra hostil

Decir sí a Jesús. Hasta el final. Así abordan los misioneros su labor en los lugares más recónditos del mundo, tratando de llevar el Evangelio y la acción caritativa y asistencial de la Iglesia donde gobiernos locales se han desentendido de su gente.

En la Jornada Internacional de Oración por las Vocaciones y las Vocaciones Nativas, desde la OMP (Obras Misionales Pontificas) se quiere incidir en ese trabajo silencioso pero fundamental para el crecimiento, desarrollo y sostenimiento de la Iglesia en los cuatro continentes donde su presencia se ha vuelto imprescindible.

A pesar de las dificultades, en los últimos 25 años, la evolución de los territorios de misión y la labor evangelizadora no ha dejado de crecer. Se han constituido 179 nuevos territorios de misión, hay 1.251.628 bautizados más, se han desarrollado 26.898 instituciones sociales al servicio de los misionados y 119.200 escuelas y centros de formación para ayudar al crecimiento integral de los jóvenes.

¿Cuáles son los territorios de misión?

Por encargo del Papa, las Obras Misionales Pontificias, tienen el deber de ofrecer un constante apoyo espiritual y material a estas iglesias nacientes. Bajo el paraguas de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, cuyo prefecto es el cardenal Tagle, se acometen con los fondos recaudados el día a día de los territorios de misión, divididos entre África (68,45 %), América (17,69 %), Asia (7,85 %) y Oceanía (6,01 %). En estos lugares, se suceden historias de conversión, de bondad, de humanidad.

A día de hoy, 10.893 misioneros españoles, de los cuales el 54 % son mujeres, están en 135 países del mundo con el fin de llevar la Buena Nueva.

El caso de Justina

Justina Banda nació en un poblado en Zimbabue. Allí trabajaban misioneros españoles, concretamente sacerdotes del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) y Misioneras Hijas del Calvario. Desde muy pequeña, Justina veía con admiración lo que las monjas hacían: visitaban las comunidades, atendían a bebés, a gente que moría de hambre y de enfermedades… «El Espíritu Santo me movió para decir: mira, si esta gente que ha venido de lejos está aquí ayudando a nuestro pueblo, a mí también me gustaría ayudar a mi gente y evangelizar».

Su decisión no fue bien acogida por su padre, que iba a perder la dote si ella no se casaba. Finalmente, con el apoyo de su madre, pudo formarse como Misionera Hija del Calvario. Su carisma: estar en los calvarios del mundo, trabajar con los pobres, con los que tienen sida, los huérfanos… «Como las monjas dejaron estas huellas, yo estoy siguiendo estas huellas».

Cuando los misioneros españoles llegaron a Hwange, no había ninguna vocación nativa, todos eran españoles. Hoy hay cerca de 100 hermanas africanas en la congregación, y más de 80 sacerdotes diocesanos. A día de hoy, necesitan el apoyo de toda la Iglesia, porque según ha reconocido Justina Banda, no siempre es fácil. Ha defendido que es necesario apoyar el trabajo que iniciaron los misioneros en su día; que la Iglesia es como una familia, cuyos padres no abandonan a los hijos una vez que se casan, sino que les acompañan, y apoyan a los nietos. De esta manera, dicen desde OMP, es necesario apoyar las vocaciones nativas.