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Benedicto XVI

Fe y razón en el hombre de hoy: a la luz del discurso de Ratisbona de Benedicto XVI

El discurso fue una lección magistral, clara y profunda, que contaba con un valioso análisis histórico, y valiente

Un año y medio después del comienzo de su pontificado, Benedicto XVI nos ofreció uno de sus discursos más importantes ante los representantes de la ciencia en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona, con el título: Glaube, Vernunft und Universität. Erinnerungen und ReflexionenFe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones»), y con una finalidad: Ensanchar los horizontes de la razónDie Horizonte der Vernunft ausweiten»).

Fue una auténtica Vorlesung en la que nos ofreció la pertinente relación entre fe y razón con un pensamiento actual dirigido al hombre de hoy. El discurso fue una lección magistral, clara y profunda, que contaba con un valioso análisis histórico, y valiente, no exenta de polémica, pero que constituyó, en gran medida, una síntesis de su dilatada trayectoria académica. En efecto, el Papa siempre supo reverenciar la teología y, a la vez, elevar la racionalidad de la fe. En su vida, nos regaló una razón abierta al diálogo con el resto de las ciencias, y que, en el silencio, y por amor, puede abrirse a la contemplación de los misterios. Por ello, pasará a la historia como uno de los grandes pensadores del siglo XX, representante de toda una civilización.

La afirmación de que la fe y la razón se necesitan ha sido, en realidad, una de las ideas más reiteradas en su magisterio, pero, de modo fundamental, fue la idea inspiradora de su discurso en Ratisbona en 2006. Allí abogó por «ampliar nuestro concepto de razón y de su uso», para remediar la ofuscación de la razón ante la sabiduría que le da sentido. «Solo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizontes en toda su amplitud».

Esta lección magistral fue un buen resumen de su pensamiento resumido en una afirmación primordial del propio Discurso: «No actuar según la razón [kata lógon] es contrario a la naturaleza de Dios». En ella, reside el nudo gordiano de la Vorlesung, porque la potencia y la energía de la unidad entre fe y razón convirtió el cristianismo en una religión universal y verdadera. De este modo, a la teología le corresponde preguntarse por la racionalidad de la fe, constituyendo una tarea fundamental para el cristianismo. El Logos es el concepto clave del discurso, semejante a la razón, que insertada por Jesucristo en su propio mensaje evangélico (cf. Jn 1,1-18) debe su origen al mundo helénico. Si bien, «La Revelación está llena de misterio [...] introduce en nuestra historia una verdad universal y última que induce a la mente del hombre a no pararse nunca; más bien la empuja a ampliar continuamente el campo del propio saber [...]», a pesar de que sólo la perciba como portadora de valores a partir de la modernidad. Esta es la cuestión central, que permite percibir la relación entre fides et ratio, y que ofrece una valiosa lección sobre la comprensión de la libertad y la tolerancia.

Desde su teología, el Papa defendió que la razón posee una necesidad interior de la fe, pues todo acto de fe es un acto racional, completamente consciente y humano. Basta recordar que, desde el origen del cristianismo, Pedro propuso a los transmisores de la fe: «Dar explicación a todo el que os pida razón (logos) de vuestra esperanza» (1Pe 3,15). La razón es una condición ineludible para la teología, por eso, el Papa en su Discurso, gracias a la literatura sapiencial, a la traducción de los Setenta, y a la noción del nombre propio de Dios, dio un paso específico en la indagación y conocimiento de la Revelación.

Lo trascendental de Ratisbona no fue ninguna clase de problema con el islam, sino todo lo contrario, la defensa del papel de la religión en el ámbito público, desde la persuasión de la relación entre fe y razón. Lo sustancial estaba en otra parte del discurso, y, que posee una virtualidad actual y permanente para dar solución a los problemas contemporáneos. Por tanto, lo principal está en que, reconociendo lo que tiene de positivo el pensamiento contemporáneo y las posibilidades de progreso que nos ofrece, la razón ha quedado encerrada en una visión limitada de la realidad. Por eso, Benedicto hace un llamado a ensanchar nuestro concepto de razón y de su uso, para soslayar el peligro de los extremos de una ciencia que no dialoga con la filosofía ni con la teología, y que acaba en un pragmatismo o en un relativismo, o en sentido contrario, una religión que da la espalda a la razón.

En definitiva, este análisis nos permite reconocer a un Papa que ha trabajado de manera sistemática en un nuevo encuentro entre razón y fe, a la luz de la cual, la razón resulta renovada, rehabilitada y ampliada en su alcance, y la fe resulte razonable. En palabras de Mons. Gänswein, la Vorlesung fue algo profético; de hecho, por encima de la descontextualización por parte de algunos medios de comunicación, el Papa demostró una vez más la necesidad de sacar a la luz la necesidad imperiosa de dialogar sobre la relación entre fe y razón. Solo así́, la razón se dispone a la colaboración fecunda con aquella otra luz, superior, que procede sub specie aeternitatis, es decir, la fe, que no es sino la Verdad eterna comunicada al hombre por medio de la Revelación.

Por todo ello, Benedicto XVI, papa, teólogo, prefecto, y profesor, es y será de especial trascendencia para la historia de la Iglesia. Su legado permanecerá más allá, y alcanzará cotas que ahora son difíciles de valorar en su justa medida, y que nos permiten aventurar el justo reconocimiento del que fue un Papa sabio y santo al servicio de la razón y de la fe.