Cáritas Ucrania alerta de los estragos de la guerra: «¿Qué tipo de padres y niños volverán del frente?»
Los responsables de la institución caritativa y social de la Iglesia se ven con el Papa Francisco en Roma
«¿Con qué tipo de padres nos vamos a encontrar cuando acabe la guerra? ¿Cómo serán cuando regresen del frente? ¿Cómo terminarán nuestros niños tras años de pandemia y de guerra?». Estos son algunos de los desafíos que se plantean los responsables de Caritas Ucrania, que han pasado por Roma para contarle al al Papa Francisco, de primera mano, la labor que están llevando a cabo en plena guerra.
«La guerra no se acabará con un tratado de paz, seguirá presente en nuestras vidas hasta que se reconstruyan los edificios y las almas de quienes la han vivido». Son palabras del padre Vyacheslav Grynevych, secretario general de Caritas-Spes Ucrania, quien se prepara para un desafío a largo plazo. Ha vivido sobre el terreno la reacción de la organización ante la agresión rusa y ha reaccionado con una estructura que ha multiplicado por cinco el número de voluntarios en los últimos meses. En estas circunstancias, Grynevych se muestra esperanzado, «porque en la Iglesia tenemos la medicina, el remedio para restaurar la paz y el perdón».
Desde el comienzo de la guerra, Caritas Ucrania ha atendido a más de 1.223.000 personas, en los cincuenta centros repartidos por todo el país. En un territorio donde 13 millones de personas se han visto forzadas a dejar su hogar, desplazándose fuera o dentro de sus fronteras, la ayuda alimentaria ha sido fundamental. Gracias al esfuerzo internacional de Caritas, han logrado distribuir comida a 965.000 personas. Además, un total de 206.052 personas han encontrado refugio temporal en alguno de sus centros o en casas privadas, pero a través de la red de Caritas.
Restaurar la dignidad de cada persona
Como asegura Tatiana Stawnychy, presidente de Caritas Ucrania, «además de la ayuda material, de la alimentación y el refugio, es clave la atención emocional y psicológica». Ante este desafío consideran que «nuestra mayor aportación es humana, de restaurar la dignidad de cada persona que viene a nosotros. Cuando una guerra extiende el odio y la destrucción, nosotros tenemos el deber de combatirla con amor y solidaridad. Esa es la vía para volver al camino de la paz».
Stawnychy destaca que «todo este trabajo de hoy día no se improvisa. Llevamos trabajando muchos años para crear una red de atención social que ahora se ha hecho esencial en el país y contamos con todo el respaldo internacional de Caritas». Esta semana han tenido la oportunidad de reunirse con el Papa, con quien han compartido historias humanas y experiencias durante más de treinta minutos. «Sentimos su respaldo y el de toda la Iglesia en estos momentos. El hecho de no sentirnos solos es algo que nos da esperanza».
El reto actual es empezar a trabajar en la reconstrucción, material y espiritual del país. Ahí es donde el padre Grynevych se plantea la atención a los soldados que regresan del frente. «Está claro que los padres de familia, cuando vuelvan a sus casas, ya no serán los mismos. Personas que han visto la destrucción y la muerte de cerca van a tener traumas que será difícil curar». Este desafío y el de la formación de los niños preocupan especialmente a los responsables de Caritas. Tras dos años de pandemia, en que muchos escolares no han podido frecuentar físicamente los centros, la guerra les ha dejado ahora sin colegio. «¿Cómo va a ser la formación de esos niños? ¿Cómo les afectará psicológicamente?», se preguntan.
El reto de la Educación de los menores también está presente en los países fronterizos, donde miles de refugiados de Ucrania esperan el fin de la guerra. La responsable de coordinación de Caritas Internationalis para Ucrania, Silvia Sinibaldi, asegura que en Rumania se están planteando cómo organizar escuelas de verano para los niños o la posibilidad de recomenzar los estudios en el exterior.
Sinibaldi ha destacado el extraordinario trabajo de Caritas en Polonia, donde más de tres millones de refugiados han encontrado acogida. Allí han facilitado un hogar a 8.300 familias, mientras que otras 37.000 personas han sido acogidas en casas privadas gracias a la mediación de la Iglesia Católica. Día a día se enfrentan al reto de alimentar a más de 500.000 desplazados. Prueba de la implicación de toda la sociedad es que ya cuentan con 20.000 voluntarios que colaboran en esta labor.