Fundado en 1910

Alejandro Chafuen durante su ponencia en el Congreso interreligioso del CEU

Congreso interreligioso en el CEU

«El libre mercado está relacionado con la afirmación de los derechos de los indios en América»

En el CEU se analizan tres visiones religiosas sobre la economía: desde los judíos de la Diáspora y Mahoma hasta Francisco de Vitoria y Juan de Mariana. Desde el riesgo comercial hasta las profesiones liberales y los derechos humanos

La jornada Relaciones abrahámicas: historia, retos y perspectivas —organizada por el CEFAS (Centro de Estudios Formación y Análisis Social del CEU) y el Acton Institute— ha contado con una interesante mesa redonda en que se han analizado las respectivas maneras de entender la economía dentro del judaísmo, islam y cristianismo.

Ha comenzado el coloquio Pablo Kleinman (Buenos Aires, 1971), empresario y presentador radicado en Miami, e impulsor de iniciativas que estrechan los lazos entre España y el mundo judío, como el Museo HispanoJudío de Madrid.

Kleinman ha relatado cómo él desciende de una familia que, tras la destrucción del Templo de Jerusalén, a manos de las legiones de Tito en el año 70, ha vivido siglos en la Diáspora. Desde Palestina hasta Grecia, luego Italia, el Imperio Carolingio y Toledo, donde sus antepasados sirvieron al rey Alfonso VI de León y desempeñaron un cometido destacado en la reconquista de Toledo. En esta ciudad, que había sido capital de la España visigoda, gozaron de «buenos tiempos», aunque luego llegaron malas épocas, como bajo el reinado de Pedro el Cruel. Yendo de un lugar a otro, de Aquisgrán a Tréveris, los judíos padecieron la «limitación de la posesión de tierras», de modo que sólo les quedó la opción de dedicarse a «profesiones liberales: mercaderes, banqueros, médicos». Una forma de entender la economía que se debía a la «adaptación a las restricciones».

Benedikt Koehler, investigador en el Institute of Economic Affairs, tomó a continuación la palabra. Koehler es especialista en el impacto de las religiones abrahámicas en las concepciones y desarrollo medievales de la economía, y ha publicado libros como Early Islam and the birth of capitalism (2014). Comenzó refiriéndose al libro El señor del zoco (1973), del especialista en estudios islámicos de la Universidad Complutense Pedro Chalmeta. Señaló a la importancia de las ciudades de La Meca y de Medina dentro de la concepción económica y empresarial de Mahoma, que a su vez influyó en corrientes mercantiles cristianas y de todo el Mediterráneo durante la Edad Media, bajo la idea de que es «el riesgo lo que puede llevar a la fortuna». En su opinión, esta actividad emprendedora hunde sus raíces en los antiguos gobernadores de La Meca, que era un centro de peregrinación para personas procedentes de toda Arabia. Por lo tanto, generaba afluencia de caravanas, comercio esclavista, y la necesidad de conjugar seguridad para las caravanas comerciales, así como atender las necesidades religiosas.

Koehler dice que «Mahoma se casó con una mujer cuya familia eran inversores capitalistas». De modo que Mahoma «entendió lo que era el riesgo desde su observación personal». Tras huir de La Meca, «en Medina construyó la primera utopía islámica», mediante la fundación de una mezquita que sirvió de eje comercial. Aplicó una serie de preceptos, como «los precios están en la mano de Dios». Y animó a sus correligionarios a sumarse a su mercado, alternativo a los otros que ya existían, por medio de esta alusión: «Permitid que éste sea vuestro mercado y no habrá impuestos en él».

Tanto Hayek como lord Acton tributaban profundo respeto y reconocimiento a este periodo de la Universidad de Salamanca, así como a la contribución de los jesuitas a la libertad políticaAlejandro Chafuen

Esa actitud condujo a un comercio fluido dentro de los países islámicos y mediterráneos que no cesó durante toda la Edad Media. «Las caravanas de especias y perfumes eran un modo de conseguir mucho dinero, pero también a cambio de mucho riesgo», sintetiza Koehler. En su opinión, este contexto explica la necesidad de contratos, sociedades mercantiles y compañías de grandes dimensiones y que abarcaran extensos territorios. Lo cual también dio como fruto la fundación de entidades caritativas adscritas a las madrasas y mezquitas.

