Así protegió la eucaristía el beato Manuel Ruiz antes de ser decapitado sobre el altar
La Santa Sede anunció el lunes la beatificación de siete franciscanos españoles que fueron salvajemente martirizados en Siria en 1860
En la noche del 9 al 10 de julio de 1860, una turba irrumpió en el convento franciscano del barrio cristiano de Bab-Touma, en Damasco (Siria). Fray Manuel Ruiz, el franciscano encargado de custodiar el templo, corrió a la iglesia y, «para evitar toda profanación», consumió «el Santísimo Sacramento que había de ser su Viático», según recoge L.M. Fernández Espinosa en Año Seráfico, de 1932.
Ayer, el Papa Francisco anunció la canonización de este franciscano nacido en San Martín de las Ollas (Burgos), en 1804, y de otros siete religiosos de la Orden, todos ellos españoles menos uno: Carmelo Bolta (Real de Gandía, Valencia, 1803); Nicanor Ascanio (Villarejo, Madrid, 1814); Nicolás María Alberca (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1830); Pedro Nolasco Soler (Lorca, Murcia, 1827); Francisco Piñazo Peñalver (Alpuente, Valencia, 1812) y Juan Fernández (Carballeda, Orense, 1808), además del austríaco Engelberto Kolland. Todos ellos, considerados mártires, serán canonizados en Roma el próximo 20 de octubre.
Sus historias de martirio son estremecedoras. Al beato Manuel Ruiz, según el relato de Fernández Espinosa, sus captores quisieron obligarle a convertirse al Islam: «¡Hazte musulmán o mueres!», le espetó un soldado. «Él respondió con fortaleza: 'Mil veces antes la muerte'. Colocó su cabeza sobre el altar y se consumó el primer sacrificio», prosigue el relato. «A cada religioso que sorprendían en la celda, en las terrazas, en los claustros, repicaban las campanas, y así uno tras otro fueron martirizados a golpes o a tiros, de cien diversos modos, cebándose su rabia y furor en la mansedumbre de los ocho franciscanos, admirables en sus respuestas, dignas de los primeros cristianos», constata el relator.
Pero no fueron los únicos. Los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución violenta por parte de los drusos, y en 1860 fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco; el 9 de julio el barrio cristiano, donde vivían unas 30.000 personas, fue asaltado y miles de cristianos, degollados. De hecho, el gobernador turco ofreció a los franciscanos refugiarse en su residencia, pero decidieron no aceptar su propuesta para permanecer entre su pueblo.
La noticia de la canonización fue recibida con gran alegría en Damasco, donde ya están en marcha los preparativos para la conmemoración que se celebra anualmente en la tarde del 10 de julio, según ha explicado la Custodia Franciscana en Tierra Santa. Ese día, se celebrará una misa y seguirá una procesión con las reliquias de los mártires por las calles del barrio cristiano donde miles de cristianos derramaron su sangre por la fe.