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Fray Engelbert Kolland, un franciscano austríaco en Tierra Santa

Fray Engelbert Kolland, un franciscano austríaco en Tierra Santa

Fue asesinado en 1860 a los 33 años de edad

Del Tirol a Tierra Santa: la historia del padre Engelbert, mártir en Damasco

Será canonizado el próximo 20 de octubre junto a diez mártires más, entre los que se encuentran siete franciscanos españoles

En el Zillertal, uno de los valles más bellos del Tirol, se puede admirar la Granatkapelle o «capilla del Granate», diseñada por el arquitecto Mario Botta, para honrar al beato Engelbert Kolland, mártir austriaco originario de este valle.

Abuna Malak –o «Padre Ángel», como le llamaban en Damasco–, junto a fray Manuel Ruiz López, Fray Carmelo Bolta Bañuls y otros ocho mártires (siete de ellos, españoles), serán canonizados el 20 de octubre en la plaza de San Pedro del Vaticano, un siglo después de su beatificación.

Michael Kolland nació en Ramsau el 21 de septiembre de 1827. Cuando trabajaba como leñador, en contacto con la naturaleza, creció en su interior la idea de hacerse sacerdote. En el otoño de 1845 pidió ser admitido en el convento de los frailes menores de Salzburgo, donde recibió el nombre de Engelbert, que significa «ángel brillante».

Los mártires de Damasco que serán canonizados el próximo 20 de octubre

Los mártires de Damasco que serán canonizados el próximo 20 de octubreCustodia de Tierra Santa

«Los testigos lo describen como sano y robusto, de rostro risueño, cabello rubio y ojos azules», afirma fray Ulise Zarza, vicepostulador de la causa. «Se sentía como en casa en el convento y era querido por todos gracias a su carácter afable», asegura el religioso.

En Bolzano se dedicó al estudio de las lenguas extranjeras: italiano, francés, español y, sobre todo, árabe. Fue ordenado sacerdote en 1851 y manifestó a sus superiores su deseo de ser misionero en Tierra Santa. Su petición fue aceptada y zarpó de Trieste hacia Jaffa en marzo de 1855.

«Se conserva una carta en la que relata su viaje –continúa fray Ulise Zarza–, marcado por grandes sufrimientos, tanto en el mar como en tierra. La descripción de su llegada a Jerusalén revela, sin embargo, toda la devoción y el ardor que sentía por Tierra Santa. Sus palabras fueron: 'Me apeé del caballo. El pensamiento de que en aquella ciudad el Señor, nuestro Redentor, había derramado su preciosa sangre también por mi salvación, me hizo llorar aún más. A las tres de la tarde, a la misma hora en que murió Jesucristo, yo estaba vagando a pie por las calles de Jerusalén. Quería caminar a pie por el lugar donde él había llevado su pesada cruz».

Fray Engelbert ejerció su servicio durante cierto tiempo en el Santo Sepulcro de Jerusalén. A pesar de la dura vida en el convento, escribió: «La proximidad al monte Calvario y a los otros lugares donde Nuestro Señor sufrió tanto hace que todo sea soportable». Más tarde fue destinado al convento de San Pablo en Damasco. «Cumplió fácilmente las tareas que le fueron asignadas» gracias a su conocimiento del árabe, lo que le permitió conquistar rápidamente los corazones de los fieles.

Un gesto valiente

«Se trataba de un puesto temporal –continúa fray Ulise Zarza– hasta que hubiera disponible un hermano español con buenos conocimientos de árabe. Sin embargo, como fray Carmelo Bolta Bañuls, párroco de Damasco, estaba enfermo, el joven y dinámico padre Engelbert asumió prácticamente todas las tareas pastorales. Fue suya la iniciativa de construir un campanario para la iglesia del convento, colocando en él una pesada campana de media tonelada aproximadamente. Fue un gesto valiente, ya que el convento se encontraba frente a una mezquita».

La capilla dedicada al mártir tirolés se encuentra enmarcada en un paisaje espectacular

La moderna capilla dedicada al mártir tirolés se encuentra ubicada en un paisaje espectacular

En la noche del 9 al 10 de julio de 1860, un comando druso irrumpió en el convento. Fray Engelbert huyó del convento y se escondió en una casa cercana con un maronita llamado Metri, quien escaparía de la posterior carnicería. Gracias a él, se pudieron conocer los últimos instantes de la vida del religioso austriaco. «El fraile, después de ser descubierto, cesó toda defensa y permaneció sereno. Fue exhortado a hacerse musulmán para salvar su vida, pero respondió: 'No puedo, porque soy cristiano y siervo de Jesucristo'», rememora fray Ulise Zarza. Los drusos le asestaron entonces numerosos hachazos, hasta que terminaron con su vida. Tenía 33 años. El martirio le llegó «con esa calma y esa santa libertad que el Señor concede a quienes defienden su causa».

El 10 de octubre de 1926, fray Engelbert fue beatificado junto con otros diez mártires del convento de San Pablo. El 10 de julio se celebra en la archidiócesis de Salzburgo su beatificación.

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