Escuela de Salamanca

Al finalizar su exposición, Koehler plantea una comparación entre Moisés —cuya ley sigue el pueblo judío—, que es «un príncipe, nace de clase alta, y supone una perspectiva económica basada en la propiedad de las tierras»; luego Jesús de Nazaret —el fundador de la Iglesia—, que es «de clase trabajadora, hijo de un artesano o carpintero» y, por tanto, alejado de una perspectiva comercial; y, en tercer lugar, Mahoma —creador del islam—, que sí es un mercader y de clase media.

Cerró la mesa redonda Alejandro Chafuen (Buenos Aires, 1954), gerente y director internacional del Acton Institute, autor de libros como Faith and Liberty: The Economic Thought of the Late Scholastics (2003) y Raíces cristianas de la economía de libre mercado (2016), además de colaborador en medios como Forbes. Su intervención estuvo centrada en los autores de la llamada Escuela de Salamanca, y disertó sobre la defensa de la propiedad privada y la libertad de comercio, dentro del catolicismo del siglo XVI.

Salamanca es la gran universidad que diseminó estas ideas por el mundoAlejandro Chafuen

Chafuen confiesa que, en sus investigaciones relacionadas con las sociedades libres, descubrió autores y eruditos que han destacado la importancia del cristianismo a la hora de consolidar derechos y libertades a lo largo de la historia. Como postula, entre otros, el sociólogo Rodney Stark. En este sentido, resultan de primera relevancia Tomás de Aquino y Francisco de Vitoria —«el campeón de los derechos humanos»—, el cual tradujo y editó al Aquinate. Según Chafuen, tanto Hayek como lord Acton tributaban profundo respeto y reconocimiento a este periodo de la Universidad de Salamanca, así como a la contribución de los jesuitas a la libertad política, con planteamientos muy previos a Locke. Sin duda, la doctrina de Salamanca en defensa de la libertad de mercado tiene que ver, en parte, con los estudios que, a partir del descubrimiento de América, llevaron a afirmar los derechos de los indios. En este punto, descuella el dominico Domingo de Soto.

La defensa de la propiedad privada y de la libertad comercial ha formado parte de una tradición española, basada en la convicción de que los derechos humanos pertenecen a cada una de las personas son humanas. Un concepto de libertad que parte de una perspectiva social y teológica, de modo que el objetivo de la propiedad privada es alcanzar «una sociedad más pacífica y más próspera». Dentro de los temas que se desarrollaron en Salamanca, además de la universalidad de los derechos humanos, siguen siendo actuales las disquisiciones sobre el precio justo, la condena de la coerción, la necesidad de leyes comunes y el imperio de la ley. «Salamanca es la gran universidad que diseminó estas ideas por el mundo», sostiene Chafuen.

Una de las particularidades de Salamanca estriba en que no sólo se trataba de teoría, sino que también se acudía a lo que hoy se denomina «método del caso». Por ejemplo, se debatió el derecho, en caso de perentoria necesidad, a coger el caballo del vecino para usarlo, pero no para posesionarse de él. Como han seguido asumiendo pensadores católicos, hasta, por ejemplo, Jaime Balmes, la doctrina económica de Salamanca establece que los seres humanos son libres, pero no desconectados del Creador. Los españoles de los siglos XVI y XVII incluso reconocieron la importancia del cuidado del medio ambiente. La defensa de la libertad de comercio como un derecho humano trajo, entre otras consecuencias, la teoría de Juan de Mariana sobre la moneda y su crítica a la inflación. En todo caso, estos autores —«que hoy suscitan más interés en Oxford que en España»— «no eran liberales en términos actuales».