Memoria histórica
Paracuellos, donde la tierra se tintó con la sangre de los mártires
A apenas 20 minutos de Madrid se encuentra el cementerio en el que reposan los restos de 143 beatos
«Es impresionante», musita Lucía, una española afincada en Francia, mientras recorre los campos cuajados de cruces blancas. «No entiendo cómo esto no se conoce en toda Europa», añade Pierre, su marido. Es la primera vez que visitan el Cementerio de los Mártires de Paracuellos, un camposanto situado a apenas 20 minutos del centro de Madrid, donde están enterradas entre 5.000 y 8.000 víctimas del «terror rojo» que asoló la capital en los primeros meses de la Guerra Civil. Los cadáveres fueron arrojados a siete fosas comunes por los milicianos, pero nunca se han desenterrado para identificarlos. «Los familiares no lo han pedido. Prefieren dejar descansar en paz a los muertos», relata una religiosa del Instituto del Verbo Encarnado, que tiene encomendado el cuidado material y espiritual del cementerio.
Entre noviembre y diciembre de 1936 se produjeron las tristemente famosas «sacas» de las cárceles de Madrid, ante lo que parecía una inminente entrada del general Francisco Franco en la capital. Los presos iban a ser llevados, supuestamente, a Valencia, adonde había huido el Gobierno republicano. Sin embargo, ninguno de los autobuses o camiones que transportaban a los prisioneros –cualquier persona «sospechosa» de ser católica o de derechas– arribó a su destino. Se detuvieron mucho antes, en un pequeño bosque de pinos a las afueras de Paracuellos de Jarama, a escasos 20 minutos de Madrid.
Una docena de esos árboles, ya centenarios, aún perviven, como testigos mudos, en el lugar. «Esa zona estaba acotada con alambres de espino para agruparlos. Desde allí los llevaban hasta las fosas y los fusilaban», explica la monja. Y muestra un trozo de cable herrumbroso que custodian como una reliquia en torno a una tosca cruz de madera colgada en una de las paredes exteriores de la capilla que se construyó tras la contienda militar.
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El camino que lleva hasta el bosque está jalonado de lápidas dedicadas a los religiosos de las distintas congregaciones que murieron martirizados en el lugar: agustinos, capuchinos, carmelitas, salesianos, claretianos, dominicos… «Se ha invitado a todas ellas a poner una lápida. No todas lo han hecho aún, pero esperamos que lo hagan», apunta esperanzada.
«Seré mártir por Cristo»
Una de las estelas rememora al beato Manuel de la Sagrada Familia, reformador de la orden de los jerónimos, una de las menos numerosas de la Iglesia. «Si vivo, creo que veré restaurada la orden jerónima, objeto de todos mis sueños. Y, si muero, seré mártir por Cristo, que es más de lo que podría soñar», dejó escrito el religioso. No es el único beato que reposa en Paracuellos: en total, 143 mártires han sido ya beatificados por la Iglesia, y medio centenar más se encuentran en proceso. «Esto es un lugar de peregrinación, que fue regado por la sangre de los mártires. Todos ellos murieron perdonando a sus asesinos», subraya la religiosa. «Se trata de un lugar muy especial en donde se obtienen muchas gracias por su mediación», asegura.
¿Se acercan muchas personas hasta el Cementerio de los Mártires de Paracuellos? «La verdad es que no muchas», reconoce la religiosa. «Tenemos hermanas españolas que, cuando entran en el noviciado, ni siquiera habían oído hablar de este lugar», lamenta. El anterior obispo de Alcalá de Henares (diócesis a la que pertenece el municipio), monseñor Juan Antonio Reig Pla, se preocupó por dar un gran empujón al sitio, y cada año, en noviembre, celebraba en él una misa multitudinaria. «A este Camposanto de Paracuellos, a la vez tan sencillo y significativo, venimos como peregrinos a aprender del testimonio de los mártires, de su fortaleza y de su amor manifestado en el perdón», recordó en la eucaristía que presidió en 2021. El actual obispo, monseñor Antonio Prieto Lucena, «también se ha implicado mucho», asegura la monja. «Pero, entre semana, viene muy poca gente. Se anima más los fines de semana», señala.
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Se anima con las visitas de personas como Lucía y Pierre, que se enteraron por casualidad de su existencia pero que, una vez abandonan el camposanto, prometen volver y dar a conocer esta porción de tierra de perdón y reconciliación regada con la sangre de los mártires.