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Adoración de los pastores, de Bartolomé Esteban MurilloMuseo Nacional del Prado

Poesía de Navidad

La Navidad preferida de la niñez de Vicente Aleixandre: «Belén malagueño»

A la pregunta de qué Navidad prefiere el poeta, en una interrogación retórica más o menos encubierta, que es, por cierto, una forma bastante original de comenzar el poema; la contestación que este ofrece le sitúa en su infancia malagueña

No hay en la poesía de Vicente Aleixandre versos de contenido religioso. Sin embargo, en sus Obras completas se recogen algunos poemas, de temática varia, que no fueron incorporados a ningún libro en concreto, entre los que se encuentra «La Navidad preferida» –que lleva por subtítulo «Belén malagueño»–; poema que se ha hecho enormemente popular y que encierra un profundo sentido simbólico.

Está compuesto por doce agrupaciones de tres versos hexasílabos (treinta y seis en total), el verso final de cada una de las cuales mantiene la misma asonancia /á-a/, lo que difunde por todo el poema una innegable musicalidad, a la que contribuyen también otras rimas asonantes caprichosamente distribuidas (por ejemplo, la rima /ía/ de los versos 16-17, en la sexta estrofa; o de los versos 31-32, en la undécima estrofa); y, asimismo, la posición final de verso de los esdrújulos «Málaga» (verso 9, en la tercera estrofa) y «plácidas» (verso 12, en la cuarta estrofa). Varios encabalgamientos suaves aceleran el ritmo del poema: «la ribera / de mi mar» (versos 8-9); «con sabiduría de cabeza» (versos 18-19); la estrofa séptima al completo (versos 19-21: «¡Oh, montañas puras / de corcho! y ¡oh, estrellas / de papel de plata!»; «niño / sapiente» (versos 22-23); «nubes / de algodón» (versos 26-27), «Mano gigantesca que en el Nacimiento» (versos 28-29).

El hipérbaton, originado, sin duda, por exigencias de la rima /á-a/, diluye el encabalgamiento entre los versos 23 y 24: «un instante del vidrio hacía agua» [= hacía agua del vidrio], así como entre los versos 32-33: «[Mano gigantesca] / un día / fuerte derribaba» [= mano gigantesca derribaba con fuerza]. No obstante, el ritmo fluyente se ve compensado con la presencia de múltiples adjetivos: «picos oscuros» (verso 5), «alas nevadas» (verso 6, en perfecta construcción binaria el paralelismo con el verso anterior), «Navidad querida» (verso 7, en la que el participio tiene función adjetiva), «arena plácida» (verso 12), «cabeza blanca» (verso 18, en alusión metafórica al pelo cano propio de la vejez), «montañas puras» (verso 19, en el que la pureza del ambiente se traslada metafóricamente a las montañas), «niño sapiente» (versos 22-23, en el que el adjetivo culto «sapiente» indica «que tiene profundos conocimientos»), «Mano gigantesca» (verso 27); y, en función predicativa estos otros adjetivos: «[Mano gigantesca] / fuerte derribaba» (versos 28/33), «[El niño] desnudo rodaba» (versos 34/36). Además, en la parte final del poema predominan los verbos, lo que le aporta un claro dinamismo: «[Mano gigantesca] / tocaba, / transformaba, hacía, / construía, / derribaba» (versos 30, 31, 32, 33).

Y a la pregunta de qué Navidad prefiere el poeta, en una interrogación retórica más o menos encubierta, que es, por cierto, una forma bastante original de comenzar el poema; la contestación que este ofrece le sitúa en su infancia malagueña –en Málaga residió desde los dos a los once años–; en esa «Ciudad del paraíso» en la que tan feliz fue, cantada en su libro Sombra del paraíso (1944), una de las cumbres de la poesía surrealista española; una ciudad y una infancia con la que el poeta asocia la ilusión del belén familiar, montado a base de corcho –montañas–, papel de plata –estrellas–, vidrio –agua–, algodón en rama –nubes–… con el Nacimiento donde «la verdad vivía»; un nacimiento construido frenéticamente con la ilusión propia del niño.

El poeta se ha valido, para hacer esta regresión temporal, de la perífrasis verbal «estar+gerundio» en presente de indicativo, que es una muy forma hábil lingüísticamente de conectar el presente con el pasado (verso 2, entre rayas, como un inciso explicativo: «–lo estoy escuchando–»), un presente de indicativo que continúa en el verso 3, donde «alguien» formula directamente la pregunta al poeta: «¿Qué Navidad amas?. Y, por otra parte, ha recurrido a la metonimia –en metáfora impura, al estar presentes el término real y el irreal–, de “la materia por el objeto», para referirse a los elementos de la naturaleza que nunca pueden faltar en un belén.

Y son precisamente estos seis versos, perdida ya la inocencia de la infancia, los que convierten esta evocación nostálgica, en un derroche de fe pasada: «La verdad vivía. / Nadie diga nunca: / la verdad se engaña. // La niñez sabía / con sabiduría / de cabeza blanca» (versos 13-18).

La Navidad preferida

Alguien te pregunta
-lo estoy escuchando-:
¿Qué Navidad amas?

Aves grandes vuelan
con picos oscuros,
con alas nevadas.

Navidad querida
junto a la ribera
de mi mar de Málaga.

Niño, sol y conchas.
Y un girar de espumas
en la arena plácida.

La verdad vivía.
Nadie diga nunca:
la verdad se engaña.

La niñez sabía
con sabiduría
de cabeza blanca.

¡Oh, montañas puras
de corcho! y ¡oh, estrellas
de papel de plata!

La mano del niño
sapiente, un instante
del vidrio hacía agua.

Y mágicamente
descorría nubes
de algodón en rama.

Mano gigantesca
que en el «Nacimiento»
sin temblar tocaba,

transformaba, hacía,
construía; un día
fuerte derribaba.

El niño salía
después a la mar.
Desnudo, rodaba.