La Reina Isabel II, cabeza de la Iglesia anglicana y mujer de profunda religiosidad
Los británicos asistieron cada año a una progresiva profundización de sus mensajes navideños: «Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios proporcionan un marco dentro del cual trato de vivir mi vida»
Durante el reciente Jubileo de Platino por los setenta años de reinado de Isabel II, los británicos volvieron a comprobar la profunda fe cristiana de su reina y la importancia de la religión en el sostenimiento de la monarquía.
Una de las demostraciones más llamativas de su fe sucedía durante sus mensajes de felicitación navideños. En su primer mensaje de Navidad, de 1952, meses antes de su coronación, Isabel animaba a rezar por ella:
«Quiero pedirles a todos ustedes, independientemente de su religión, que oren por mí en este día, para que Dios me dé sabiduría y fuerza para cumplir las promesas solemnes que haré y poder servirle fielmente todos los días de mi vida».
Durante la Navidad de 2000, el pueblo observó un profundo cambio cuando, al dirigirse a la nación, la Reina recordó el sentido último de la celebración: «El cumpleaños de Jesucristo, ese es el verdadero aniversario del milenio», y prosiguió testimoniando el profundo impacto que las enseñanzas de Cristo habían tenido en su vida:
«Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios proporcionan un marco dentro del cual trato de vivir mi vida. Como muchos de ustedes, he obtenido un gran consuelo en tiempos difíciles de las palabras y el ejemplo de Cristo».
Cabeza de la Iglesia
El cristianismo vital de la reina sostuvo también el requisito constitucional de que el monarca fuera gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra; de hecho, históricamente desde Enrique VIII, la monarquía es una institución de la Iglesia anglicana y las coronaciones siempre tienen lugar en suelo sagrado.
Sentido ecuménico
Los jubileos de la Iglesia con presencia de la reina, como el del pasado junio, han sido oportunidad para entablar relaciones ecuménicas y de fructífero diálogo con otros credos, a través de servicios religiosos unidos y de encuentros culturales entre diferentes religiones. Isabel II es protagonista determinante del acercamiento entre el anglicanismo y el catolicismo, por sus visitas a los últimos siete papas, rompiendo un alejamiento secular entre las iglesias desde la abrupta ruptura de Enrique VIII.
La Reina Isabel II trató de fomentar a lo largo de su extenso reinado las buenas relaciones también entre las diferentes religiones no cristianas, como en los jubileos de 2002 y 2012, en los que distintos representantes de las religiones del mundo asistieron a los servicios litúrgicos.
En un artículo de la revista Cristiano hoy Claire Musters subrayaba que la fe de la reina no era una creencia privada, sino que «ella compartió su fe con el Príncipe Felipe de Edimburgo», como ejemplo de que en el cristianismo «todos necesitamos ese apoyo como cuerpo de Cristo», que son los creyentes y que se encarna en la comunión de la Iglesia.
Una fe visible
Mark Davies, obispo de Shrewsbury, reconocía esta conciencia de la reina en su homilía de la fiesta de Pentecostés al declarar que «no oculta que su fe es cristiana, lo que le ha permitido responder a las innumerables exigencias de su vida a lo largo de siete décadas. Una vida marcada por un ritmo diario de oración y culto dominical. De hecho, es imposible imaginar cómo podría vivirse un servicio de tan larga duración sin ese sentido de vocación cristiana».
Su ejemplo de devoción al deber, su firme testimonio de fe en Jesucristo y su firme esperanza en sus promesas»
En febrero pasado, Justin Welby, Arzobispo de Canterbury, elogió la fe cristiana de la reina, «su fiel testimonio de Jesucristo», e invitó a los cristianos a orar para que Dios «siga fortaleciendo y guiando» a Isabel II y que fuera bendecida «con buena salud y sabiduría».
A través de un telegrama, el Papa Francisco se ha unido a las condolencias y ha mostrado su tristeza al heredero, su hijo Carlos III, de 73 años: «Profundamente entristecido al enterarme de la muerte de Su Majestad la Reina Isabel II, ofrezco de corazón condolencias a Su Majestad, los miembros de la familia real, el pueblo del Reino Unido y la Commonwealth. De buena gana me uno a todos los que lloran su pérdida para orar por el descanso eterno de la difunta Reina, y rindiendo homenaje a su vida de incansable servicio, al bien de la Nación y la Commonwealth, su ejemplo de devoción al deber, su firme testimonio de fe en Jesucristo y su firme esperanza en sus promesas», ha concluido el Papa Francisco, señalando la religiosidad que ha sostenido a la reina Isabel II durante setenta años de reinado, hasta ser acogida definitivamente en el seno de Dios.