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Una campana europea y tres campanas budistas en el Tíbet

La prensa china reconoce que la Iglesia del Tíbet es un «oasis de convivencia»

Los detalles recogidos en el reportaje transmiten sobre todo una imagen viva y evocadora de la pequeña comunidad eclesiástica que confiesa la fe en Jesús en el «Techo del Mundo»

Un «oasis de convivencia» entre confesiones y un «lugar de encuentro» entre culturas. Estas expresiones han sido publicadas por el China News Service (CNS) para denominar la vida de la iglesia del pueblo de Yanjing, la única iglesia católica presente en la Región Autónoma del Tíbet, revelan simpatía y aprobación. La segunda mayor agencia de prensa de la República Popular China (chinanews.com.cn), que difunde noticias en chino e inglés, ha publicado recientemente en la red un amplio reportaje sobre la «parroquia tibetana». La agencia señala que incluso en sus características arquitectónicas, que combinan elementos tibetanos con rasgos góticos, la iglesia representa una fusión de distintas tradiciones culturales. Pero los detalles y noticias recogidos en el reportaje transmiten sobre todo una imagen viva y evocadora de la pequeña comunidad eclesiástica que confiesa la fe en Jesús en el «Techo del Mundo», donde las solemnidades litúrgicas cristianas se convierten también en ocasión de convivencia fraternal con sus coterráneos, en su inmensa mayoría budistas.

Iglesia católica en Yarkalo

Magdalena, una laica consagrada

El reportaje se articula en gran parte en torno a la figura de Magdalena, la laica consagrada que desde hace 26 años ejerce la custodia de la iglesia. Magdalena toca las campanas todos los días, dirige las oraciones diarias de la comunidad, recitadas en tibetano, y también actúa como «guía turística» para los visitantes de otros lugares. Magdalena también asiste con devoción y cuidado a los sacerdotes que vienen de Yunnan o de otras provincias a celebrar misa, sobre todo en las fiestas litúrgicas, puesto que ya no se cuenta con la presencia permanente de un sacerdote en la parroquia.

Los relatos de Magdalena se detienen a describir las singulares formas en que se manifiesta el vínculo de hermandad que une a los católicos tibetanos con sus compatriotas budistas. En Navidad, los más de 520 bautizados de las 70 familias católicas que acuden a la parroquia involucran también al resto de la población en las celebraciones por el nacimiento de Jesús. Por la mañana, tras la solemne celebración litúrgica, todos se reúnen para comer platos de la cocina local. Por la tarde, los budistas colaboran en la decoración de la iglesia con adornos navideños. Y después de la cena, todos se visten con ropas tradicionales para participar en una fiesta con cantos y bailes en honor de Jesús. Del mismo modo, los católicos participan en los momentos de convivencia vinculados a las festividades del budismo tibetano que caen en el mes de diciembre. «Ahora –cuenta Magdalena– ocurre que en una misma familia hay budistas junto con católicos bautizados, y en las paredes de sus casas hay imágenes de Jesús y María, junto con las de Buda». Magdalena también ha supervisado el resurgimiento de las viñas que habían plantado allí los misioneros. Para ella, este renacimiento era un signo elocuente de que la semilla del cristianismo hacía tiempo que había sido plantada en la tierra tibetana. Y cuando camina entre las hileras de viñas, le encanta encontrarse con católicos que llevan rosarios, y también budistas devotos que hacen girar sus cadenas de oración en las manos. El sonido de la campana de la iglesia bajo la Cruz se mezcla con el de las banderas de oración tibetanas ondeando al viento, con las telas tejidas en los cinco colores del valle y del río.

Franciscanos y jesuitas

La convivencia relatada por la CNS adquiere profundidad y relevancia si se tiene en cuenta la historia, a la luz de los muchos pasajes dolorosos que han marcado el anuncio del Evangelio en el Tíbet en el pasado.

En el Tíbet, los primeros intentos de proclamar el Evangelio fueron los realizados por los misioneros franciscanos en el siglo XIV y por los jesuitas en el siglo XVII. En épocas más recientes, los relatos conservados en los archivos de las Misiones Extranjeras de París (Mep), dan cuenta de las iniciativas misioneras llevadas a cabo en el «Techo del Mundo» a partir de mediados del siglo XIX por los Mep franceses (que también erigieron la iglesia de Yerkalo en 1855) y luego por los canónigos agustinos suizos de San Bernardo.

Iglesia católica en Yunnan, Tíbet

Profanaciones y martirios

En los relatos de la época, el Tíbet aparece como una tierra dura donde se mezclan las estrategias de infiltración colonial británica y rusa, las incursiones de los «señores de la guerra» chinos y las servidumbres del sistema feudal político-religioso lamaísta. En un estilo casi aséptico, los relatos de los misioneros describen profanaciones de iglesias y capillas, confiscaciones de bienes y apostasía forzada de los tibetanos convertidos al cristianismo, cuyos hijos eran obligados a servir como monjes en lamaserías.

Según el historiador del cristianismo oriental Jean Charbonnier, más de la mitad de los 44 misioneros que murieron en Tíbet desde 1869 fueron asesinados por orden de los lamas. En 1946, la iglesia de Yerkalo también fue devastada, y el párroco de entonces, el suizo Maurice Tornay, fue asesinado cuando se dirigía a Lhasa con dos compañeros con la intención de reunirse con el Dalai Lama para invocar la tolerancia y recuperar el control de la misión de la que había sido expulsado. Tornay fue beatificado como mártir in odium fidei por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.