El día a día de un sacerdote en Kiev en medio de la guerra
Misas en el metro, conversaciones con los soldados y una vida entregada a los más afectados por el conflicto
Bajo las bombas y los frentes abiertos la vida sigue, también para aquellos que llevan a Dios al mundo. Andriy Bodnaruk visita a familias en la capital, pero también acompaña a los soldados en los puestos de control, realiza servicios litúrgicos en los refugios y organiza actividades para distraer a los niños de la guerra. Con un chaleco antibalas sobre la túnica sacerdotal apoya a las personas que han decidido quedarse en Kiev, a pesar de la guerra.
El padre Andriy visita a los feligreses para darles la comunión y junto al alimento del alma, distribuye los paquetes de ayuda entre los necesitados. «Hago lo que hacía antes: sirvo a Dios, a la Iglesia y a nuestro pueblo. Me mantengo cerca de las dolencias que aquejan a las personas. Intento estar más cerca de los que luchan con el enemigo y de los que luchan contra el estrés y la ansiedad. Y simplemente coordinamos la ayuda que recibimos de los socios de proyectos», cuenta el joven sacerdote.
Misas en el metro de Kiev
La vida en Ucrania cambió el 24 de febrero de 2022, cuando las casas se vaciaron y los metros se llenaron. El subterráneo ucraniano se convirtió en un refugio para muchos y allí estaba el padre Andriy. En una de las estaciones de metro en el centro de la capital, que ahora sirve como refugio antiaéreo, sacerdotes ucranianos celebran regularmente la «Liturgia Divina», como se denomina a la Santa Misa en el rito greco-católico. Mientras un sacerdote celebra, otro confiesa.
En sus conversaciones con la gente, el padre Andriy habla mucho del amor. Dice que lo ve en los residentes de Kiev: «Nuestra gente no está en pánico, sino que ve una necesidad aún mayor de servirse y apoyarse unos a otros. Veo su dedicación. Muchos de ellos, aquellos que tenían medios, una hermosa casa y vivían en condiciones confortables, hoy en día a menudo visten chaquetas y pantalones rotos y se despiertan en el frío, día y noche para proteger su ciudad y la de los demás. Son abnegados y entregados. Ellos saben lo que representan. Las personas están unidas especialmente por la Iglesia. Porque cuando la comunidad se reúne en los albergues para la oración, la comunidad se une aún más y se responsabilizan unos de otros».
«La ira no es para bien»
El padre Andriy admite que también él teme que sus emociones se hayan visto afectadas por la guerra, pero da gracias a Dios porque el silencio y la oración ayudan a encontrar respuestas a las preguntas más difíciles.
Trata de transmitir a la gente, y sobre todo a los soldados, que la ira no puede ser sagrada, la ira no es para bien, y les recuerda a Cristo perdonando a sus asesinos «porque no saben lo que hacen». El sacerdote insta a no maldecir al enemigo para no ser como él. La fuerza para luchar, dice, viene de la fe y la confianza en el Señor.
El sacerdote de rito greco-católico, que de acuerdo con la tradición oriental está casado y tiene dos hijos, cuenta que su mujer y sus hijos se vieron obligados a abandonar Kiev y mudarse a la parte occidental de Ucrania. «Dado que todo lo que tenemos tuvo que quedarse en Kiev, era necesario comprar lo esencial para su nueva vida».
Sacerdotes greco-católicos
La guerra como reconciliación
El sacerdote está convencido de que Dios salva a las personas del mal y de la desesperación. «Muchas veces nos quejábamos y nos costaba ser tan pobres. Y ahora entendemos: si podemos despertarnos por la mañana con dos ojos, brazos y piernas, ¡eso es mucho!» enfatiza Andriy.
Ahora es un momento especial para apreciar el valor de las cosas simples. Según él la guerra es un tiempo de reconciliación: «Cuando la gente crucificó a Cristo y después cuando estaba en la tumba, tampoco vieron ningún cambio. Pero después del tormento, después de la muerte, vino la resurrección. Llegará el momento y vendrá esa resurrección».