¿Quiénes eran los fariseos y por qué se enfrentaban a Jesús?
Los fariseos aparecen en el evangelio manteniendo acaloradas discusiones con Jesús, sobre la estricta observancia de las normas en el judaísmo tardío
Los fariseos eran un partido religioso conservador del judaísmo en tiempos intertestamentarios. Se llamaban a sí mismos los «compañeros» (heb jabêrîm) o los «santos» (heb. qedôshîm). Se cree que los fariseos se originaron como partido en la segunda mitad del siglo II a.C. Se desconoce su origen, aunque se cree que fueron sucesores de los jasîdîm: «los piadosos».
Eran estrictamente ortodoxos, radicalmente observantes de la pureza religiosa en Israel, el pueblo elegido. Por eso, rechazaban cualquier intento de introducir prácticas helenísticas en el pueblo.
Sepulcros blanqueados
Los rabinos que reconstruyeron el judaísmo tras la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d. C, apenas mencionan al grupo de los fariseos. Este silencio sigue siendo un misterio, pero algunos investigadores suponen que los rabinos querían desvincularse del excesivo legalismo farisaico.
Los fariseos han pasado a la posteridad por sus enfrentamientos dialécticos con Jesús a lo largo de su vida pública. Los encontronazos tienen que ver sobre todo con la nueva visión que Jesús tiene del judaísmo, que choca frontalmente con el celo farisaico y su cerrazón a la forma en que Dios manifestaba su revelación en Jesús, el hijo de un carpintero.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!
Jesús usa para ellos la comparación más fuerte de todo el evangelio al llamarlos «sepulcros blanqueados», relucientes por fuera, pero llenos de podredumbre repugnante, destapando su hipocresía y el peso insoportable que habían puesto sobre la conciencia del pueblo a base de normas y leyes para mantener o recuperar la pureza frente a Yahvé.
Insensatos y ciegos
En el evangelio de Mateo 23, 13–22, Jesús sintetiza todo el lamento contra una posición cerrada al Misterio y a la novedad de Dios:
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado! ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».
Rigidez farisaica
Desde el principio de su pontificado, el Papa Francisco ha insistido en estar atentos frente a los fariseos de hoy, o frente a la posibilidad de vivir como uno de ellos, más preocupados por los preceptos que por las personas.
A propósito de esta posición farisaica, el Papa señala que aquellos doctores de la Ley seguían a Jesús para ver si conseguían atraparlo en un error. Los fariseos «eran un verdadero ejemplo de formalidad. Pero les faltaba vida».
«Eran rígidos», a juicio del Papa Francisco, ya que su reacción era el escandalizarse ante las palabras y las obras de Jesús y, por tanto, no podían reconocerle como Hijo de Dios en la carne. Su rigidez en la observancia de la Ley; su empecinamiento en lo que debía ser la revelación de Yahvé según su propia medida, les impedía reconocer la novedad que Jesús ponía delante de todos.