Cinco singulares hospederías monásticas para huir del mundanal ruido
Retirados, sencillos, impolutos y económicos: así son estos establecimientos conventuales que admiten huéspedes deseosos de encontrar la paz.
Desconectar, recuperar el sosiego, meditar, orar, replantearse la vida o, simplemente, descansar. Son variadas las razones que pueden llevarle a uno a buscar la quietud de los claustros, el abrigo de los refectorios, el consejo de los monjes, la serena majestuosidad de los paisajes, las sabrosas recetas de las monjas o la austera sencillez de los cenobios.
Sea cual fuere el motivo, aquí tienen cinco hospederías monásticas para seguir el consejo de fray Luis de León en su célebre Oda a la vida retirada:
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido»
Santa María de la Caridad (Tulebras, Navarra)
«No es nuevo: desde hace siglos, nuestra Orden ve en la acogida que se da a los visitantes una maravillosa oportunidad para compartir su experiencia de Dios», escriben en su web las monjas cistercienses de Santa María de la Caridad de Tulebras (Navarra). Por eso ofrecen, desde 45€ por persona y día en pensión completa, la posibilidad de alojarse en su sencilla y acogedora hospedería monástica.
El convento data de 1147, cuando el rey García Ramírez pidió a unas monjas francesas que fundaran en su reino. Se convirtió en el primer monasterio cisterciense de España. Cuenta con una surtida tienda de productos monásticos que elaboran ellas mismas donde se pueden encontrar cremas, libros, pastas, dulces, aceite y miel que elaboran de sus olivos y colmenas desde el siglo XVIII.
Además, un museo recorre 900 años de historia del cenobio a través de valiosas piezas de arte sacro.
Santa Cruz del Valle de los Caídos (San Lorenzo de El Escorial, Madrid)
Alrededor de 120 habitaciones, capacidad para 220 personas, restaurante, cafetería, ocho salas de reuniones, una extraordinaria biblioteca con 20.000 volúmenes, dos auditorios y una capilla. La hospedería de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, en plena sierra madrileña, es una gran desconocida para el gran público que descolla por sus inmensas dimensiones y servicios.
Depende de la abadía benedictina sita en el lugar desde 1957. Admiten grandes grupos de parroquias, colegios, movimientos y similares, aunque también reuniones de empresa, eventos y, por supuesto, visitantes que deseen ir en soledad. Los precios suelen rondar los 55€ diarios por persona y día en pensión completa.
Para estos últimos –varones–, existe también la posibilidad de alojarse en la hospedería interna, que es la que se encuentra en la propia abadía benedictina. La condición es seguir el ritmo de vida de los monjes, sus oraciones y reglas.
Santa María del Olivar (Estercuel, Teruel)
Los mercedarios regentan este apartado y bucólico monasterio rodeado de pinares situado a cuatro kilómetros de Estercuel, siguiendo el valle del río. El propio Tirso de Molina, también mercedario, alumbró durante sus estancias allí alguna de sus obras, tomando la inspiración de historias de la zona como La Dama del Olivar o Los Amantes de Teruel. Si se busca inspiración y sosiego, está claro que Santa María del Olivar puede ser el lugar idóneo.
La hospedería cuenta con 30 habitaciones individuales, dobles y triples totalmente restauradas. Cuatro apartamentos para seis personas cada uno completan la oferta de alojamiento.
¿En qué se puede emplear el tiempo? En contemplar, leer, hacer deporte, bañarse en su piscina o visitar los numerosos lugares de interés natural y cultural de los alrededores. Y en una actividad más singular: «Disfrutar de los cielos estrellados de Teruel. Podrás ver estrellas, planetas y galaxias como nunca los habías visto. Con cielos limpios de contaminación y sin luces artificiales, tal como siempre han sido En el monasterio realizamos observaciones de estrellas guiadas y cursos de fotografía nocturna», explica su página web. El precio ronda los 55€ por día.
Santa María de Huerta (Soria)
Dormir junto a un arco románico no está al alcance de cualquiera. En la hospedería del monasterio de Santa María de Huerta, en Soria, sin embargo, algunas de sus sencillas habitaciones poseen sólidas paredes de sillares y la historia rezuma por cada uno de ellos. Este convento del siglo XII cuenta con 17 celdas para invitados.
La acogida corresponde a los monjes cistercienses, que tratan de ofrecer a sus huéspedes lo que San Benito dictó en su célebre Regla: «Saldrán a recibirles con todas las atenciones del amor. Se les tratará con toda humanidad». «No son pocos los que deciden acercarse al monasterio para un reencuentro espiritual y compartir con los monjes su anhelo de búsqueda», aseguran los cistercienses en su página web.
«A nadie excluimos de la hospedería mientras venga a cultivar su vida interior, comparta la liturgia monástica y no perturbe la paz de los monjes ni de los demás huéspedes», añaden. El alojamiento en pensión completa es de 44€ por persona.
Desierto de Nuestra Señora de Belén (Córdoba)
Si no precisa uno de grandes lujos, el desierto de Nuestra Señora de Belén (o «las ermitas», como suelen ser conocidas popularmente) puede ser el lugar indicado. Ojo: pese a su nombre, no es un lugar árido e inhóspito. No, al menos, en el sentido geográfico del término ya que, de hecho, está rodeado de abundante vegetación. Se llama así por ser el lugar adonde se retiraban los ermitaños, que habitaban alguna de sus 13 ermitas.
El poeta cordobés Fernández Grilo les dedicó algunos de sus versos:
El Desierto está situado a unos 15 kilómetros de Córdoba, y ofrece una de las más espectaculares vistas de la ciudad andaluza. A pocos metros de la entrada, una calavera encerrada en una pequeña hornacina da la bienvenida al visitante con unas contundentes y certeras palabras:
como me ves, te verás.
¡Todo para en esto aquí!
Piénsalo, y no pecarás»
Un poco más adelante se alcanza la verja que da acceso al convento de los carmelitas, custodios de las ermitas. Allí hay también una pequeña casa de espiritualidad con siete sencillas y recoletas habitaciones para los que desean hacer caso de la inscripción anterior: parar, pensar y no pecar. Tal vez, el lema que valdría para cualquier hospedería monástica.