'Las cinco llagas' de san Francisco que inspiraron la oración de los grandes santos de la historia
El 17 de septiembre, la Iglesia conmemora los estigmas del santo de Asís, cuyo milagro sería inmortalizado por Dante Alighieri en su Divina Comedia
En el remoto Monte Averna, un ermitaño de 42 años, Giovanni di Pietro Bernardone, conocido más tarde como Francisco de Asís, se encontraba en la soledad de su celda, inmerso en una meditación profunda sobre la Pasión de Cristo. De repente, el cielo se abrió ante él y un serafín resplandeciente, con seis alas majestuosas, descendió con un brillo divino. La visión era sobrecogedora: en el centro del serafín se manifestaba la figura de un hombre crucificado. Rayos divinos penetraron las manos, los pies y el costado de Francisco, dejando en su cuerpo las sagradas llagas que evocaban el sufrimiento de Cristo en la cruz.
La noticia de estas estigmatizaciones se extendió rápidamente, atrayendo a numerosos testigos. Entre ellos, el erudito Jerónimo, quien, desafiando las dudas, verificó personalmente las llagas. Fray León, cercano al santo, también presenció la transformación y documentó el fenómeno. Además, el célebre Dante Alighieri inmortalizó el suceso en su Divina Comedia: «De Cristo recibió el último sello que sus miembros llevaron durante dos años».
Efectivamente, las llagas de Cristo se convertirían en el signo distintivo del fundador de los frailes menores en sus dos últimos años de vida. En una carta, un contemporáneo suyo, que anunció la muerte del poverello italiano, describe como, poco antes de su pasar a la otra vida, Francisco apareció crucificado, llevando en su cuerpo las cinco llagas de Cristo. Se decía que sus manos y pies estaban atravesados por clavos, con heridas de color negro, y su costado parecía traspasado por una lanza, sangrando a menudo.
El autor de la carta exclamaba: «Os anuncio un gran gozo y un nuevo milagro. El mundo no ha conocido un signo tal, a no ser en el Hijo de Dios, que es Cristo el Señor. No mucho antes de su muerte, el hermano y padre nuestro [Francisco] apareció crucificado, llevando en su cuerpo cinco llagas que son, ciertamente, los estigmas de Cristo». Este hecho, que ocurrió en el año 1224, glorificó a Francisco, quien más tarde se reconocería como un reflejo y testimonio vivo del sufrimiento del nazareno.
No solo le tocó a san Francisco
El origen de la devoción a 'las cinco llagas de Jesús' no se remonta tan atrás como el propio san Francisco. Aunque la tradición sostiene que la Virgen María pudo haber sido la primera en elaborar un Vía Crucis durante su tiempo en Éfeso, la oración de 'las cinco llagas' surgió en el siglo XIII gracias a la orden franciscana. Los seguidores de san Francisco pronto reconocieron el poder transformador que la contemplación de las heridas de Jesús tenía sobre el alma. La primera mención documentada de esta oración se atribuye a santa Brígida, quien en el siglo XIV escribió oraciones dedicadas a cada una de 'las cinco llagas', inspirada por una experiencia mística.
La devoción a estos estigmas no se limita a san Francisco. A lo largo de la historia, otros santos, como el Padre Pío, santa Catalina de Siena y santa Rita de Casia, también han experimentado estos fenómenos místicos. Esta experiencia espiritual, aunque rara, se considera un signo de una profunda identificación con el sufrimiento de Cristo. Para aquellos que no reciben el don de los estigmas, la oración de 'las cinco llagas' permite una profunda contemplación del dolor redentor de Jesús, como sucedió con santa Teresa de Jesús, cuya oración ante un Cristo llagado desencadenó una significativa conversión espiritual.
La oración de las llagas
- Adoramos, Señor, la llaga de tu mano derecha. Y por ella te pedimos nos concedas la gracia de hacer siempre buenas obras. Amén.
- Adoramos, Señor, la llaga de tu mano izquierda. Y por ella te pedimos la gracia de que nunca te ofendamos con nuestras manos. Amén.
- Adoramos, Señor, la llaga de tu pie derecho. Y por ella te pedimos la gracia de poder caminar siempre por los senderos que conducen a la vida eterna. Amén.
- Adoramos, Señor, la llaga de tu pie izquierdo. Y por ella te pedimos la gracia de evitar toda mala compañía y todo lo que pueda arrebatarnos la inocencia. Amén.
- Adoramos, Señor, la llaga de tu sacratísimo costado. Y por ella te pedimos la gracia de encontrar siempre en él un refugio seguro contra todas las tentaciones y asaltos del enemigo.
En tiempos recientes, la oración de 'las cinco llagas' ha resurgido en la vida de la Iglesia, después de un período de olvido. Parroquias, cofradías y movimientos eclesiales han comenzado a recuperar esta devoción. El Papa Francisco también compartió de forma indirecta su devoción personal por estas. En una audiencia general explicó lo que todas las noches reza: «Por la noche, antes de ir a dormir, yo rezo esta breve oración: 'Señor, si quieres puedes purificarme'. Y rezo cinco Padrenuestros; uno por cada llaga de Jesús porque Jesús nos ha purificado con sus llagas».
El Papa alentó a los fieles a seguir su ejemplo: «Esto lo hago yo, podéis hacerlo vosotros también en vuestra casa y decir: 'Señor, si quieres, puedes purificarme'; y pensar en las llagas de Jesús y decirle un Padrenuestro por cada una. Jesús nos escucha siempre». Con esta práctica, el Papa busca fomentar una conexión personal con el sacrificio de Cristo, una devoción que ha enriquecido espiritualmente a numerosos santos a lo largo de la historia.