El «Camino de Santiago» noruego que reaviva la fe de los jóvenes nórdicos
Grupos de católicos de Noruega recuperan el Camino de San Olaf, que llevaba prácticamente perdido desde la irrupción del protestantismo hace 500 años
No hablamos de millones de peregrinos como en el Camino de Santiago. Tampoco de centenares de grupos de jóvenes, ni de una cola interminable de personas que desean abrazar al Apóstol. Es Noruega, donde sólo hay 160.000 católicos (el 3% de la población), pero que están creciendo a un ritmo de casi un 15% cada lustro. Por eso, aunque las cifras de peregrinos que recorren el Camino de San Olaf cada año todavía son discretas, lo cierto es que van aumentando, y eso ha llamado la atención de dos grandes medios estadounidenses: la EWTN y el National Catholic Register.
El Camino de San Olaf –también conocido como el Antiguo Camino de los Reyes– es el que une la capital, Oslo, con la catedral de Trondheim, donde se cree que está enterrado el rey y patrón de Noruega, Olaf II el Santo (995-1030), a lo largo de casi 500 kilómetros. Durante la Edad Media, este templo catedralicio no solo fue el más septentrional del mundo, sino también uno de los destinos de peregrinación más importantes de Europa. Los peregrinos de todo el norte del continente recorrían cientos de kilómetros a pie para rezar ante la tumba del santo rey.
Con el paso de los años, se fueron abriendo nuevas rutas, hasta las nueve que están documentadas. Sin embargo, la irrupción del protestantismo en Noruega prácticamente extinguió esta práctica. Ha habido que esperar hasta el siglo XXI –y, seguramente, alentados por el ejemplo del Camino de Santiago– para que la ruta que lleva hasta la tumba del rey Olaf II el Santo vuelva a ser recorrida por peregrinos.
Hace alrededor de 15 años, el padre Ole-Martin Stamnestrø retomó la costumbre de peregrinar hasta la tumba del santo rey noruego. Después, se le fueron sumando más personas, y cada verano le acompañan medio centenar de peregrinos. Anne Seierstad, de 26 años, acaba de completar su primer Camino de San Olaf como católica, después de ser aceptada en la plena comunión de la Iglesia a principios de este año. «Fue durante la peregrinación de hace dos años cuando tuve mi primer encuentro con la Iglesia católica. Eso me llevó a convertirme», explica. Gracias a la oración y a la amistad que trabó con su nuevo grupo de jóvenes católicos, comenzó para Anne un viaje de dos años de exploración de la fe. «Me parecía muy surrealista poder finalmente participar como católica y vivirlo todo desde dentro. Lo sentí como algo muy grande y bueno», añade.
500 años sin misa
Simon Johansen, de 21 años, declaró tras terminar la peregrinación hace unos días que compartir la fe «hace que uno se sienta menos solo, especialmente porque hay tan pocos católicos en Noruega. Es un gran recordatorio de que ser católico significa no estar solo». «Fuimos un país católico durante cientos de años», explica el padre Stamnestrø, «y es importante para todos nosotros redescubrir nuestras raíces católicas».
Por eso, en esta ocasión ha tenido quizás especial importancia para ellos la misa que celebraron en la localidad de Dyste. «Allí hubo una iglesia de madera en la Edad Media, erigida en el siglo XI o XIII. El templo desapareció hace mucho tiempo, pero el altar original aún se encuentra en su sitio. Hoy en día, se utiliza en ocasiones especiales, como bodas y actos de las iglesias protestantes», señala el padre Stamnestrø. «Sin embargo, ¡no se había celebrado allí ninguna misa católica durante aproximadamente quinientos años!», enfatiza.
Al llegar a Trondheim, los peregrinos se arrodillan ante la tumba de San Olaf y le presentan sus peticiones. Marie Foss, de 21 años. relató en sus redes sociales la experiencia que tuvo allí: «Unos minutos después de haber presentado mi intercesión por un conocido que estaba enfermo a San Olav, recibí un mensaje en mi móvil: ¡la persona en cuestión se sentía mucho mejor!».