La Iglesia: calladita, tapada y currando
Esta es la Iglesia que defiende al Pueblo de Dios y a la que quieren sentar en comisiones parlamentarias para alimentar la teatrocracia que en realidad no aporta nada más que el enfurecimiento de una comunidad que ha olvidado su historia y grandeza cuando Iglesia y Estado se reconocieron mutuamente
La presentación de la Memoria de Actividades de la Iglesia en relación a los datos registrados en 2020, el año de la pandemia, donde China colocó al mundo el cuento del pangolín en mal estado, deja unas cifras que no pueden ser obviadas salvo por los maniqueos que ejecutan punto por punto su agenda ideológica, de uno y otro bando, para menoscabar a la institución católica.
3.895 millones de euros ahorrados a las arcas públicas gracias a su labor educativa, que acoge a más de 1,5 millones de alumnos en sus aulas; más de 4 millones de personas atendidas en sus 9.222 centros asistenciales y sanitarios; además de una Iglesia que devuelve al Estado, de forma directa en esta materia, según los datos de KPMG, el doble de lo que percibe en la asignación tributaria.
Su trabajo en materia migratoria –no sólo con Ucrania–, con las empleadas del hogar, con la integración social, luchando contra la trata y la explotación sexual, dando formación y trabajo a miles de parados de larga duración, resaltando el baluarte de la familia en tiempos de atomización... También en la tarea de airear, gracias a la presión de los medios, de la sociedad civil y de sus miembros más sensatos, todos los escándalos de abusos sexuales perpetrados en el seno de la Iglesia; dejándose la salud para contrarrestar la sed de sentido en el mundo con una propuesta cristocéntrica llena de dicha y no un almanaque de preceptos farisaicos con los que hacer genuflexiones en el confesionario a medio arrodillar. También haciendo un importante viraje para no volver a poner bajo palio a nadie más salvo a la custodia dorada con el Santísimo dentro...
Esta es la Iglesia que defiende al Pueblo de Dios y a la que quieren sentar en comisiones parlamentarias. Y todo para alimentar la teatrocracia que funciona de perlas para el SEO, pero que no aporta nada más que el enfurecimiento de una comunidad como es la española, hasta el gorro de que vapuleen su historia y la labor de sus miembros, donde decir España e Iglesia fue, para orgullo de la humanidad, un binomio donde durante varios siglos las dos instituciones se reconocieron mutuamente. Esta alianza, no exenta de dinámicas viciadas y viciosas, contó con una potencia incuestionable. Llevó la rueda y el Quijote al otro lado del océano, a santa Teresa de Jesús a la India y el Evangelio a los que degollaban en lo alto de una pirámide a los púberos para ver su sangre regar los maizales para Chicomecóatl.
Que los hombrecillos verdes que pululan por la vida política como si fuera una montería caciqueña quieran hacer pruebas de tiro con hombres y mujeres que promueven y facilitan la vida a los demás, el que quieran vencer a toda costa en sus cuentas torticeras, no es algo que deba llevar a escándalo. A fin de cuentas, resuena aquello de «seréis perseguidos en mi nombre» y los misioneros que sortean balas en África lo hacen con la afición del que sabe que su motor es el amor. Y a esa misión está llamado todo bautizado, como bien recordaba hace unos días Enrique Benavent y José Rico Pavés en el contexto de la última Asamblea Plenaria de los obispos españoles.
Ahora bien, que los hombrecillos verdes quieran jugar a este juego no significa que la otra mejilla deba estar pétrea hasta que se despelleje la carne. Hay una propuesta dialógica, que no servil; de encuentro, que no de consensos; de escucha, que no de mímesis con el mundo, que puede operar aún en una de las noches más oscuras de la cristiandad. Todavía queda por descubrir y admirar el universo del otro.
Por eso, como señalaba Ester Martín, directora de la oficina de Transparencia de la CEE en la presentación de la Memoria de Actividades de la Iglesia de 2020, «la Iglesia sigue haciendo su trabajo callada, tapada» mientras el ruido se desgañita ahí fuera con buscar un titular y no una resolución final para ser capaces de salir juntos, sin despedazarnos, en este atolladero que nos han metido personas que no saben que Barataria solamente existe en la imaginación de Sancho; inoculada con antelación por su amo.