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La Natividad, de Masaccio

Poemas de Navidad

Gloria Fuertes y sus poemas para todos sobre el Nacimiento y la Adoración de los Magos

Los dos poemas que se ofrecen a continuación –escritos en versos de arte menor– están transidos de infinita ternura; y en ellos la poeta muestra su intensa capacidad comunicativa

Gloria Fuertes ha dedicado miles de versos a lectores infantiles, en cuya «memoria colectiva» perviven. Porque son poemas caracterizados por su ingenuidad; de ritmo fácil, que genera una grata musicalidad; y expresados en un lenguaje que, por no necesitar complicados recursos técnicos –sean lingüísticos o estilísticos– resulta cercano y asequible. Y de entre estos poemas –poemas para todos– hay una parte significativa relacionada con la Natividad, constituida por villancicos en todas sus posibles variantes, que entroncan con la tradición literaria más genuinamente popular; villancicos fuertemente emotivos por los que desfilan las figuras del Nacimiento: pastores, Reyes Magos, la Sagrada Familia... están contemplados desde esa óptica tan personal –mezcla de bondad, verdad y belleza– que siempre ha sabido impregnar Gloria Fuertes a su palabra poética; tanto más si los destinatarios de su voz son los niños y los temas de sus versos los grandes misterios de la fe cristiana, a los que la poeta se acerca con una mezcla de respeto y candor infantil.

Los dos poemas que se ofrecen a continuación –escritos en versos de arte menor– están transidos de infinita ternura; y en ellos la poeta muestra su intensa capacidad comunicativa.

María Madre

La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!

La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.

Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.

Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal.

Gloria Fuertes se acerca a la maternidad de María en el poema titulado María Madre; poema en versos hexasílabos –a excepción del primero, que es trisílabo: «La Virgen,»–, agrupados en cuatro conjuntos estróficos –de cinco, seis, seis y cuatro versos, respectivamente–, y con una variada distribución de rimas asonantes, que se regulariza en las estrofas dos, tres y cuatro, en las que riman los versos pares –agudos– en a, lo que proporciona una grata musicalidad. El sencillo lenguaje metafórico con el que Gloria Fuertes se expresa acrecienta el lirismo de una breve composición que alcanza por momentos sorprendentes cimas poéticas: «¡Ya brotó el Rosal, / que bajó a la tierra / para perfumar!» (estrofa 1, versos 3-5); «¡La luna le ha visto, / cesa de llorar! / Su llanto de nieve / cuajó en el pinar.» (estrofa 3, versos 14-17); «que un Clavel nació / de un suave Rosal.» (estrofa 4, versos 20-21).

Ya está el Niño en el portal,
que nació en la portería.
San José tiene taller,
y es la portera María.

Vengan sabios y doctores
a consultarle sus dudas,
el Niño sabelotodo
está esperando en la cuna.

Dice que es pecado
hablar mal de los vecinos
y que pecado no es
besarse por los caminos.

Que se acerquen los pastores,
que me divierten un rato,
que se acerquen los humildes,
que se alejen los beatos.

Que pase la Magdalena,
que venga San Agustín,
que esperen los Reyes Magos
que les tengo que escribir.

Un carácter marcadamente popular tiene este villancico, de tono tan desenfadado como su contenido: Gloria Fuertes censura la maledicencia, defiende las relaciones humanas entrañables, elogia la humildad, critica la beatería...; incluso los pecadores arrepentidos –la Magdalena– pueden acudir al portal en las mismas «condiciones» que los Padres de la Iglesia –san Agustín–. Y todo ello expresado en cinco coplas de cuatro versos octosílabos cada una, con diferentes rimas asonantes en los pares (I: ía; II: u-a; III: i-o; IV: a-o; V: i), que originan un ritmo muy marcado, tan ágil como gracioso.