Casi como un milagro arquitectónico, un único arco desafía en equilibrio el inexorable paso del tiempo. Se sabe que, durante el siglo XIX, se mantuvo un uso continuado de la iglesia. Así se llega al año 1910, en el que, «por arreglar las campanas», se abonan dieciocho pesetas. No se tienen más noticias hasta el robo que sufrió el templo en 1965, entrando entonces en un proceso de desmantelamiento del que queda constancia escrita en el Libro de Cuentas de la parroquia hasta 1970