Massimo Borghesi: «El Papa no es comunista, es cristiano»
Entrevista al académico italiano, responsable de la biografía intelectual del Papa Francisco y de analizar su figura en el mundo actual
Tienen los intelectuales una forma de aderezarse que no pasa desapercibida para nadie. Si Jordan B. Peterson suele ir peripuesto para trasladar con su corte a lo Príncipe de Gales ideas que se quedan al margen del son zambombero de la guerra cultural, Massimo Borghesi lleva sus ideas como un vendedor de enciclopedias en horas bajas sabiendo que lo valioso no está en el combo camisa de rayas y corbata atravesada junto a zapatillas de trotador sino en lo que destilan las páginas, sus páginas, que son punto de referencia para entender quién es Francisco en la Iglesia y en el mundo entero.
Aprovechando su visita a Madrid para la presentación de su última obra publicada con Ediciones Encuentro, El desafío Francisco: Del neoconservadurismo al «hospital de campaña», le preguntamos por lo que todos los neocon y teopopulistas se preguntan y quieren responder: ¿Es comunista Francisco? ¿Qué hay detrás de sus gestos? ¿Podrá enderezar el rumbo de una Iglesia descolocada ante los avatares de la modernidad que trincheristas y nostálgicos cristeros, amantes del trabuco y el rosario entremezclado entre cartuchos, quieren hacer reaccionar?
Lo mejor, como siempre, no es dilucidarlo sino preguntarle directamente a la fuente que viene de visita a Magallanes, 3.
–¿Son los reaccionarios, subproductos de un idealismo incapaz de relacionarse adecuadamente con la realidad que les ha tocado vivir, los más alejados a la hora de interpretar y asumir lo que la Iglesia es hoy?
–Puede ser, sí. Creo que el principal problema está en que falta un pensamiento católico original capaz de interpretar los signos de la historia. Los católicos, según el poder que haya en cada momento, no están siendo capaces de tomar una distancia crítica que les permita evaluar la historia a la luz de la fe. Esto es un problema muy importante. Los católicos son moralistas, algunos idealistas, pero la moral cristiana es realista porque tiene presente todos los factores de la realidad con la mirada puesta en el bien común. El bien común, en este momento, es la paz. La paz del mundo, la paz de Europa. Y dentro del catolicismo, de esos que obvian la realidad, hay maniqueos. Esa posición no favorece a la paz. La posición del Papa Francisco, por ejemplo, es una posición realista porque desea la paz para todos, no para unos solo.
–¿Por qué el Papa Francisco no gusta ni a liberales ni a conservadores, ni a progresistas ni a comunistas, y, sin embargo, todos le tildan de forma despectiva con estos calificativos ideológicos?
–El Papa no es ideológico, es católico. El Papa es misionero, no progresista. El ser misionero implica una apertura por la realidad, de encuentro con todos, de derecha e izquierda, con todos los hombres. El cristianismo es por y para todos. Hoy, la posición católica, está atrapada en una polarización ideológica que no favorece ni a la originalidad ni a la creatividad ni a la transición de ideas entre las que no se encuentra el Papa. El Papa no es comunista, es cristiano. Aplica la Doctrina Social de la Iglesia, al igual que León XIII, Pablo VI, Juan XXIII, Juan Pablo II o Benedicto XVI. Sin embargo, al Papa Francisco se le ve como un peronista. Y esto no es correcto. Él busca una Iglesia misionera y social, que no socialista. Él busca, como Pablo VI, la evangelización y promoción humana sin apellidos.
–Habla de la originalidad de pensamiento. ¿Cree que el Papa Francisco lo está siendo en su propuesta de visibilizar la obra caritativa, asistencial y misionera de la Iglesia?
–Lo creo de verdad. Durante el pontificado de Francisco estamos viendo una afirmación continuada y sostenida en el tiempo: la misericordia. La misericordia como categoría central del posicionamiento cristiano hoy. Está en Fratelli tutti, que no es un documento optimista precisamente, pero que invita al equilibrio, a conservar la paz, a enfrentar la corrupción. Pero esto no es algo exclusivo de su pontificado. Es una conclusión del recorrido realizado previamente por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Son los tres, de forma conjunta, los que han asentado el primado de la misericordia, los que han levantado ese hospital de campaña que es la Iglesia; un lugar de paz en un mundo dividido. Tiene que hacer ese contraste con el mundo, ser lugar para la unidad, para la comunión. Esta es la función profética. Esta es la definición de la Iglesia como lugar de misericordia y perdón.
–¿Por qué la Iglesia es incapaz de llevar al terreno de la cultura toda su potencialidad?
–Porque la cultura, la genialidad, nace de una experiencia de vida original y nueva. Ahora bien, una vida cristiana nueva no es cultura. La cultura es una consecuencia, una implicación, de una experiencia original. Y si algo nos falta hoy precisamente es esa experiencia original de la vida cristiana entre los jóvenes. Faltan testigos, maestros y testimonios.
–En su último libro nos habla de los neoconservadores y los teopopulistas y de los errores en los que estos incurren. ¿Estamos en un momento de simplificación de las grandes ideas y de los sistemas que las hacen posibles?
–Ciertamente. Los neoconservadores americanos, cuya influencia es palpable en España, se oponen por sistema al Papa Francisco, incurriendo en un dualismo extremo. Por un lado, conservadores en lo económico, asentando la burguesía, apoyándose y sosteniendo el capitalismo imperante. Por otro lado, son maniqueos porque ven al mundo entero como un adversario, como el enemigo, como si la sociedad secularizada fuera mala en toda su extensión. Esto es una dicotomía increíble, propia de un liberal católico conservador que es incompatible, desde todo punto de vista, con la posición real de la Iglesia, que es solamente una.
- Respecto a los teopopulistas...
El teopopulismo como el teoconservadorismo o el teocapitalismo es incapaz de hacer una distinción entre la gracia y la naturaleza. Confunde los acentos cuando esto es un punto teológico fundamental. El teopopulismo, por ejemplo, cree en el poder del poder como fin en sí mismo. Cree que el mundo se transforma, muta, no por obra de la gracia, sino como consecuencia del ejercicio del poder. Esta es la gran confusión: la ilusión de esta perspectiva es creer que la recristianización del mundo llegará a través del poder. Es como si quisieran volver a resucitar a Constantino. ¡Pero Constantino no es Cristo! ¡No es el emperador el que redime el mundo! Cristo se hace presente a través de la gracia, del testimonio, de la misericordia en el mundo contemporáneo.