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Hallazgo de los restos del Apóstol Santiago en 1879

La odisea de las tres tumbas del Apóstol Santiago

Un largo viaje por el mar, el ataque de una reina pagana y las amenazas de los piratas ingleses son algunas de las aventuras que vivieron los restos del Patrón de España

Llegar a Santiago, abrazar la estatua del santo y rezar ante su tumba es probablemente el fin principal de la mayoría de los miles de peregrinos que cada año caminan hacia Santiago de Compostela. Los restos del santo son el enclave espiritual de todos los caminos que atraviesan Europa.

Sin embargo, el cuerpo del Patrón de España sufrió una aventura, digna de ser relatada por Homero, hasta llegar al lugar donde yace hoy en día. En el año 44 d.C, Santiago el Mayor fue decapitado por Herodes de Agripa con el único motivo de sentencia predicar la fe cristiana. Cuenta la tradición que cuando iba a ser enterrado en Palestina, sus discípulos Teodoro y Atanasio robaron el cuerpo del santo, para llevarlo al lugar donde él siempre había querido descansar: su terca Gallaecia, en Hispania.

Tras el martirio de Santiago, sus discípulos Teodoro y Atanasio robaron el cuerpo del santo y lo trasladaron de Palestina a Hispania

Los discípulos de Santiago se embarcaron en Palestina, recorrieron el Mediterráneo y el Atlántico, entraron por la Ria de Arousa y atracaron en Iria Flavia, la actual localidad de Padrón. La odisea marina fue solo un ensayo de lo que les esperaba en Hispania. Gallaecia estaba gobernada por la pagana Reina Lupa, quien odiaba y temía profundamente a los cristianos. Esta hizo todo lo posible porque el cuerpo del Patrón no se enterrara en sus tierras: engañó a los discípulos y en vez de trasladar el cuerpo con unos bueyes, mandó que lo llevasen a su tumba unos toros bravos. Para la sorpresa de la reina pagana, los toros se amansaron al ver el cuerpo del santo y siendo testigo del milagro, se convirtió.

La primera tumba del Apóstol estuvo en un lugar indeterminado hasta el siglo IX, en lo que hoy es la ciudad de Santiago de Compostela. Enterrado en lo que conocemos como la Arca marmárica, el cuerpo de Santiago quedó al cuidado de sus discípulos. A su muerte, sus cuerpos fueron enterrados junto a los del Apóstol y la tumba quedó olvidada durante siglos.

La lluvia de estrellas

En el año 823 una lluvia de estrellas apuntaba cada noche hacia un mismo lugar. El ermitaño Pelayo, curioso del fenómeno que veía cada noche, decidió seguir las estrellas, tras un sueño en el que se le aparecía Santiago desvelándole el paradero de su tumba. Pelayo, junto con el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, se trasladó al lugar que señalaban las luces.

Allí encontraron la primera tumba del Patrón de España, hasta la que se trasladó desde Oviedo el rey Alfonso II, convirtiéndose en el primer peregrino de la historia. Este, al comprobar el hallazgo, mandó construir una iglesia en honor al Apóstol y trasladar sus restos y los de sus discípulos hasta la actual ciudad de Santiago de Compostela.

El rey Alfonso II el Casto se convirtió en el primer peregrino de la historia caminando desde Oviedo a la actual Santiago de Compostela

La noticia del hallazgo del cuerpo de Santiago el Mayor en tierras gallegas se extendió por toda Europa, atrayendo a miles de peregrinos que caminaban largas rutas desde los diferentes puntos del mapa europeo para venerar al santo. Este reguero de peregrinos aumentó aún más, dando lugar a una edad de oro del Camino de Santiago, con la consagración de la Catedral compostelana en el año 1211.

El pirata Francis Drake

Tras la era dorada del Camino de Santiago, parecía realmente que el cuerpo del santo estaba ya descansando en paz. Sin embargo, la Historia tenía guardado un último conflicto para los restos del Apóstol. Tras el ataque frustrado de la Armada Invencible, el corsario y pirata inglés Francis Drake atacó la ciudad de Coruña, hecho que hizo saltar las alarmas en Santiago de Compostela.

El Papa Benedicto XVI en su visita a Santiago de Compostela en 2010GTRES

Por temor a los ataques piratas, el cabildo de la Catedral de Santiago tomó la decisión de ocultar los restos del Apóstol en algún punto escondido de la Catedral. Así permanecieron hasta el siglo XIX, cuando el cardenal Payá se propuso localizar los restos de Santiago el Mayor y verificarlos. Tras duros trabajos de búsqueda, finalmente, unos restos fueron hallados en la pequeña capilla que se encuentra detrás del altar mayor de la Catedral.

Tras el descubrimiento de estos restos, sospechosos de ser el cuerpo de Santiago el Mayor, el cardenal Payá ordenó a varios expertos un informe que demostrase la pertenencia de esos huesos al Apóstol y a sus discípulos Teodoro y Atanasio. El 1 de noviembre de 1884 el Papa León XIII, mediante la bula Deus Omnipotens, confirmó como auténticos los restos encontrados, al tiempo que invitaba a los católicos a volver a peregrinar a Compostela. Para fomentarlo declaró 1885 como Año Jubilar extraordinario.