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03 de mayo de 2024

ELOY VILLANUEVA

Corporalidad, tecnología y deseo de salvación

Vivimos en un mundo trepidante, excesivamente cambiante e inaccesible para muchos; una sociedad sometida a riesgos que no comprendemos ni controlamos

Actualizada 04:30

El 9 de abril se presentó en la Universidad de Navarra el libro Corporalidad, tecnología y deseo de salvación: apuntes para una antropología de la vulnerabilidad (Editorial Dynkinson) escrito por los miembros del Grupo Ciencia, Razón y Fe (CRYF) Jorge Martín Montoya Camacho y José Manuel Giménez Amaya. Intervino también el prologuista, Javier Bernácer, padre de un niño con fuertes discapacidades desde su nacimiento que finalmente falleció; por último, arropado por Santiago Collado, decano de la Facultad Eclesiástica de Filosofía de la Universidad de Navarra; intervino Javier de la Torre, que explicó las ideas principales del libro siguiendo la ética de Alisdair MacIntyre.
En la conferencia se habló de debilidad y fragilidad del hombre, de contingencia biológica (enfermedad, envejecimiento y muerte) y de discapacidad, a la que apuntó el prologuista, como rasgos constitutivos de las personas; sobre la discapacidad, una paradoja que produce: calamidad para el que está alejado de dicha condición o vivencia y complementariedad de vida y felicidad para el que la tiene cerca.
Así, siguiendo a MacIntyre, discapacidad y vulnerabilidad ahondan, cuando son aceptadas, en una mejor comprensión del hombre y en un crecimiento personal constante en la virtud que contribuye al bien común. Hay, por tanto, que hablar de antropología de la vulnerabilidad, porque existe, insertada en el normal transcurrir de la vida humana y, sobre ella, esa vida humana debe y puede buscar un comportamiento que sea personalmente libre y crecientemente virtuoso.
Las intervenciones realizadas por los autores recordaron la unión en la persona entre la biología y la ética, la existencia de una teleología concretada en un anhelo de salvación y la permanente presencia de la virtud, necesaria para la ética. Por otro lado, la tecnología mal comprendida se ha convertido en el instrumento para sustituir la racionalidad biológica, enfrentándose con la propia libertad del hombre.
Fue una presentación formal pero asequible para entender qué somos las personas, con una sala de conferencias que reunió a filósofos, teólogos y científicos de distintos signos. Así, el presentador Javier de la Torre dirige una sección de la editorial Dynkinson y es profesor de la Universidad Pontificia Comillas; con amplísima formación filosófica, teológica y jurídica, muy versado en la figura de MacIntyre y en el concepto de vulnerabilidad, su colaboración ha sido definitiva para que los autores, profesores universitarios con amplia experiencia docente e investigadora, hayan visto culminado su esfuerzo escritor en esta publicación de la mencionada editorial.
La profundidad de la vulnerabilidad fue el tema de Javier de la Torre, que señaló su presencia en muchos aspectos de la vida: en la filosofía, el arte o la bioética. La vulnerabilidad es un tema de interés últimamente, y de ahí las dimensiones variadas que le atañen: la social, la cultural, la del cuerpo físico, la del intelecto y también la de la percepción y la sensibilidad ante lo que nos rodea.
El mundo complejo en el que vivimos es un indicador sociológico de la vulnerabilidad humana, que, sin embargo, no apreciamos y que confunde a muchas personas. Vivimos en un mundo trepidante, excesivamente cambiante e inaccesible para muchos; una sociedad sometida a riesgos que no comprendemos ni controlamos, y que generan desigualdad social en un mundo exigentemente flexible que anula a la persona y le sume en una competitividad que le impide progresar adecuadamente. Este sentido de vida pretende siempre el éxito sin contemplar las consecuencias que tiene para el hombre la no aceptación de la vulnerabilidad y, por tanto, no entender el hecho del fracaso.
Frente a lo anterior, la herida de la vulnerabilidad tiene una faceta de esperanza y de elevación. Las emociones nos vulneran, cambian nuestro cuerpo y nuestras habilidades cognoscitivas; las heridas se curan y acercan unas personas a otras, porque la propia vulnerabilidad reconocida permite conocerse mejor a uno mismo y conocer mejor a otros para acercarnos mutuamente de modo maravilloso. Es la importancia en definitiva de aprender a recibir y de dejarse ayudar. En un mundo de soledades e individualismo, la vulnerabilidad abre la responsabilidad a dos actitudes: pasiones, corporalidad, relaciones, y la amistad con el diálogo. La vulnerabilidad es personal porque afecta individualmente, pero es social porque en su aceptación, la sociedad se fortalece. Así, por ejemplo, el cuerpo vulnerable al final de la vida es hermoso porque permite al hijo ser verdadero hijo del padre, al cuidarle.
La vulnerabilidad es también enseñanza de vida para comprender que el objetivo no es el super yo, sino ser plenamente en otro, pues las relaciones que verdaderamente nos configuran son las inclinadas, las que enseñan el valor de saber estar abajo y arriba; en este modelo, todos somos deudores de otros y la vida requiere más amor hacia el prójimo.
Como bien señaló Javier de la Torre, el libro acierta cuando elige tres palabras en su propio título: corporalidad, con todo su significado y sus dimensiones; tecnología, a veces ambigua, confusa, degradante y engañosa; y deseo de salvación, cuando el espíritu se refleja en la fragilidad sabiendo que la última palabra no es la muerte, sino su superación trascendente en Dios.
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