«En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios. Esta es la humildad. Yo voy a rezar, pero Tú, Señor, convierte mi corazón para que pida lo que es conveniente, para que pida lo que sea mejor para mi salud espiritual.
Sin embargo, un escándalo permanece: cuando los hombres rezan con corazón sincero, cuando piden bienes que corresponden al reino de Dios, cuando una madre reza por su hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha?».