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La hermana María Jesús, cuando hizo sus promesas el pasado julio

La hermana María Jesús, cuando hizo sus promesas el pasado julioDiócesis de Coria-Cáceres

La joven argentina que dejó todo para hacerse ermitaña en Extremadura

Apenas quedan ermitaños en España. Sin embargo, en algunos resuena aún la llamada de Dios para apartarse radicalmente del mundo

Se llama María Jesús, nació en Argentina, ha sido monja, misionera en África y, desde el pasado 16 de julio, es la nueva inquilina de la ermita dedicada a la Virgen de Guadalupe y San Pedro de Alcántara a las afueras de Alcuéscar (Cáceres). No se sabe cuántas ermitañas hay en España, pero seguramente se podrán contar con los dedos de una mano. María Jesús es la última en incorporarse a este estilo de vida tan minoritario como radical.

«Elegí una vida consagrada como ermitaña debido a un profundo deseo de soledad y oración íntima con Dios», ha explicado en el portal de la diócesis de Coria-Cáceres. «Inicialmente, acepté la vocación contemplativa y pedí ingresar en un monasterio. Sin embargo, tras mi etapa misionera sentí un creciente deseo de soledad, lo que me llevó a plantear a mis superiores la posibilidad de vivir como ermitaña», prosigue. Tiene tres modelos que la inspiran especialmente: la vida de la Virgen María en Éfeso, san Carlos de Foucauld y las revelaciones de Nuestra Señora de Fátima.

Pero la hermana María Jesús no nació rodeada de fenómenos místicos y arrobamientos espirituales. A los 16 años vivía «una vida mundana», hasta que se dio cuenta de que estaba poniendo en peligro su alma. Asistió entonces a un retiro durante una Semana Santa. Allí, en unos ejercicios ignacianos, sintió la llamada de Dios a dedicarse a la vida religiosa. A pesar de las dudas iniciales de sus padres, ingresó a aspirantado en Argentina y desarrolló un fuerte deseo de ser misionera.

Un día atareado

¿Qué hace una ermitaña del siglo XXI en su día a día? «Comienzo temprano, antes del amanecer, porque es el mejor momento para unirse con Dios. Adoración eucarística, laudes, la liturgia de las horas… Tengo un órgano y con él acompaño la liturgia según las formas benedictinas y gregorianas», desgrana. «El día incluye momentos de trabajo. Por ejemplo, coso y realizo bordados. A mediodía, viacrucis y oración por los sacerdotes. Después del almuerzo y una breve siesta, rezo la coronilla de la Divina Misericordia a las 3 de la tarde», añade. «Por la tarde hay tiempo para lectura, estudio, trabajo… y otra hora de adoración en silencio antes de la misa», tras la cual hay una frugal cena y acostarse temprano.

«El jueves y el viernes cambia un poco porque intento aumentar las oraciones; de hecho, el viernes lo dedico a hacer un retiro y la ermita no se abre», puntualiza. Los fines de semana son los más sociales: «Puedo visitar al menos unas horas a los ancianos y preparo la ermita para recibir la gente que viene a adoración, vísperas, rosario, bendición con el Santísimo y misa. Después de la misa, algunas familias se quedan conversando. Es también un momento de apostolado», explica con sencillez.

Vivir en la ermita de la Virgen de Guadalupe es también una feliz coincidencia para esta ermitaña: «En mi colegio en Argentina, que llevaba su nombre, siempre se nos enseñó a ver a España como la madre patria y la madre de la fe». «Vivir en una ermita dedicada a la Virgen es como estar en su casa en Éfeso», observa. Reconoce que, todavía, «no conozco mucho sobre San Pedro de Alcántara, pero sé de su vida penitente y franciscana, y siento que su santidad ha bendecido esta tierra».

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