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MAÑANA ES DOMINGOJesús Higueras

«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»

Jesús no nos reprocha tener miedo, sino dejarnos llevar por él

Es una duda frecuente en muchos cristianos pensar que a Dios no le importamos lo suficiente como para intervenir en nuestra vida o en nuestra historia con milagros o actuaciones muy visibles. Los apóstoles también vivieron esa inquietud y por eso le preguntan: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?». No son pocas las tormentas que nos caen encima a lo largo de la vida. Enfermedades, muertes, fracasos familiares... dolor, mucho dolor.

Precisamente en esos momentos en los que necesitaríamos más claramente la presencia de Jesús, tenemos la impresión que estamos muy solos, que la gracia de Dios puede estar ahí pero yo no la noto.Pero es nuestra falta de fe la que impide que el poder de Dios se manifieste con más claridad. Queremos agarrarnos a seguridades humanas (los médicos, el dinero, el conocimiento) para intentar encontrar soluciones a los grandes problemas. Sólo cuando todo eso falla recurrimos a Dios, como si fuera el último plato de la comida y no nos quedara otro remedio.

Es verdad que Dios no nos lo tiene en cuenta, pero para actuar necesita que seamos un poco humildes, que reconozcamos que todo, lo grande y lo pequeño, depende de Él y que si le invocamos con humildad y con un amor sincero está deseando volcarse en nosotros.

Es propio del hombre inteligente reconocer sus límites, saber que precisamente por ser humanos somos débiles, no conocemos todo, no lo decidimos todo, no lo podemos todo. Pero esta lección se nos olvida con mucha frecuencia, vivimos como si no necesitáramos nada sobrenatural y sólo en las tormentas nos acordamos que hay un Dios que nos salva.

Jesús contesta al grito de los apóstoles: «Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Es inevitable tener miedo, pues nadie elige sus sentimientos, que brotan espontáneamente ante un peligro cierto, sea próximo o futuro. Jesús no nos reprocha tener miedo, sino dejarnos llevar por él. Sabe que solo la fe nos hace capaces de superar los limites que los miedos humanos nos imponen. Solo la fe nos cualifica para estar despiertos pero no nerviosos, para seguir esperando en un Dios que es incomprensible, pero también cariñoso y cercano. Jesús quiere que sepamos activar nuestra fe en lo más hondo de nuestro corazón, no que digamos que existe el amor de Dios, sino que estemos convencidos que éste puede intervenir en nuestras vidas para darnos la paz y la salvación.