Bono, el mesías de U2, vendrá a Madrid «como un cristiano que no da la talla»
El mesiánico cantante de la banda irlandesa U2 presentará su extensa autobiografía Surrender en una gira mundial que pasará también por Madrid
En el universo de luces y giras interminables del grupo irlandés U2, la religión cristiana, al menos en algunos de sus miembros, ha sido un pilar fundamental.
Un pilar tan fundamental para el cantante metido a escritor que, a la hora de publicitar el libro autobiográfico, ha trufado su historia de mil anécdotas en torno a su religiosidad, el entorno ecuménico arquetípico de una Irlanda dividida entre católicos y protestantes y las razones místicas de su vocación musical.
La división cristiana entre irlandeses la sufre Bono desde la cuna ya que su padre era católico y su madre una ferviente protestante que deja un viudo y tres huérfanos en medio de la violencia del Ulster y la silenciosa pena que se apodera de la casa, tal y como reconoce al escribir que «después de su muerte, nunca volvimos a hablar de ella. Peor que eso, rara vez volvimos a pensar en ella...».
El predicador callejero
La fe llega a Bono a través de un grupo carismático de formas extravagantes en la Irlanda de los años setenta llamado Shalom, que trataba de reproducir el cristianismo de los primeros siglos, entendido este desde la visión deformada y despreocupada de un predicador callejero, imagen que al cantante de U2 ya no le abandonará nunca, y que fascinará a unos y asqueará a muchos otros, por una exposición quizá desmesurada de su propio ego.
A lo largo de las casi setecientas páginas en las que el irlandés narra su vida, brilla de nuevo el vocalista de banda musical conocido por sus reivindicaciones sociales, solidarias con el tercer mundo, contra el capitalismo y el imperialismo estadounidense; las frases grandilocuentes en busca de una pose con sus gafas de mosca, chaqueta de polipiel y su irrefrenable interpretación evangélica de la existencia.
En cualquier caso, todo el éxito de U2 y su capacidad de congregar durante décadas a millones de seguidores en todo el mundo ha sido por esta interpretación sui generis de la presencia de Dios en su vida. En un momento dado, Bono reconocerá que es el mismo Dios quien ha sostenido al grupo y a sí mismo en el devenir del mundo de la farándula musical y del poder que atrae y desprende un grupo de rock.
«Todos compartíamos la fe. La fe en los demás del grupo. La fe en que nuestra unión demostraría que éramos más que la suma de las partes. Y la fe estuvo a punto de disolver la banda, porque puede ser un problema. La fe separa personas, las que la tienen y las que no», aludiendo a la fe metodista de The Edge y al ateísmo reconocido de Adam Clayton y Larry Mullen que, demostraron según Bono «una paciencia infinita con nuestro fervor«, ya que se sabe »un seguidor de Cristo que no da la talla», como la inmensa mayoría de los cristianos.
La señal divina
Una de las confesiones más relevantes de Bono en torno a U2 y su pervivencia en el tiempo, a pesar de las contradicciones que brotan del dinero, los paraísos fiscales y los excesos de las estrellas es la de la canción que le permitió continuar sin extinguirse inmersos en sus egos. Con el éxito en Estados Unidos del disco Boy, Bono y The Edge comienzan a plantearse que «no pueden servir a Dios y al dinero» y así se lo hacen saber al resto de los músicos.
El contrato
El rumor de la espantada llegó al representante Paul McGuiness, que les convino a volver a la senda de la música preguntándoles «¿tengo que deducir que habéis hablado con Dios? Pues la próxima vez que habléis con él, preguntadle si está bien que vuestro representante en la Tierra rompa un contrato legal. Uno que he firmado en vuestro nombre por el que os comprometéis a ir de gira». Y ante tan poderosa razón, Bono y The Edge respondieron «que siempre habían esperado una señal para continuar» hasta el fin del mundo con U2.