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Julia Crotta decidió vivir los últimos 45 años de su vida sola, sin comunicación externaowlcation.com

De la cancha al convento: sor Nazarena entró en su celda y salió en ataúd 45 años después

Las otras monjas del monasterio no llegaron a conocerla o ni siquiera verla, convirtiéndose en la última religiosa recluida del siglo

Es sabido que dentro de la Iglesia existen numerosas vocaciones, distintas llamadas y formas de seguir al Señor: desde el matrimonio, hasta como soltero, monja, fraile, sacerdote, ermitaño, cartujo y un largo etcétera. No todos sirven a Dios de la misma forma, pero comparten un mismo objetivo: llegar al cielo. De entre las miles de vocaciones que han existido, el caso de Julia Crotta es quizás uno de los más sorprendentes y atípicos: decidió vivir los últimos 45 años de su vida sola, sin comunicación externa, alimentándose únicamente de pan y agua, y durmiendo sobre un duro 'colchón' de madera.

Sor Nazarena, conocida en la vida civil como Julia Crotta, es una figura única en la historia reciente de la vida monástica. Apodada «la reclusa del Aventino», Julia vivió en un pequeño monasterio en la colina romana del Aventino durante 45 años, en una celda reducida que apenas medía cinco metros por tres. A diferencia de otros tipos de vida monástica, la reclusión es un modo de vida aún más austero y aislado, reservado para quienes buscan una comunión profunda y continua con Dios, lejos del mundo.

Ven conmigo al desierto. Estoy tan solo... No te abandonaré nuncaMomento en que Julia Crotta descubre su vocación

Encontrar su desierto

Julia Crotta nació el 15 de octubre de 1907 en Hartford, Connecticut, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Desde joven, Julia destacó tanto por su inteligencia como por su talento en los deportes. Alta y atlética, era una estrella del baloncesto, músico y una estudiante brillante, con un futuro prometedor por delante. Sin embargo, a los 27 años, durante un retiro espiritual en preparación para la Pascua, tuvo una experiencia mística que cambió su vida para siempre.

En lo que describió como una nox beatissima (noche beatísima), Julia sintió una llamada directa de Jesús, invitándola a acompañarlo en el desierto, un destino que pronto comprendió que debía ser más metafórico que literal. Escuchó una voz que le decía: «Ven conmigo al desierto. Estoy tan solo… Ven conmigo, no te abandonaré nunca». Esta llamada se convertiría en la misión central de su vida, y tras años de búsqueda espiritual, entendió que su desierto sería una celda de reclusión en Roma.

Durante los siguientes once años, Julia buscó un lugar donde pudiera cumplir con esta llamada. Intentó ingresar en varias comunidades religiosas de estricta observancia, como el Carmelo, pero no encontró lo que buscaba hasta llegar a la Ciudad Eterna. Allí, en el monasterio de San Antonio Abad, en la colina del Aventino, Julia se convirtió en sor Nazarena, reclusa de la Orden Camaldulense. Esta orden, fundada por san Romualdo, combina la vida cenobítica con la eremítica, la cual se diferencia en que la primera implica vivir en comunidad monástica bajo reglas comunes, mientras que la eremítica se refiere a la vida solitaria, donde los monjes buscan la contemplación y la unión con Dios en aislamiento.

Julia aparece vestida de novia poco antes de convertirse en novicia camaldulense, como símbolo de su desposorio con Cristoowlcation.com

«Aquí estoy, por fin, en mi lugar»

El 21 de noviembre de 1945, Julia Crotta fue recibida por el Papa Pío XII, quien, aunque inicialmente preocupado por la severidad del estilo de vida que Julia había elegido, finalmente aprobó su reclusión tras leer la regla de vida que ella misma había escrito. Con esta bendición, Julia, ahora conocida como sor Nazarena, se instaló en una celda diminuta de apenas cinco metros por tres, donde pasó el resto de su vida.

Escritos de sor Nazarena

«En cuanto entré en la celda de reclusión y después de que las religiosas que me habían acompañado se hubieran ido y cerraran la puerta, ¡qué alegría, qué alegría! Alcé los brazos al cielo, sentía dentro de mí con certeza: Aquí estoy, por fin, en mi lugar. En el lugar que Dios ha querido para mí»

Cama de sor NazarenaRomualdica

En esta celda austera, sin más comodidades que una cama hecha de un arcón de madera con una gran cruz clavada, sor Nazarena dedicó sus días a la oración, el estudio y el trabajo manual, entrelazando palmas para distribuir durante la Pascua. Su vida de reclusión incluía participar en la misa a través de una pequeña ventana con reja, por donde también recibía la comunión. Desde otra ventana, tenía una vista limitada al exterior, que le permitía ver el Circo Máximo y, con esfuerzo, la cúpula de San Pedro.

Durante 45 años, sor Nazarena vivió en un aislamiento casi total, hablando únicamente con su confesor. Las propias monjas de la comunidad nunca vieron su rostro. A pesar de la dureza de su vida, mantenía un estado de salud sorprendentemente robusto y una serenidad interior que reflejaba su completa devoción a su vocación: «Fuera, en contacto con las almas, me siento infeliz, inquieta, como un pez fuera del agua. Sufro hasta que no vuelvo y entonces, ¡qué alegría estar encerrada aquí sola con Él!». Su dieta consistía en pan y agua la mayor parte de los días, y durante los periodos litúrgicos especiales, incluso comía menos.

«Sólo Dios basta»

La vida de sor Nazarena, marcada por el silencio y la oración, fue en gran parte desconocida para el público. La información sobre ella proviene en gran medida de sus diarios, cartas a sus directores espirituales y sus memorias, que revelan una vida de intensa espiritualidad y mística. En uno de sus escritos inmortalizó esta frase: «Me gustaría predicar el mensaje más breve que existe: solo Dios basta». Sus escritos, que comenzaron a circular en ambientes católicos a finales de los años 80, y que incluso llegaron a fascinar a personajes como el director italiano Vittorio Gassman, reflejan el deseo íntimo de vivir una vida de total dedicación a Dios.

Sor Nazarena falleció el 7 de febrero de 1990, a los 82 años de edad, el día en que la comunidad benedictina camaldulense celebra a su fundador, san Romualdo. En sus últimos momentos, las religiosas de la comunidad acudieron a su lado, conociéndola por primera vez en persona. Entre sus últimos escritos, sor Nazarena expresó como desde su pequeña celda se podría ofrecer una forma pura de devoción y sacrificio en el corazón de la Iglesia. Su historia, aunque vivida en el más absoluto aislamiento, sigue inspirando a saber que, aunque muchas veces la mente humana no lo pueda entender, «los caminos del Señor son inescrutables» (Rm 11,36).

Escritos de sor Nazarena

«Nunca, nunca en 45 años de reclusión he sentido una sola vez la tentación de salir de la reclusión. Siempre he sentido, con alegría y reconocimiento, que estoy en mi lugar, en el lugar que Dios quiso para mí. Ningún sacrificio ha sido demasiado grande para permanecer siempre en la reclusión».