Evangelio del díacomentado por Clara González
Evangelio del día: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!»
Hoy, lunes 15 de agosto del 2022, nos acercamos al Evangelio de san Lucas comentado por Clara González
Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, «se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava».
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: «su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia» - como lo había prometido a «nuestros padres» - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.
Aconteció que en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, «se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava».
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: «su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, «derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia» - como lo había prometido a «nuestros padres» - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.