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El viaje de los Reyes Magos (c. 1890), obra de James TissotMuseo de Brooklyn, Nueva York

Navidad

Tan tan, el villancico de la percusión que cuenta la historia de los Reyes Magos

La primera de las estrofas presenta a los tres Reyes Magos, a los que se cita por su nombre, pero en realidad en el Evangelio de san Mateo no se especifica ni su nombre, ni su número, ni siquiera el que se tratara de reyes

Aunque se ignora quién es el autor de este villancico, que se supone que es de procedencia aragonesa –y más en concreto se situaría en la provincia de Zaragoza–, sí sabemos que fue el musicólogo Manuel Navarro Mollor quien lo orquestó y le doy la forma con que hoy se canta, aunque la tercera de las estrofas presente alguna variante, según zonas.

«Tan» es una voz onomatopéyica con la que se representa el sonido de un instrumento de percusión. Y parte de la gracia de este villancico radica en la reiteración «tan, tan» al comienzo de los tres primeros versos de las tres estrofas; una onomatopeya que bien pudiera aludir al sonido cadencioso de los pasos de los camellos en su camino por el desierto hacia Belén. Si la suprimiéramos, obtendríamos agrupaciones de cinco versos hexasílabos, que no forman propiamente una quintilla, pero en la que riman segundo y quinto en asonante aguda /á/ (primera estrofa: Gaspar/Baltasar; segunda estrofa: «brillar/va»; tercera estrofa: «andar/será»)

La primera de las estrofas presenta a los tres Reyes Magos, a los que se cita por su nombre. Y aquí nos parece necesario aclarar que en el Evangelio de san Mateo no se especifica ni su nombre, ni su número, ni siquiera el que se tratara de reyes. Habrá que llegar al siglo III para empezar a suponer que fueron tres; y hay que esperar hasta el siglo VI para saber que sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar.

En efecto, en Rávena (Italia) se encuentra la iglesia de San Apolinar el Nuevo –mandada construir por Teodorico en el año 505–, y en los mosaicos de su nave central figura una de las más antiguas representaciones de los tres Reyes Magos de la que se tiene constancia. A partir del siglo XV a Baltasar empezó a representársele con la piel morena –y de esta forma cada uno de los Reyes simbolizaría a cada una de las tres razas de la Edad Media: Melchor representaría a los europeos; Gaspar, a los asiáticos; y Baltasar, a los africanos–. Y no fue hasta bien entrado el siglo XIX cuando en España surgió la tradición de que en la Epifanía los Reyes Magos dejaran regalos a los niños.

La segunda estrofa se centra en la estrella de Belén, caracterizada por su pureza y belleza, y a la que los Reyes Magos siguen sin saber con exactitud hacia dónde se encaminan; pero el hecho de que brille «tan pura y bella» bien pudiera simbolizar el carácter divino de una luz que sirve de guía. Repárese, además, en que a la onomatopeya «tan, tan» sigue el adverbio comparativo en forma apocopada «tan» ante adjetivo, que adquiere, así, un valor intensificador («tan, tan, tan pura y bella»). Y en la tercera estrofa, uno de los camellos, que va cargado de incienso y mirra, muestra su cansancio de tanto andar; pero precisamente el incienso y la mirra apuntan a que se trata de regalos para ofrecer al Niño Dios hecho Hombre; y la pregunta con la que se cierra la estrofa –«¿para quién será?»– no deja de ser una interrogación retórica que pone de manifiesto que se ha producido el nacimiento de Jesús, y que la estrella les ha ido guiando hacia Belén hasta dar con Él.

Tan tan

[1] Tan, tan, van por el desierto,
tan, tan, Melchor y Gaspar,
tan, tan, les sigue un negrito,
que todos le llaman
el rey Baltasar.

[2] Tan, tan, vieron una estrella,
tan, tan, la vieron brillar,
tan, tan, tan pura y bella,
que todos la siguen
a ver dónde va.

[3] Tan, tan, se cansa el camello,
tan, tan, se cansa de andar,
tan, tan, que está cargadito
de incienso y de mirra,
¿para quién será?