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Un paseo por la ciudad de María Magdalena

El lago de Tiberíades y la Magdala, la ciudad azucarera de María Magdalena

Un paseo por la tierra de santa María Magdalena

Las excavaciones que se realizan en la región desde 1971, están sacando a la luz la ciudad tal y como era en el siglo I d.C, cuando María Magdalena recorría sus calles y Jesús de Nazaret rezaba en sus sinagogas

La ciudad de Magdala se encuentra a orillas del lago de Galilea y es el lugar donde vivió María Magdalena, discípula de Jesús. Esta mujer conversa es clave en los relatos bíblicos: estuvo al pie de la cruz de Jesús en su muerte y a ella se le apareció Cristo, llamándola por su nombre la mañana de Pascua de Resurrección. Para saber un poco más sobre esta figura, los franciscanos trabajan en las diferentes excavaciones de la ciudad de Magdala, con el objetivo de conocer mejor cómo era la vida de Jesús, y sobre todo, de su discípula María Magdalena.

Magdala a principios del siglo XX

Magdala a principios del siglo XX

Tal y como relata la Custodia de Tierra Santa, las primeras excavaciones en Magdala comenzaron en noviembre de 1971, y fueron dirigidas por Fray Virgilio Corbo y Fray Estanislao Lofrega. El mayor descubrimiento de estas excavaciones fue la plaza mayor de la antigua ciudad, además de una gran parte de la antigua Magdala. La mayoría de las excavaciones tuvieron lugar entre 2006 y 2012. Entre estos años se hallaron los restos de un antiguo puerto de la era romana, hecho que define la región desde el punto de vista económico y militar.

En el año 2008, el descubrimiento de las piscinas termales de Magdala sacó a la luz valiosos lotes de cerámica, jarrones, perfumes y joyas. Otro importante hallazgo fue el monasterio bizantino de la ciudad. El Dr. Carmelo Pappalardo de la Universidad Hebrea de Jerusalén ha declarado que «este año hemos retomado el trabajo aquí en Magdala para poder reconstruir y entender las distintas fases de la ciudad, cómo ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, desde el periodo helenístico hasta llegar a la era islámica».

Sinagoga de Magdala

Sinagoga de MagdalaNational Geographic

La Dra. Katia Cytryn Silverman, miembro de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha hecho hincapié en los siglos XII y XIII, «periodo de desarrollo de la industria azucarera en Magdala». En contraste con el pensamiento popular, el origen de la industria azucarera no se encuentra en Sudamérica, sino en Magdala: «Toda la historia del azúcar nació aquí y esta ciudad también podría jugar un papel en el rompecabezas de la industria azucarera en la región» ha declarado Katia.

En estos últimos años ha habido muchos cambios a orillas del lago de Galilea. Las últimas excavaciones han sacado a la luz una antigua sinagoga y la famosa piedra de Magdala, con antiguos relieves del templo de Jerusalén. Dos frailes franciscanos son los encargados de la custodia de estas excavaciones, acompañados de numerosos voluntarios que se suman al descubrimiento de la antigua ciudad.

La llamada Piedra Magdala es un bloque de piedra tallado con los símbolos del Templo de Jerusalén , con el núcleo del Templo representado (el Salón, el Santuario y el Lugar Santísimo). La piedra mide 1.8 por 2 pies con una altura de 1 pie. Encontrada casi en el centro de la sinagoga, se cree que la Piedra Magdala es un mueble ceremonial en el que se coloca en la Torá y otros rollos sagrados. Pero, ¿es simplemente una bimah (un soporte tradicional para los pergaminos) o tiene un significado más profundo?

La Piedra Magdala

Fray Teofil Maciej Niewinski recalca la labor de los voluntarios: «Para ellos la experiencia de participar en las excavaciones en un yacimiento tan importante como Magdala es realmente especial, tanto como experiencia personal como por la posibilidad de estudio que puede ser utilizada en otras áreas arqueológicas».

Daniel Suchozerbrsky, voluntario en estas excavaciones relata como «por un designio de la Providencia el primer día que vinimos a cavar fue en la fiesta de santa María Magdalena». «Tal vez hayamos tocado algunas de las piedras de su época», apunta. Finalmente, Suchozerbrsky califica su experiencia como voluntario como «muy bonita y alegre».

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