Enrique Solano, presidente de la Sociedad de Científicos Católicos
«La principal valedora de la ciencia en Occidente ha sido la Iglesia católica»
¿A más ciencia, menos fe? Esa es la idea que flota en algunos ambientes, pero que este astrofísico desmonta con facilidad
En el Observatorio Astronómico Vaticano hay un trasiego inusitado en estos días. Alrededor de 150 científicos deambulan desde el pasado domingo por pasillos y estancias de la Specola Vaticana –que así se llama la sede para el estudio del espacio sideral que se erigió en 1578 por mandato del Papa Gregorio XIII–, enfrascados en un Congreso Internacional que ha reunido a lo más granado del mundo de la astronomía y la física. Dos de ellos destacan por encima de todos: Se trata de los premios Nobel de Física Adam Riess, especializado en el estudio de supernovas, y Roger Penrose, clave para la definición actual de la formación de agujeros negros.
Enrique Solano no ha podido acudir al congreso, que se prolongará hasta el viernes. Es el presidente de la sección española de la Sociedad de Científicos Católicos y astrofísico del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA en Madrid. A cambio, ha visitado la sede de El Debate para explicar qué hacen varios de los más reputados estudiosos del mundo reunidos en El Vaticano.
– Algunos van a cortocircuitar con este congreso. Se les hunde el relato de que ciencia y fe son incompatibles...
– Es un congreso de muy alto nivel. No todos ellos pueden contar entre el elenco de invitados con dos premios Nobel. Va a estar dedicado a Georges Lemaître, que mucha gente no conoce, pero es uno de los grandes cosmólogos de la primera mitad del siglo XX.
– Defina «cosmología» para los que somos legos en la materia.
– Es la parte de la astrofísica que estudia el origen del universo. De Lemaître dijo Einstein que era uno de los pocos que habían entendido la teoría de la relatividad. Fue la persona que postuló lo que él llamó «el átomo primitivo», que ha sido el germen de la teoría del Big Bang, que es la que actualmente se acepta como explicación del origen del universo. Y es curioso porque esta persona, aparte de ser un cosmólogo súper brillante, era sacerdote. Es un ejemplo clarísimo de cómo en pleno siglo XX, ciencia y fe pueden coexistir de manera armónica sin ningún tipo de problema, como ha ocurrido siempre, por otra parte.
Einstein y sus prejuicios
– Pero Einstein, al principio, despreciaba a Lemaître precisamente por ser sacerdote...
– Einstein tuvo muchos prejuicios. Los científicos no son «seres de luz»; al final son seres humanos y tienen sus filias y sus fobias. A Einstein le pasaba eso al principio con Lemaître. Suponía que el universo tenía que ser algo estable. Era como un contenedor donde el espacio y el tiempo habían estado siempre ahí. Lemaître, por el contrario, postulaba que el universo no había sido siempre constante, sino que tuvo un origen y se está expandiendo. A Einstein eso no le gustaba nada, porque iba contra lo que él pensaba. Luego se dio cuenta de que su solución de universo siempre estable no era posible. Aparte, la propuesta de Lemaître le sonaba a teísmo, a la necesidad de un origen. Si hay un origen, tiene que haber un creador, y eso a Einstein no le gustaba. Pero bueno, son prejuicios que al final venció y fueron amigos, colegas y colaboradores.
– Hasta los genios caían, por tanto, en ideas preconcebidas y prejuicios...
– Sí, lo de que ciencia y fe son incompatibles es uno de los tópicos falsos que la sociedad «ha comprado», pero que son fácilmente desmontables. De hecho, la principal valedora de la ciencia en Occidente durante siglos ha sido la Iglesia católica. A lo largo del tiempo podemos encontrar numerosos científicos brillantes que han compatibilizado ciencia y fe sin ningún tipo de problema. Ahora mismo, en el Observatorio Vaticano hay sacerdotes que también son astrofísicos y que trabajan con instituciones punteras como la NASA y otras agencias de investigación a nivel mundial.
– Pero parece que poco a poco esto está cambiando. Han surgido recientemente al menos dos libros sobre las pruebas científicas que demuestran la existencia de Dios que han supuesto un éxito de ventas...
– Sí, la aparición de estos dos libros en otoño del año pasado han sido como un soplo de aire fresco porque son muy recomendables, son libros casi de divulgación. Dan una serie de argumentos para, de manera fácil, entender que muchas de las cosas que nos han venido diciendo –que la Iglesia siempre ha estado en contra de la ciencia y de la evolución como en el caso Galileo; que la teoría del Big Bang no es compatible con el relato del Génesis; que para ser un científico brillante tienes que ser ateo– no son ciertas. Estos libros ayudan muchísimo para que la gente realmente conozca un poquito mejor lo que realmente pasa.
Los dos libros sobre ciencia y fe
- Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios, de José Carlos González-Hurtado (editorial Voz de papel).
- Dios. La ciencia. Las pruebas: El albor de una revolución, de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies (editorial Funambulista).
– ¿En la Asociación de Científicos Católicos notan cómo esos prejuicios van desapareciendo?
– Claro; una de nuestras principales labores es justamente transmitir la idea de esta armonía entre ciencia y fe. ¿Cómo hacemos eso? Pues básicamente a través de conferencias, mesas redondas, debates en prácticamente cualquier sitio, foro o ámbito que se nos quiera invitar, como institutos, colegios, parroquias, medios de comunicación, y siempre damos ese punto de vista del científico católico.
– Pero siempre habrá algún recalcitrante, como lo fue Einstein en un principio, que tal vez piense que «esos son científicos de segunda». ¿Qué les responden?
– Bueno, si hacemos una estadística de los premios Nobel de los últimos 100 años, se verá que muchos de ellos eran teístas. Quizás no del Dios cristiano, como un Dios providente tal y como lo entendemos los católicos, pero sí aceptando que debe haber algo más que la ciencia no nos explica Por ejemplo, el premio Nobel de Física de 2022, Anton Zeilinger, afirma que la naturaleza nos muestra cosas tan asombrosas, que es lo que le ha hecho creer. Y él, desde luego, no es un científico de tercer o cuarto nivel. Ese prejuicio al que aludes se puede desmontar de manera muy sencilla.
– Bueno, aunque, como repetía Ortega y Gasset, «es imposible convencer al que no se quiere dejar convencer»...