¿Qué son «los signos de los tiempos» de los que habla Jesús y cómo interpretarlos?
Es el Concilio Vaticano II quien introduce la expresión evangélica «signos de los tiempos», para expresar esa misma capacidad de reconocer a Dios y su obra en el mundo
La expresión «signos de los tiempos» es una expresión de Jesús, cuando en sus cotidianas diatribas con los fariseos y saduceos, estos exigían de él una señal del cielo y este respondió con esa expresión en Mt 16,2: «¿Sabéis distinguir el aspecto del cielo y no sois capaces de distinguir los signos de los tiempos?».
En otro pasaje, esta vez en Lucas 12,54-57, Jesús pone de nuevo el ejemplo de los elementos climatológicos y concluye: «Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?».
A lo que se refiere Jesús con esta expresión de los «signos de los tiempos» es a la misteriosa capacidad del ser humano para interpretar y reconocer a partir de la realidad, el misterio que la traspasa. Si el hombre tiene la capacidad de reconocer a través de los signos cuando va a llover o cuando vendrá el bochorno, puede reconocer a través del método de Jesús (palabras y obras) si él es el mesías. De ahí que juzgara como hipócritas a los saduceos y fariseos. Por que, precisamente ellos, podían reconocer con más elementos de juicio, que el elegido de Dios había llegado.
El Concilio Vaticano II
Es el Concilio Vaticano II quien introduce la expresión evangélica «signos de los tiempos», para expresar esa misma capacidad de reconocer a Dios y su obra en el mundo que precisamente, por ser de Dios, merece una mirada positiva.
Si Jesucristo ha entrado en la historia, también ha venido a habitar toda la realidad humana. Por eso, la lectura de los «signos de los tiempos», como afirma el Concilio, implica un discernimiento positivo sobre toda acción humana. Si Cristo ha resucitado y es Señor de todo, ya no cabe en la mentalidad del cristiano la visión trágica del paganismo.
Esto es de una importancia suma para la misión del cristiano a la hora de anunciar a Cristo.
Una lectura así de «los signos de los tiempos» en el hombre saca a la Iglesia de una mentalidad milenarista y apocalíptica; asustadiza y a la defensiva del mundo, tal y como lo entiende Pablo VI, cuando en Ecclesiam suam afirma que «la Iglesia se hace diálogo» con el mundo, como Dios se hizo diálogo con el hombre al revelarse y al encarnarse en el Hijo.
La mirada de Dios al mundo
La constitución Gaudium et Spes afirma que «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas»; de ahí, se entiende que es necesario conocer y comprender el mundo en que vivimos: sus esperanzas y sus aspiraciones sin condenarlas, pues ahí está su sentido religioso y su valor.
Quien conduce al mundo «es el Espíritu del Señor, que llena el universo» afirma el concilio. Por eso, apostilla que «la Iglesia procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios».
La fe, si es verdadera fe, no encierra al hombre en su miedo, sino que ilumina con nueva luz las realidades humanas y «manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta al mundo hacia soluciones plenamente humanas», que tienen que ver con su dignidad de criatura querida por Dios. Entender «los signos de los tiempos» es entender al hombre de hoy y su perenne deseo de Dios. El Dios manifestado en Cristo; Señor de la vida, no de la muerte.