Poesía de Navidad
María Elvira Lacaci y su poesía sobre el Nacimiento: «24 de diciembre en un suburbio»
La poetisa logra de esta forma la claridad y sencillez de una mirada poética que pone una nota de emoción donde se posa
Contemplación de un belén
Pastores y algarabía.
Corcho leve, musgo tierno.
Ángeles también había.
Y aliento sano. De bestias.
Y una vara de azucena
en un rincón inmarchita.
Y caminitos de arena.
Molinos sobre peñascos.
Ríos de papel de plata
serpenteaban graciosos
bajo puentes de hojalata.
Una joven extasiada
sonreía. Y la luna
iba apartando, curiosa,
las nubes una tras otra.
Un portal desvencijado.
Al fondo paja crujiente
y el Niño Dios, desde ella,
miraba todo. Riente.
El tema del Nacimiento inspira a María Elvira Lacaci (natural de Ferrol 928-1997-, primera mujer en recibir el Premio Adonáis por su libro Humana voz, en 1956) un gracioso poema titulado Contemplación de un belén, escrito en versos octosílabos. Todos hemos visto alguna vez un belén, e incluso hemos participado en su construcción: caminos, montañas, riachuelos, nieve, casitas, un molino, el pesebre, la mula y el buey…; así lo ve la propia autora esa «joven extasiada» (verso 13) que «sonreía» (verso 14); y también lo ve el «Niño Dios» (verso 19), «Riente» (verso 20; última palabra del poema, que se cierra con el momento de máxima tensión emocional: la alegría Niño, con una risa que supera toda sonrisa).
La poetisa logra de esta forma la claridad y sencillez de una mirada poética que pone una nota de emoción donde se posa. Los versos pares de las cuartetas 1, 2, 3 y 5 riman en consonante (I. /-ía/, II: /-ena/, III. /-ata/, V: /-ente/), mientras que los impares quedan libres de rima. Sin embargo, en la estrofa 4 los versos pares presentan una curiosa variante de la rima, ya que la palabra final del verso 14 («luna») 14 no rima en consonante con la palabra final del verso 16 («otra»), sino que la poetisa hace rimar la palabra «luna» (final del verso 14) con la palabra «una» (que se encuentra en el interior del verso 16). En cambio, riman en asonante /ó-a/ los versos 15 («curiosa») y 16 («otra»). Sea como fuere, el poema rebosa una alegre musicalidad que, en ocasiones se obtiene, al margen de la rima, por la sugestiva combinación de palabras: «nieve (verso 1)/“leve» (verso 3); «en un rincón inmarchita.» (verso 7) [con la creación léxica «inmarchita», cuyo valor significativo es muy superior al de una palabra como, por ejemplo «florecida», en referencia a la «vara de azucena», del verso 6]/«Y caminitos de arena» (verso 8); la aliteración del fonema /p/ en la estrofa tercera (peñascos, papel, plata, serpenteaban, puentes); y del fonema [x] en los versos 17 y 18, que sirve para establecer un contraste entre el «portal desvencijado» y la «paja crujiente».
24 de diciembre en el suburbio
Mis ojos
acariciaban ávidos
vuestro incesante ir
sobre la tierras, el barro, los pedruscos.
Y resucitasteis
el caliente cadáver de mi infancia.
Os veía blanquísimos,
descargando los sacos de harina -«¡Mis molineros!» exclamé
/con júbilo-.
También los carboneros
tenían su misión sobre el paisaje.
Y las mujeres todas, menudas, pero ágiles, portadoras de algo
-la bolsa con patatas, la botella de aceite, la garrafa de vino...-.
(Ya casi adivinaba mis largos ríos de papel de plata.)
Los perros vagabundos,
desbordantes criaturas de mansedumbre amarga,
pacían ovejas. Y hasta la nieve
adornaba la cima de las casitas bajas y sus ventanucos
-como la harina leve sobre el corcho de mi nacimiento-.
Pensé que todos ibais a la cita con Cristo, igual que los pastores,
curtidos y morenos,
con vuestra ofrenda única:
el cotidiano hacer de cada día.
En este poema, escrito en 23 versículos -que oscilan entre las 3 sílabas del segundo y las 21 del noveno y del decimotercero-, Lacaci convierte lo humano -«el cotidiano hacer de cada día»- en una verdadera ofrenda divina, versículo este que cierra el poema con un final climático que ha ido paulatinamente in crescendo.
La propia poetisa asoma con especial autenticidad a lo largo de todo el poema, ya sea con determinantes posesivos de primera persona («mis ojos» -versículo 2-; «mi infancia» -versículo 7-; «¡Mis molineros!» versículo 9-, «mis largos ríos de papel de plata» -versículo 14-; «mi nacimiento» -versículo 19-; ya sea con verbos en primera persona del singular, y en pasado imperfectivo o perfectivo («os veía» -versículo 8-; «exclamé» -versículo 9-; «Ya casi adivinaba» -versículo 14-; «Pensé» -versículo 20-). El monodiálogo -verdadero apóstrofe lírico- que la poetisa mantiene con las figuritas del belén, directa («molineros», «carboneros») o indirectamente («mujeres portadoras de algo», «perros vagabundos», «ovejas [paciendo»], «pastores») tiene un carácter altamente evocador, que alcanza por momentos cotas de verdadera angustia existencial («Y resucitasteis / el caliente cadáver de mi infancia» -versículos 6 y 7-). Lacaci, ante las figurillas del belén, se retrotrae a su infancia («Ya casi adivinaba mis largos ríos de papel de plata» -versículo 14-), y afronta, como un miembro más de ese belén, en una «cita con Cristo» -versículo 20”-, para llevar «el cotidiano quehacer de cada día» -versículo 23-, que es el leitmotiv del poema.