Manuel Machado y la poesía religiosa andaluza
En Estampas sevillanas, Manuel Machado incluye el soneto Jesús del Gran Poder, donde aparece la impresionante imagen del Cristo doliente «en medio de la noche sevillana»
En la obra Estampas Sevillanas –de 1949–(Córdoba, Virgilio Márquez, editor; 1982. Colección Camino de Mediodía), Manuel Machado incluye el soneto Jesús del Gran Poder, donde aparece la impresionante imagen del Cristo doliente «en medio de la noche sevillana» (se refiere el poeta a la presencia del trono procesional en las calles de Sevilla, en la celebración de la Semana Santa; trono sobre el que se alza esa «efigie soberana» a la que acompaña en su «carrera» -recorrido señalado para la procesión- un gentío devoto), y al que las golondrinas quitan las espinas de su frente para aliviar así su sufrimiento (primer terceto). ¡Qué sevillano no habrá estado alguna vez en la Plaza de San Lorenzo para manifestar su devoción al paso de Dios hecho Hombre y condenado a muerte, camino del Calvario! Este es el sobrecogedor soneto:
Jesús del Gran Poder, Señor, Dios mío...
Si en medio de la noche sevillana
aparece tu efigie soberana
entre gotas de llanto y de rocío...
Si de tu santa faz el sol sombrío
antes que el astro enciende la mañana
y de su sangre la Divina grana
eterna corre como fluye el río...
Y vuelven a bajar las golondrinas
a quitar de tu frente las espinas
al mandato de Amor, eterno y fuerte.
Ríndese el mal y el odio. Y tu «carrera»
al hombre enseña, al fin, de qué manera
puede ser Dios un condenado a muerte.
Y no queremos dejar de señalar la perfecta correlación que existe entre el contenido poemático y la estructura rítmica del poema. A la sonoridad de las rimas hay que sumar la riqueza acentual: 52 acentos se distribuyen a lo largo de los 14 endecasílabos. Y si en el verso 14 el ritmo sáfico sitúa en una posición de relevancia expresiva las palabras «Dios» y «condenado» -al recaer sobre ellas el peso de los acentos rítmicos: -«puede ser Dios un condenado a muerte»-, en el verso 1, la antirritmia provocado por el acento en la sílaba 9, entre el acento rítmico de la sílaba 8 y el estrófico de la sílaba 10, vuelve a hacer que toda la tensión del verso se concentre en la palabra «Dios»: -«Jesús del Gran Poder, Señor, Dios mío...»-. Y, de esta forma, el soneto se abre y cierra con dos versos que subrayan el sacrificio de todo un Dios condenado a muerte, ante cuya presencia el que el poeta, como un devoto más, queda profundamente conmovido.
[En la página web de la Pontificia y Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, de Sevilla (http://www.gran-poder.es), y en la sección Imágenes, se glosan los valores artísticos, históricos y emocionales de la imagen de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder].
Tal vez la intensidad de este soneto requiere, como complemento, el que Manuel Machado dedica a la Virgen de la Esperanza Macarena –en la misma obra–, tan necesaria en la devoción popular sevillana, que desde su amargura llena de alegría el alma de todo el pueblo andaluz. Este es el emocionado soneto:
¡Virgen de la Esperanza! ¡Macarena!...
Y una explosión de sal y de armonía,
y un fluir generoso de alegría...
¡Y un sentir que está el alma toda llena!
¡Virgen de la Esperanza! En tu morena
cara divina, el sevillano día
toma toda la luz de su poesía...
Mañana de cristal, tarde serena.
¡Ay, de no amar, de no creer, no hay modo
cuando tu imagen célica aparece
mecida entre el incienso, en lontananza...!
¡Ay mi Sevilla, que lo tiene todo,
cuando el Señor del Gran Poder le ofrece
la Fe y la Caridad... ¡Tú la Esperanza!
[Célica. Celeste, celestial. En lontananza. A lo lejos].
- Fernando Carratalá es Doctor en Filología Hispánica