Este santo nos dejó en vida sus múltiples signos de su amistad con el Señor, desde el milagro que le devolvió la vida a María de Vargas, la hija de su patrón, hasta el de los bueyes, el más conocido que presenta al santo como un hombre de oración y de trabajo. El milagro de María es uno similar al de Jesús con su amigo Lázaro. Isidro, tras orar junto a la cama de la niña fallecida y ante el asombro de quienes tenían puestos los ojos en él, revivió a la pequeña. El de los bueyes surgió un día de los muchos que Isidro se levantaba para ir a Misa antes de asistir a su faena cotidiana. Ante esto, sus compañeros le acusaban ante el patrón de ser negligente. Esa mañana, el patrón fue a comprobarlo y, escondido entre los árboles, observó con sorpresa que los bueyes estaban siendo arados por jóvenes que parecían ángeles. De tal modo, cuando Isidro comenzaba el trabajo no llevaba retraso frente al resto porque el cielo premiaba la espiritualidad y santidad de Isidro con ayuda y protección. Después de esto, el patrón lo nombró administrador de su hacienda.